sábado, septiembre 23, 2006

REPRODUCCIÓN ESPIRITUAL




Pastor Iván Tapia

Lectura bíblica: Proverbios 11:30.

Propósitos de la charla: Comprender y desarrollar la "reproducción espiritual" como una función discipular por medio de la cual el Cuerpo de Cristo se expande.; conocer y aplicar en la evangelización el Libro sin Palabras; comprender las cinco verdades del Evangelio e internalizar el concepto de salvación por la sola gracia y la sola fe.

Hemos visto las diversas capacidades que poseemos los humanos, algunas de las cuales también los animales comparten en diverso grado, las capacidades de: creer, sentir, pensar, hablar, actuar o hacer, juzgar, aprender, enseñar. Ahora analizaremos aquella que todo ser vivo posee, la de reproducirse o multiplicarse. No veremos el aspecto biológico, que es conocido por todos, sino su manifestación espiritual.

I. REPRODUCCIÓN ESPIRITUAL.
La Biblia desde sus primeros capítulos nos muestra un Dios que bendice a plantas, animales y hombres con la capacidad de reproducirse y multiplicarse (Génesis 1:28). Luego, cuando escoge un pueblo, éste se multiplica y crece en número de personas, de modo que pueda tener una voz fuerte en medio de las naciones donde peregrina (Éxodo 1:7).

Cuando viene Jesucristo a la tierra, el énfasis de la multiplicación se traslada al plano espiritual. Él predica a las multitudes, hace discípulos en número de setenta y capacita a doce para el apostolado. Desde un comienzo el Evangelio enseña que el hombre de Dios debe dar fruto, lo cual se refiere a adquirir virtudes cristianas, hacer buenas obras y multiplicarse (San Mateo 7:17-20). En el cenáculo el Señor da una de sus más importantes lecciones: el árbol que no da frutos será cortado (San Juan 15:2). Dar fruto es una señal del verdadero discípulo y la mejor forma de honrar a Dios (San Juan 15:8).

Como en el plano biológico una persona se desarrolla a través de un largo proceso hasta llegar a ser reproductiva y formar una familia, así en el plano espiritual se da similar fenómeno. De aquí derivan los conceptos de multiplicación espiritual, hijos espirituales, niveles de desarrollo espiritual, formación de cenáculos o células y otras ideas afines. Si los cristianos no nos preocupamos de nuestro crecimiento y reproducción espiritual en nuevos discípulos, no estaremos cumpliendo el cometido dado por Jesús, nuestro Maestro y Señor. Nada hay más bello que tener hijos espirituales; en ello estamos gozando la misma alegría del Señor por un alma que se convierte. En la vida espiritual hay etapas, marcadas no solamente por la madurez y coherencia del discípulo, sino también por su crecimiento reproductivo: aprendices, fieles, responsables, obreros y ministros. Como Jesús formó a los doce en el cenáculo, nosotros le imitamos formando cenáculos para el desarrollo de discípulos maduros.

Cuando Jesús murió y resucitó se produjo un milagro reproductivo jamás visto. Lo normal en el plano biológico es que de una madre salga un nuevo ser o una camada de no más de doce; en los insectos y otros invertebrados se da una reproducción mayor. Pero el Hijo de Dios no se multiplicó sólo en los doce apóstoles sino en millones de millones de cristianos. El Hijo de Dios (San Juan 1:18) eterno llegó a ser el Primogénito de toda creación (Colosenses 1:15) y Espíritu vivificante (1 Corintios 15:45) de todo aquel que en Él crea. Jesucristo se reproduce desde que murió hasta su regreso a la tierra, cada día en millones de almas convertidas a Él.

El día de Pentecostés que relata San Lucas en su segundo libro, es una explosión reproductiva, la cual nos debe animar a imitar. Como Jesús es modelo individual para cada cristiano, la iglesia apostólica debe ser modelo para toda comunidad cristiana (Hechos 2:41; 4:4).

Es necesario que no olvidemos las últimas órdenes dadas por Jesús en el Evangelio con respecto a este asunto. Estudiemos, entonces algunos textos.

LA GRAN COMISIÓN DEL SEÑOR
"Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado./ Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban./ Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra./ Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (San Mateo 28:16-20)

Un buen discípulo hace lo que su maestro le indica. Pero también, muchas veces el discípulo termina por hacer lo que el maestro le ha vaticinado. Y no es que el maestro o tutor tenga alguna misteriosa capacidad de clarividencia, sino que su madurez, experiencia y desarrollo espiritual, como su conocimiento de las personas le permiten prever el camino que tomarán sus seguidores. Es lo que suele sucedernos a padres y madres con nuestros hijos; ellos actúan de cierta forma, toman caminos y decisiones cuyo desenlace podemos conocer con anticipación. Jesús sabía que los apóstoles le seguirían después de resucitado, que serían impactados por esa segunda parte de su ministerio, que es el que ejerció como Maestro resucitado. Ellos habían recibido su enseñanza compartiendo con él como un hombre de carne y hueso, ahora tendrían que aprender a creer en Él como un hombre con cuerpo glorificado, a quien podían ver sólo a veces, similar al modo en que hoy nosotros nos relacionamos con Jesús. Los once se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado, tal como nosotros nos reunimos con Él en la oración personal y comunitaria. Le buscamos con devoción y nos sentimos elevados a su presencia como en aquel monte.

Cuando los discípulos vieron a su Maestro, le adoraron. Sin embargo todavía algunos dudaban. Donde hay fe nunca faltará la duda, es propia del ser humano; la duda contrasta con la fe y la subraya. Podemos darnos cuenta que tenemos fe, cuando nos rodean los incrédulos; detectamos fe en una persona cuando la comparamos con las evidencias lógicas de la duda. La fe se apoya en lo invisible y está por sobre la razón humana. Era necesario que hubiera duda en algunos para que fuese resaltada la fe de los maduros.

El Maestro se acercó a ellos y ahora se presentó como el Señor, diciendo: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" Dios había constituido al Hijo como Primogénito de toda la creación, otorgándole toda autoridad sobre ella; le había puesto como Cabeza de la Iglesia que habría de nacer en Pentecostés. Ahora nosotros, sus discípulos, nos dirigimos al Maestro Jesús, como a nuestro Señor. Él es mi Rey, mi Amo, el Dueño de mi vida.

