lunes, mayo