Con esa autoridad que él ha declarado, envía a los apóstoles: "Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado" Esta orden se hace extensiva a toda la Iglesia en todos los tiempos, toda vez que el afirma: "y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo". Lo suyo es una orden "id", "vayan"; no es una súplica o sólo un deseo expresado por el Maestro. Es más que una buena enseñanza, es un mandato que todo discípulo de Él debe poner en práctica. No es cosa voluntaria, no es una opción, sino un mandamiento basado en el gran amor que Dios tiene por los perdidos y en su voluntad de salvar al mundo.

Comisión es cometido, encargo, misión. Nuestra comisión como hijos de Dios es amar y honrar a nuestro Padre. Nuestra comisión como cristianos es ser como el Modelo, nuestro Maestro, pequeños Cristos, imitadores de Él. Nuestra comisión como discípulos es multiplicarnos en nuevos discípulos, bautizándoles en nombre de la Trinidad y enseñándoles todo lo que Jesús nos ha hecho comprender y hacer. Cumplamos, entonces, tal comisión.

EL LEGADO DE JESUCRISTO.
"Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado./ Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura./ El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado./ Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;/ tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán" (San Marcos 16:14-18).

Solemos comentar con un dejo de crítica a los incrédulos discípulos que no tomaron en serio a María cuando ésta les contó que había presenciado al Maestro resucitado. Quizás nosotros también procederíamos así si un hermano nos dijera que ha visto con sus propios ojos al Señor. Pensaríamos que está medio loco, que se ha vuelto un fanático o se está riendo de nosotros. No es sencillo ni tan simple hablar de resurrección. La resurrección de Jesucristo es el acto más extraordinario acaecido en este mundo a través de toda la historia. Lázaro, su amigo, resucitó pero lo hizo a la misma forma de cuerpo que tenía antes de morir y a los años tiene que haber fallecido. Sin embargo nuestro Señor resucitó para eternidad y con un cuerpo glorificado, con un cuerpo con una biología especial, capaz de aparecer y desaparecer, capaz de atravesar paredes, ascender y descender desafiando a la fuerza de gravedad, y además con la capacidad de comer y hablar como nosotros. Otra capacidad extraordinaria de ese cuerpo fue la de soplar y así insuflar el Espíritu Santo a sus apóstoles.

Dice el texto que "Finalmente se apareció a los once mismos, estando ellos sentados a la mesa, y les reprochó su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que le habían visto resucitado./ Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura." Las palabras que transcribe San Marcos no precisan el hacer discípulos sino que ir y predicar, es decir anunciar la buena nueva a todo el mundo. Toda misión en ultramar se basa en este mandato de Jesucristo. Es deber de toda comunidad cristiana proyectarse más allá de sus fronteras para llevar el mensaje de salvación. La evangelización comienza en la persona evangelizada que transmite ese mensaje a su familia, a sus vecinos, amigos y compañeros de trabajo y estudio; luego a la ciudad entera; después la comunidad local se proyecta a nivel nacional y finalmente internacional, traspasando las barreras de la cultura y el idioma. "Toda criatura" se refiere a los seres humanos, por cierto.

A continuación viene un pasaje que suele mal interpretado: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado." La clave hermeneútica nos la entrega la segunda parte del versículo, cuando dice "mas el que no creyere, será condenado". Si bien es cierto el bautismo es una orden del Señor, puesto que "es necesario que sea cumplida toda justicia", Él mismo se bautiza y es señal de nuestro cambio de estado cuando pasamos de tinieblas a luz, no es condición de salvación. Sólo la fe es requisito de salvación, de lo contrario sería por obras. El bautismo es muy importante y necesario en la vida cristiana normal, pero su ausencia no debe ser motivo de condenación.

"Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas;/ tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán" Cuando una vida es transformada por Cristo, huye todo demonio de ella. Todos hemos experimentado esto, como salió de nosotros y de nuestros hermanos toda envidia, mentira, lujuria, codicia y otros tantos males. Un nuevo idioma comenzó a pronunciar nuestra boca, ya no el de las maldiciones y murmuraciones, ya no aquella lengua soez y pesimista, sino el idioma del amor, del perdón y la gratitud. Ahora podemos estar con personas y grupos que son como serpientes y no dañarnos porque tenemos la armadura que nos brinda el Señor. Oramos por los enfermos del cuerpo, del alma y del espíritu y éstos sanan por el poder del Espíritu Santo que nos asiste. Son las señales espirituales y concretas que siguen a todo cristiano. ¿No es maravilloso el poder de Jesucristo y su legado?

EL CUMPLIMIENTO DE LAS PROFECÍAS.
" Y les dijo: Estas son las palabras que os hablé, estando aún con vosotros: que era necesario que se cumpliese todo lo que está escrito de mí en la ley de Moisés, en los profetas y en los salmos./ Entonces les abrió el entendimiento, para que comprendiesen las Escrituras;/ y les dijo: Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día;/ y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén./ Y vosotros sois testigos de estas cosas./ He aquí, yo enviaré la promesa de mi Padre sobre vosotros; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto" (San Lucas 24:44-49)

Jesús resucitado le recordó a sus discípulos cuanto Él les había hablado antes de morir en la cruz, durante su discipulado; que era necesario que se cumpliese todo lo que estaba escrito de Él en el Tanaj (los 24 libros de la Biblia hebrea): la Torah (los 5 libros de la ley de Moisés), los Nevi’im (los profetas) y los Ketuvim (los escritos o escrituras, que se inician con los salmos). Entonces les explicó las Escrituras con toda claridad, para que las comprendiesen. ¡Qué extraordinaria experiencia tuvieron los apóstoles cuando el mismo Jesucristo, en persona, les explicó estas cosas! Nada tenemos que envidiar de ellos, ya que a nosotros el mismo Dios en su Santo Espíritu nos da a conocer estas verdades. Él les descubrió los pasajes del Antiguo Testamento donde se anuncia que:

a) El Cristo padecerá:
"No gritará, ni alzará su voz, ni la hará oír en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pábilo que humeare; por medio de la verdad traerá justicia" (Isaías 42:2-3).
"Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca" (Isaías 53:7).
"Dí mi cuerpo á los heridores, y mis mejillas á los que me mesaban el cabello: no escondí mi rostro de las injurias y esputos" (Isaías 50:6).
"Mas él herido fué por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de nuestra paz sobre él; y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5).
"Por tanto yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fué contado con los perversos, habiendo él llevado el pecado de muchos y orado por los transgresores" (Isaías 53:12).
"Todos los que me ven, escarnecen de mí; Estiran los labios, menean la cabeza, diciendo: Remítese á Jehová, líbrelo; Sálvele, puesto que en él se complacía" (Salmos 22:7-8)

b) El Cristo resucitará de los muertos al tercer día:
"Porque no dejarás mi alma en el sepulcro; Ni permitirás que tu santo vea corrupción" (Salmos 16:10).
"Oh Jehová, hiciste subir mi alma del sepulcro; Dísteme vida, para que no descendiese á la sepultura" (Salmos 30:3).
"Empero Dios redimirá mi vida del poder de la sepultura, Cuando me tomará (Selah.)" (Salmos 49:15).
"No moriré, sino que viviré, Y contaré las obras de JAH". (Salmos 118:17)

c) Se predicará en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén:
"Y acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por pendón á los pueblos, será buscada de las gentes; y su holganza será gloria" (Isaías 11:10).
"Fui buscado de los que no preguntaban por mí; fuí hallado de los que no me buscaban. Dije á gente que no invocaba mi nombre: Heme aquí, heme aquí" (Isaías 65:1).

Les dijo el Señor: "ustedes son testigos de esto". Como ellos fueron testigos de la vida, muerte y resurrección de Jesús, nosotros somos testigos de la maravillosa obra de salvación, sanidad, renovación y transformación que Él hace en las vidas. Ser testigos no sólo implica ver y experimentar un hecho, sino dar cuenta, "testificar" públicamente de ello. Eso es dar testimonio. Los primeros mártires cristianos fueron llamados "testigos". Mártir es una palabra derivada del griego martys, que significa "testigo" y es, en general, la persona muerta en la defensa de alguna causa, con lo que da "testimonio" de su fe en ella.

Después se refiere a la promesa del Padre, declarada por los profetas Isaías y Joel:
"Porque yo derramaré aguas sobre el secadal, y ríos sobre la tierra árida: mi espíritu derramaré sobre tu generación, y mi bendición sobre tus renuevos" (Isaías 44:3).
"Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones" (Joel 2:28).

Les ordena quedarse en la ciudad de Jerusalén, hasta que sean investidos del poder del Espíritu Santo. Los cristianos hoy por hoy disfrutamos de esta bendición, ya que hace más de veinte siglos, en Jerusalén, la Iglesia fue investida del poder sobrenatural de Dios el día de Pentecostés. Desde esa fecha, cada cristiano al convertirse recibe el Espíritu Santo que lo capacita para vivir una vida renovada.

JESÚS SE APARECE A LOS DISCÍPULOS
"Cuando llegó la noche de aquel mismo día, el primero de la semana, estando las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos estaban reunidos por miedo de los judíos, vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros./ Y cuando les hubo dicho esto, les mostró las manos y el costado. Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor./ Entonces Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros. Como me envió el Padre, así también yo os envío./ Y habiendo dicho esto, sopló, y les dijo: Recibid el Espíritu Santo./ A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos" (San Juan 20:19-23).

"y reposó el día séptimo de toda la obra que hizo" dice acerca del Creador, el libro de Génesis. Continúa: "Y bendijo Dios al día séptimo, y lo santificó" Fiel a este texto, el pueblo hebreo dedica el sábado al Señor Jehová. Por tanto el primer día de la semana es el domingo. Dice el fragmento que hoy nos ocupa que, llegada la noche del primer día de la semana, estaban las puertas cerradas en el lugar donde los discípulos se reunían por miedo de los judíos. Entonces apareció el Maestro en medio de la sala y les dijo: Shalom, "Paz a vosotros."

Shalom significa en hebreo: paz, integridad, calma, tranquilidad, un saludo, bienestar. Si buscamos en las fuentes de la tradición judía, sabremos que es uno de los apodos secundarios para Dios, ya que el principio de toda paz está en Él.

Al pronunciar estas palabras, Jesús estaba transmitiendo algo más que un saludo frecuente en su pueblo. Él estaba anunciando a los apóstoles su paz, esa que viene de parte de Dios. Ya consumado el sacrificio expiatorio de Jesucristo en la cruz, ellos -y nosotros por extensión- podían sentirse perdonados, en paz y reconciliados con el Padre. No hay mayor peso en la conciencia que la culpa por el pecado. Muchos dolores del alma, cargas psicológicas, problemas emocionales y hasta síntomas físicos, son producto de una conciencia no perdonada. El Médico Divino sabe de nuestra necesidad de perdón; por eso sus primeras palabras al encontrarse con sus discípulos, después de resucitado, fueron "Paz a vosotros".

Seguidamente el Maestro procedió a mostrarle a sus amigos la evidencia de su sacrificio, las manos y el costado. No dice el evangelista si fueron los apóstoles quienes, por curiosidad, duda o compasión, pidieron ver sus cicatrices. Probablemente fue Jesús mismo quien decidió hacerlo, conociendo la naturaleza humana. ¿No actuaríamos nosotros de este modo si alguien regresara de la muerte? La curiosidad humana nos impulsaría a solicitar de inmediato: Muéstranos las heridas, si ya sanaste. Nuestra paz se basa en esas heridas, en ese cuerpo y esa voluntad del Hijo de Dios que fue humillado, lacerado, clavado en cruz y atravesado por nuestras culpas. Nuestra paz se basa en esas cicatrices que lleva el cuerpo glorificado que salió de la tumba al tercer día, pues desafió al diablo y venció a la muerte.

Otra razón que pudo mover al Señor Jesucristo a mostrar sus llagas pudo ser la identificación, como decir Soy yo, el mismo, vuestro Maestro. Esto se infiere de la reacción de ellos "Y los discípulos se regocijaron viendo al Señor" Tanto así que Jesús les saluda nuevamente: "Paz a vosotros". ¿Significa esto que el aspecto físico de nuestro Señor cambió luego de resucitado? Es lo más probable; un cuerpo físico como el nuestro dista mucho de ser igual al de uno glorificado. El cuerpo de Jesús resucitado no es comparable al de Lázaro, que volvió a la vida natural. El cuerpo de carne y hueso, resucitado y glorificado, corresponde a la dimensión sobrenatural. San Pablo dice: "Se siembra cuerpo animal, resucitará cuerpo espiritual. Hay cuerpo animal y hay cuerpo espiritual" (1 Corintios 15:44). Este nuevo cuerpo está libre de contaminación, enfermedad y deterioro. "Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción heredará la incorrupción" (1 Corintios 15:50). Por lo tanto su apariencia era distinta, no identificable a simple vista. Usted y yo también seremos un día "transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos", gracias a la obra que hizo Jesucristo en la cruz.

Una tarea Él nos ha dejado. Tal como le envió el Padre, ahora Él nos envía para que muchas vidas sean liberadas de la culpa de sus pecados. Para ello nos capacita día a día por medio de su Palabra y el discipulado, y nos da el poder, la fuerza, la energía de Él, soplando en nosotros: "Recibid el Espíritu Santo". "Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante" (1 Corintios 15:45). Jesucristo en nosotros es el espíritu que nos vivifica e impulsa a anunciar el Evangelio del Shalom.

El trabajo que el Señor nos ha encomendado es algo muy serio. Lamentablemente aún hay hermanos en la fe que toman ésta como algo entretenido o de convivencia social, no dándole el nivel que tiene nuestra "profesión de fe". Por vuestra oración y trabajo evangelizador, a quienes se arrepintieren de sus pecados, les serán perdonados, mas a quienes no consintieren en ello, serán aún retenidos en su incredulidad y tinieblas. ¡Qué el Dios de Paz les guarde y bendiga, amados hermanos! ¡Qué Él os multiplique en virtudes, buenas obras e hijos espirituales!
"No hay paz (shalom) , dijo mi Dios (Elokim), para los impíos!'' (Isaías 57:21)

II. EL LIBRO SIN PALABRAS.
Existe una forma muy sencilla de presentar el mensaje de salvación, apto para niños, para personas de poca educación o de mucha, para artistas y personas imaginativas. Me refiero al método de evangelización llamado "el libro sin palabras". Consiste en un librito muy fácil de confeccionar, cuyas páginas son de un color diferente cada una y que no contiene palabra alguna. El orden de los colores es el siguiente: verde, blanco, rojo, negro y amarillo.

Página amarilla.
Mostramos a la persona que queremos evangelizar la última página del libro y le preguntamos ¿qué ves en esta página? Es probable que ésta responda "el color amarillo" o bien haga alcances sobre lo que significa para él o ella ese color. Como sea escúchele, no le contradiga y luego manifiéstele: "El amarillo representa un lugar, la luz, donde habita Dios: el cielo, la Ciudad Santa. Allí las calles son de oro y jamás hay oscuridad. Es un lugar que Él tiene preparado para todos los que le aman. ¿Sabe usted quien es Dios?"

Esta pregunta es clave para producir una comunicación con el evangelizado. Podrá responderle "No lo sé" o bien decir sus propios conceptos acerca de Dios. Una vez más no lo contradiga y acepte su respuesta. Mas, usted debe agregar: "Él es el Creador de todas las cosas. Hizo el cielo, la tierra, el mar, los árboles. También le hizo a usted y me hizo a mí. Él le ama y desea llevarle a vivir a ese lugar" En este punto recítele de memoria el texto de San Juan 3:16.

Ya le ha aclarado que Dios es Creador y que ama al ser humano. Ahora necesita agregar que Dios es Santo. Dígale al evangelizado "Él también es Santo. ¿Sabe usted lo que significa ser Santo?". Éste es un aspecto que trae mucha confusión a las personas, de modo que será bueno aclararlo así: "Santo significa que no comete pecados. En ese lugar, la Ciudad Santa, hay una sola cosa que no podrá entrar: el pecado"
Página negra.
"Este color representa el pecado. ¿Sabe usted qué es el pecado?" Es posible que la persona evangelizada responda que es todo lo malo, o bien diga que esto es relativo. Su respuesta, después de escucharle, ha de ser enérgica: "Pecado es todo lo que desagrada a Dios. En los diez mandamientos está explicado todo lo que Él espera de nosotros." Pregunte entonces: "¿Podría decirme usted algunos ejemplos de pecado?" Cuando la persona le nombre esas acciones, usted debe responder: "Sí, esas son cosas que a Dios no le agrada que las personas hagan. La Biblia nos dice en Romanos 3:23 que ‘todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios’ o sea que no podemos disfrutar de Su gloria, del cielo y la Ciudad Santa.

En este momento de decepción para el pecador, es cuando le recordamos "¿Se acuerda que antes le dije que Dios le ama? Pues bien, por el gran amor que el Creador tiene por su creación, ha hecho un plan maravilloso para solucionar este problema y salvarnos"

Página roja.
"Este color representa a Jesucristo, el Hijo perfecto de Dios, quien murió por nosotros en una cruz y resucitó al tercer día". Léale la Biblia a su evangelizado en 1 Corintios 15:3,4. Explíquele por qué se ha escogido el color rojo como símbolo de Jesús, "porque es el color de su sangre, la cual Él derramó por nuestros pecados. Esa sangre tiene poder para limpiarnos de todo lo malo que hemos hecho. Jesús tomó nuestro lugar, recibió el castigo que nosotros merecíamos y murió en la cruz. Pero al tercer día resucitó, volvió a vivir..."

Aquí viene la frase unión con el próximo color: "...y por ese sacrificio que Jesús hizo podemos ser limpios de nuestros pecados".

Página blanca.
"Esta página representa un corazón limpio de pecados. Toda persona que pida a Jesús que limpie sus pecados y que le perdone, Él lo hace. Leamos Apocalipsis 3:20."

Este es el momento más importante de la evangelización, cuándo se pregunta al evangelizado: "¿Le gustaría decirle al Señor que perdone sus pecados?" La respuesta de la persona puede ser de duda, negativa o positiva. Si es de duda anímelo usted diciéndole que Dios está dispuesto a perdonarle y recibirle. Si es una respuesta negativa, pregúntele "¿Por qué no desea hacerlo?" Tal vez haya razones distintas a una actitud propiamente de rebeldía o incredulidad, y que usted podrá resolver con su conocimiento de Dios y de la Palabra. Si la respuesta es positiva, invítelo así: "Digámoslo a Él. ¿Sabe orar?"

Usted puede ayudarlo diciéndole: "Cierre sus ojos y repita conmigo: Señor Jesús, te pido que perdones mis pecados, que entres en mi corazón y me hagas tu hijo" Luego que la persona ha repetido esta sencilla oración u otra similar, confírmele que Dios le ha escuchado y le ha perdonado en cuanto él lo pidió en oración. Muéstrele el texto de San Juan 1:12.

"Ahora que usted es hijo de Dios, Él quiere que le conozca mejor y crezca espiritualmente"

Página verde.
"Representa las cosas que crecen, como son los árboles, el pasto, las plantas. ¿Por qué cree usted que crecen? ...Porque tienen vida. El que recibe a Jesús como Salvador recibe vida espiritual sobrenatural de Dios, su Espíritu Santo y así como los árboles crecen por la alimentación que reciben de la tierra, el cristiano necesita nutrirse y crecer. Leamos 2 Pedro 3:18."

"Para que usted pueda crecer en la gracia y el conocimiento de Dios debe hacer cinco cosas: 1) Orar, hablar con Dios diariamente; 2) Leer la Biblia, en su casa todos los días, estudiarla, memorizarla, practicarla; c) Testificar, hablarle a sus familiares, compañeros y vecinos, acerca de Jesús; d) Congregarse, asistir a una comunidad cristiana; y e) Discipularse, tener como tutor un hermano cristiano maduro que le guíe en su vida cristiana"

"Si usted hace estas cinco cosas crecerá y llegará a ser un buen discípulo de Jesucristo. Y si alguna vez volviera a cometer una falta, lo que debe hacer es confesarle a Dios aquello malo que hizo y Él le perdonará (1 Juan 1:9; 2:1).

"Ahora yo oraré por usted y usted sólo escuchará" Haga una oración pidiendo al Señor que bendiga y guarde a este nuevo convertido. Al término de la oración usted debe recibirlo como a un hermano en Cristo y abrazarle en el nombre del Señor. Finalmente invítelo a participar en su comunidad y preséntelo como un nuevo cristiano y que sea acogido con amor.

III. LAS CINCO VERDADES DEL EVANGELIO.
Hay cinco verdades bíblicas que todo evangelizador debe conocer, comprender, valorar y hasta memorizar. Los versículos bíblicos que respaldan estas verdades son numerosos, pero en esta oportunidad citaremos sólo uno para cada una, de tal modo que usted pueda conocer el más explícito y darse a la tarea de indagar en su Biblia los demás afines. Vamos, entonces, a conocer las cinco verdades del evangelizador.

DIOS NOS AMA.
(San Juan 3:16)
Dios creó al hombre a imagen y semejanza de Dios. Esto significa que los seres humanos tenemos varios atributos de Dios: no actuamos en forma automática o por una simple programación biogenética, sino que nos mueven las motivaciones (corazón); juzgamos nuestras propias actuaciones y las del prójimo de acuerdo a unas leyes universales de amor (conciencia); somos capaces de pensar, aprender, indagar, etc. sobre la realidad en que actuamos y nos mueve a ello una permanente curiosidad (mente); tomamos decisiones personales y somos capaces de cumplirlas (voluntad) y somos seres trascendentes en que no sólo tenemos un cuerpo y una psiquis, sino también una parte que se conecta con lo Absoluto más allá de la vida terrestre (espíritu). Pero todos estos atributos son limitados, por ello no se dice que somos iguales a Dios sino semejantes o parecidos.

Dios bendijo al hombre y le ordenó fructificar y multiplicarse. Sobre el ser humano está la bendición del Señor. La raza humana se sigue extendiendo y ha cubierto el planeta, con su inventiva, tecnología, modos de vida y arquitectura, arte y ciencia. Ninguna otra especie es tan creativa como la humana. Esto es así porque Dios la bendijo.

Dios entregó el dominio al hombre sobre los peces, aves y bestias. Tenemos autoridad sobre los animales; podemos amaestrarlos, domesticarlos, criarlos, alimentarnos de ellos, hacer uso de sus capacidades, etc. pero todo eso dentro de un equilibrio y respeto por la creación de Dios. ¿Cómo se ha portado el ser humano al respecto?

Dios le procuró alimento al hombre. A nuestros primeros padres, Adán y Eva, Dios les dio como alimento todo tipo de plantas que dan semilla y todo árbol que de fruto con semilla; sin embargo, después del diluvio, admitió a Noé y su descendencia alimentarse de animales sin su sangre. Siempre Dios ha estado preocupado de la alimentación y supervivencia de la especie humana.

SOMOS PECADORES.
(Romanos 3:23)
El hombre fue creado en santidad y pureza, como una obra perfecta de Dios. El Creador no hace las cosas imperfectas, puesto que Él es perfecto. La obra siempre manifiesta la huella de su creador. De tal modo que Adán era un ser en desarrollo, perfectible y capaz de llegar a ser sabio, inteligente, prudente, fuerte, con conocimiento de Dios, temeroso de Él y justo; mas Dios le hizo libre e inocente. Su libertad le permitía tomar el camino que él quisiera; la intención de Dios fue crear un ser que le sirviera libremente. Adán era tan inocente como un niño y allí estaba su debilidad; el Señor quiso crear un ser capaz de tener fortaleza, convicción y una firme voluntad de servirle y amarle.

Satanás tentó a Adán a codiciar el árbol y comer del fruto prohibido, desobedeciendo el mandato de Dios. Siempre que se nos prohibe algo, cuestionamos ese mandato. Hay un espíritu libertario en cada ser humano y la capacidad de pensar y cuestionar, que el mismo Señor nos ha dado. Satanás conoce este aspecto de nosotros y siempre nos tienta a cuestionar y desobedecer los mandamientos de Dios. El Señor no prohibe indagar acerca de la naturaleza y las razones de sus mandamientos, puesto que nos ha dado intelecto para descubrirlas; pero sí nos advierte de las consecuencias que tiene el desobedecer esas leyes universales. Esa desobediencia e incredulidad se llama "pecado".

Entró el pecado al corazón del hombre y se produjo una separación entre éste y Dios. El pecado se puede definir de varias formas: incumplimiento de la Ley de Dios; hacer lo que el "yo" quiere; separación de Dios. La incredulidad de Adán hacia el mandamiento de Dios más el orgullo de pensar que podría igualarse a su Creador, produjeron la desobediencia, la culpa y la separación espiritual del hombre con Dios.

Adán y Eva fueron arrojados del huerto y de la presencia de Dios. El pecado nos separa y aleja de la santidad del Señor. La santidad es la manera de ser de Dios, es la ausencia de pecado. En el Edén teníamos comunión con el Creador, estábamos en santidad y vivíamos bajo su gobierno, es decir en el Reino de Dios. Al producirse la rebelión, la humanidad perdió su comunión con Él, entró el pecado en el mundo y pasó a estar bajo el reino de las tinieblas, cuyo amo es Satanás.

JESÚS MURIÓ Y RESUCITÓ POR NOSOTROS.
(1 Corintios 15:3,4)
Dios prometió un Salvador que derrotaría a Satanás. En el llamado Protoevangelio, Dios promete un Salvador, dice que la simiente de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente. Posteriormente una y otra vez el Antiguo Testamento se estará refiriendo a un Mesías o Salvador que rescatará a la humanidad de las tinieblas. Satanás, el demonio, es un ángel caído que se opone a la autoridad de Dios y ha arrastrado a la humanidad en esa rebelión, pero su derrota ya fue predicha en el libro de Génesis.

Jesucristo es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Abel, el segundo hijo de Adán y Eva, intuyó el sacrificio de Cristo al ofrecer a Dios el mejor de los primogénitos de sus ovejas. Los patriarcas y posteriormente Moisés, reyes y profetas, pusieron en práctica la ley ritual que exigía el sacrificio de animales para limpiar los pecados del pueblo de Dios. Cuando Jesús se acercó a Juan el Bautista para que éste le bautizara en el Jordán, San Juan exclamó: "¡He aquí es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!"

Somos limpiados de todos nuestros pecados por la sangre de Jesús. Se dice así porque el sacrificio de Cristo en la cruz fue el de un Cordero perfecto, ya que Él es Dios mismo hecho hombre. Ofreció su vida por nosotros. A tal punto llega su amor por la Humanidad. No es la satisfacción de un dios sanguinario, entiéndase bien; sino la satisfacción de un Dios justo. Él dijo "el que pecare morirá", no puede desdecirse así es que hace un juicio al hombre en su Hijo Jesucristo y condena nuestros pecados en Él. Jesucristo conquistó la salvación para nosotros. ¿No es algo maravilloso? No hay acto tan valiente, tan decidido y de tan profunda entrega a Dios y amor al hombre, como el sacrificio de Cristo en la cruz. ¿No está usted agradecido de Él por tan suprema oblación?

Jesús venció a la muerte y resucitó al tercer día. Todo hombre y mujer muere, desde el día que Adán y Eva pecaron; por eso se dice que "la muerte entró por Adán". Quien venciera el pecado y al que lo produjo, debería vencer la muerte. Así sucedió con Jesucristo, la confirmación lógica de que Él fue victorioso sobre el pecado, el mundo y el demonio, fue su resurrección.

TÚ PUEDES RECIBIRLE.
(Hechos 16:31)
La única condición para recibir a Jesús es creer de todo corazón. El Señor Jesucristo ha conquistado para nosotros la salvación, la cual regala a todo aquel que la acepta con fe. La salvación es un regalo de Dios, es por gracia. Usted no necesita hacer nada ni merecer para recibir este regalo o don, sólo creer que Jesús es el Hijo de Dios y que murió y resucito por usted. Cuando usted recibe un regalo de un amigo que le ama, no requiere hacer nada para ello, ningún sacrificio, tan sólo estirar su mano y responder con corazón agradecido. Si desea recibir a Jesús en su vida, acepte el sacrificio que hizo para limpiar sus pecados y dígale con confianza a Él: "Gracias Señor por haber muerto por mí; ahora quiero recibirte en mi corazón, para lo cual abro mi vida a Ti". Él vendrá a usted y le dará la vida porque cuando Él resucitó fue transformado en espíritu vivificante.

¡YA ERES SALVO!
(San Juan 1:12)
¡Regocíjate, ya eres salvo! No hay mayor alegría que la de aquel que es perdonado por Dios, más aún cuando recibe en su alma la presencia de su Espíritu Santo. Ahora que usted es salvo debe agradecer cada día del resto de su vida el maravilloso regalo que Dios le ha dado. Es un don de Dios, por lo tanto no le será quitado. Dios no retira su bendición, Él es siempre fiel. Ahora su relación con Él ha de ser la de un hijo o hija que se acerca a su Padre para adorarle, dar acciones de gracias y pedirle en oración por su desarrollo espiritual. Para crecer es necesario que diariamente ore, alabe a Dios, lea y estudie la Palabra de Dios, como también no deje de congregarse en una comunidad cristiana y sea discipulado por un tutor o mentor espiritual. Recuerde que fue salvo por gracia, pero que Dios espera de usted obras, es decir que la fe que hoy tiene se exprese en acciones de amor. Todo discípulo debe dar frutos: desarrollar virtudes, hacer obras de misericordia y reproducirse en nuevos discípulos. Conforme a ese fruto seremos evaluados en el tribunal de Cristo, para recibir el galardón.


IV. EL EVANGELIO QUE PREDICAMOS.
Es muy importante comprender que predicamos una Buena Nueva que se recibe por la fe y no de otra manera o mezclada con otros elementos. En muchos cristianos existe gran confusión en cuanto a la manera en que recibimos la salvación de parte de Dios. Todos creemos entender que la salvación es por gracia, esto es un regalo de Dios para nosotros, y que se recibe exclusivamente por medio de la fe; pero cuando leemos versículos que nos hablan de otros conceptos, tales como arrepentimiento, bautismo, buenas obras, frutos, oración, etc., nos desorientamos y tendemos a agregar a la fe esos otros elementos. Es necesario entender que la condición única para la salvación es la fe. De lo contrario ya no sería por gracia sino por obras humanas (Romanos 1:17).

El hombre es corrupto y sus pensamientos perversos.
Esta porfía nuestra en no aceptar la salvación por la sola fe, el grito de guerra de Martín Lutero: "Sola fides, sola Scriptura, sola gratia", la salvación sólo por la fe, por la Escritura y por la gracia; viene de la corrupción del pensamiento y corazón humanos. Desde la caída de Adán el hombre es corrupto y sus pensamientos perversos. La mente humana es carnal, orgullosa y soberbia, no puede aceptar un regalo de Dios sino que se inclina a pensar que todo debe ganarlo por su propio esfuerzo y brillo (Romanos 3:21-26).

La carne del hombre pertenece a la Ley.
El hombre es vanidoso y su carne pertenece a la ley. La Ley de Dios lo condena y está atrapado en esa Ley que le exige y que, por otra parte, él quiere cumplir y cree cumplir cuando la enseña. ¿Qué hace un "hombre bueno" sino ufanarse de su bondad y de cuán bien cumple la Ley de Dios? El ser humano utiliza la Ley de Dios no para lo que corresponde sino para su propio envanecimiento. Educamos a nuestros hijos para que conozcan la Ley y la cumplan, mas esto es imposible, pues el verdadero propósito de la Ley es mostrarnos que somos pecadores, incapaces de cumplir la Ley de Dios ¡Qué drama humano! (Romanos 5:13,20; Gálatas 3:19).

El verbo "creer" en el Nuevo Testamento.
Un verbo es una palabra que expresa acción. Creer es un verbo, por lo tanto alguien podría asegurar que somos salvos por una acción nuestra, la acción de creer. Sin embargo creer es una acción sumamente pasiva. Creer no requiere de una gran determinación o movimiento corporal. No necesito arrodillarme, saltar, gritar o hacer algo notorio para creer. El resultado de esta acción interna o subjetiva, es la salvación. El verbo creer aparece 115 veces en el Nuevo Testamento. Usted cree en Dios y su sacrificio redentor y Él le salva de la condenación eterna. Cuando el hombre cree es salvo, tiene vida eterna y es justificado. "Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa" (Hechos 16:31) y "El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehusa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él" (San Juan 3:36; Romanos 4:5).

El sustantivo "fe" en el Nuevo Testamento.
Una palabra que sirve para designar a una persona, animal, cosa o idea, es un sustantivo. Por tanto podemos decir que la palabra "fe" no es un verbo sino un sustantivo. Una persona, animal o cosa tiene sustancia, cuerpo, está hecha de materia; pero una idea es invisible e inmaterial, se hace sustancia cuando produce un efecto. Pero a pesar de ello no podemos decir que no sea real. La belleza, el amor, el número, etc. son ideas y son tan reales como un árbol. La fe también, es una idea que está dentro del ser humano y que con el tiempo se expresa en una forma de actuar y vivir. El sustantivo fe aparece 35 veces en el Nuevo Testamento. Se dice que el hombre es justificado por la fe o que llega a ser justo por medio de la fe, es decir que Dios nos considera justos desde el momento en que tenemos fe o comenzamos a creer en Jesucristo (Romanos 10:17; Efesios 6:16).

La salvación no es asunto de prestigio, obras o capacidad.
La salvación no se obtiene por propio esfuerzo. Dios nos acepta no por nosotros mismos sino en Cristo. El común de la gente está inclinada a pensar que Dios es tan amoroso que acepta a los seres humanos tal como son y actúan. Él no acepta al hombre y todo su pecado. He aquí un gran problema para Dios: Él ama al hombre porque es su creación pero no puede amar nuestro pecado; Él no puede aceptar así como así al ser humano y toda su corrupción. Dios es santo, el hombre está corrompido. Él no puede aceptarnos porque es Justo. ¿Qué hace entonces? Crea un plan para hacernos justos, es decir para justificarnos. Él no pasa por alto nuestro pecado sino que lo castiga en Cristo. Él no encubre el pecado del hombre sino que castiga el pecado del ser humano en la cruz del monte Calvario. En Cristo todos morimos y resucitamos a una nueva vida. Desde otro punto de vista, Él mata al hombre y lo hace nacer de nuevo, hace morir el viejo hombre y la vieja mujer para crear un hombre nuevo. Para nuestra salvación no importa quién es uno o qué hace uno o qué puede hacer uno, no se trata de capacidad personal. Ésta queda totalmente excluida (1 Corintios 1:20-25).

Propósito del Evangelio de San Juan.
El apóstol Juan, el más joven de los apóstoles de Jesús, el "discípulo amado" del Maestro, decidió escribir, guiado por el Espíritu Santo, otra biografía o Evangelio del Cristo. Un biógrafo era insuficiente. Ya nos había sido mostrada la imagen del Hijo de Dios a semejanza de rey en el Evangelio de San Mateo; el Señor a semejanza de siervo en el Evangelio de San Marcos y el Hijo a semejanza de hombre en el Evangelio de San Lucas. Ahora era necesario revelar la imagen de Su Hijo en forma de Dios. Esa es la tarea que inspiró a San Juan. Juan, por último, habría dirigido su atención a la Iglesia. En los tiempos en que Juan escribió su evangelio habían comenzado a infiltrarse herejías, atacando la divinidad de Jesús. Y es eso precisamente lo que Juan se propone en su evangelio, reivindicar la deidad de Jesús, y sus profundas enseñanzas como Hijo de Dios. ¿Cómo puede el hombre recibir la vida y ser salvo y cómo puede ser librado de la condenación? Esta es la gran pregunta del Evangelio según San Juan. El ser humano puede recibir la vida si cree en Jesús como Salvador; puede ser salvo por fe y ser librado de condenación por gracia. San Juan escribió su evangelio con el único propósito de decirnos cómo puede el hombre recibir la vida y ser salvo y cómo puede ser librado de la condenación (San Juan 20:30,31; Filipenses 2:5-11). El Evangelio de San Juan menciona 86 veces que sólo por fe se recibe la salvación. El creer en Jesús, la fe de Jesús, es el motivo principal de este evangelio. Dice: "Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12)

La salvación y la redención son llevadas a cabo por Dios.
La salvación y la redención no es obra humana. No podemos salvarnos a nosotros mismos, como el ahogado no puede salir con vida en medio del mar si no viene alguien a rescatarlo o le lanza un salvavidas. Salvación y rescate, o redención, son llevadas a cabo por el mismo Dios. A veces cuando decimos Jesús y que Jesucristo es nuestro Salvador, pensamos que éste está separado de Dios, mas no es así. "El Padre y yo somos uno" dice Jesús. Fue Jesús, Dios mismo, quien nos salvó, no un hombre sino el Hijo de Dios o Hijo del Hombre (San Juan 5:24)

Gracia de Dios y fe del hombre
Podemos definir la gracia como el acto miseridordioso y gratuito de Dios por el cual ofrece salvación y vida eterna a todos los pecadores que ponen su fe en Cristo para ser salvos (San Juan 3:16; Efesios 2:8-9). Cuando leemos los versos anteriores, podemos entender que la gracia es el despliegue de amor, misericordia y de perdón de Dios hacia una humanidad que no se lo merecía, pues Dios ofreció su perdón aún "cuando estabamos muertos en delitos y pecados" (Efesios 2:1,5). En la salvación del pecador interviene por parte de Dios la gracia y por parte del hombre la fe. El método o la manera de recibir la salvación es igual al de darla. Dios la entrega como un regalo –por gracia- y el ser humano la recibe como un regalo –por fe-. Gracia es lo que Dios nos ha dado por medio de Jesucristo; fe es el medio para recibirla. "Gracias doy a mi Dios siempre por vosotros, por la gracia de Dios que os fue dada en Cristo Jesús" (1 Corintios 1:4) y "Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (San Juan 1:17)

El más grande regalo.
Dios nos ha dado el más grande regalo que alguien pueda recibir. Usted cree que si le regalan un automóvil, le están regalando lo más caro del mundo. Usted piensa que si su padre le regalan una casa, ese es el mejor y más grande regalo que pueda recibir. Alguien piensa que un pasaje de ida y regreso por avión al lugar más exótico y soñado por usted es el mejor regalo de su vida. Pues está equivocado, amigo, pues el mayor regalo que alguien puede recibir es la salvación eterna; caminar, habitar y disfrutar para siempre del perdón, el amor y la presencia del Ser más maravilloso del universo: Dios Su Creador. Como "dar" concuerda con gracia; "recibir" concuerda con fe. La gracia consiste en que Dios nos da algo muy especial, la fe consiste en que nosotros recibimos algo de Dios. Sólo por medio de la fe el hombre puede recibir la gracia de Dios. Todas las gracias de Dios se reciben por la fe. Nada hay en la gracia de Dios que podamos recibir por nuestro esfuerzo, por obras o por ley. Aquellas cosas que recibimos de Dios en premio a nuestra conducta, esfuerzo y trabajo, ya no son gracia sino galardón. En el caso de la salvación eterna, está escrito que sólo se recibe por fe y por gracia (San Juan 6:40; San Mateo 25:34-40)

Añadiduras a la fe.
El problema de hoy es que el hombre agrega algo más a la fe. Añade el cumplimiento de los diez mandamientos o la ley; el buen comportamiento o las obras; el arrepentimiento y el bautismo; la confesión de los pecados y hasta la oración. Pero nada de eso es requisito imprescindible: el ladrón no fue bautizado y estuvo de inmediato con Cristo en el Paraíso, no todos los que se convertían confesaban pecados, la oración es el resultado o consecuencia de la salvación y no requisito para ésta ya que la obra ya fue hecha en la cruz (Gálatas 2:16,17; Hechos 11:18; San Lucas 23:39-43; Hechos 19:18,19; Romanos 10:9,10 )

CONCLUSIÓN.
La "reproducción espiritual" es una función que se da en todo discípulo de Jesucristo y por medio de la cual el Cuerpo de Cristo se expande. Podríamos decir que es un proceso "natural" en el sentido que se realiza espontáneamente en todo cristiano sujeto cuando cumple una etapa de madurez espiritual. El Libro sin Palabras es un buen ejercicio de evangelización para cristianos de todas las edades espirituales; nos ayuda a comprender e internalizar las cinco verdades del Evangelio. Por último, es preciso anotar que este Evangelio que predicamos, se recibe exclusivamente por medio de la fe. La salvación es una gracia de Dios dada al hombre y la mujer que crean en Jesús.

PARA REFLEXIONAR
1) Compare en dos columnas paralelas las condiciones de "pecado" y "santidad".
2) Busque en su Biblia a lo menos tres textos que aludan a cada una de las "cinco verdades del Evangelio".
3) ¿Qué base bíblica tiene la alimentación Vegetariana y qué piensa usted de ello?
4) Averigüe en el Diccionario el significado del término "oblación" y explique por qué el autor usa este término al referirse al sacrificio de Jesucristo.
5) Analice en Romanos 5:17-19 los términos transgresión, muerte, condenación, desobediencia y sus antónimos, y la relación que existe entre ellos.
6) ¿Qué importancia tiene 1 Corintios 15:45 para el nuevo nacimiento?
7) ¿En qué se diferencia el don de Jesucristo y su galardón?

BIBLIOGRAFÍA.
Larry Stockstill, "La Iglesia Celular", Editorial Caribe, USA., 2000.
"El Manantial", Living Stream Ministry, 1997.
"Manual de Instrucción Docente", Iglesia Evangélica Pentecostal, Comité Editorial Clases Bíblicas Visualizadas, Santiago, Chile, 2006.
Watchman Nee, "El Evangelio de Dios", Tomo I, Living Stream Ministry, Anaheim, California, 1994.
http://www.vidaeterna.org/esp/estudios/creciendo_en_gracia.htm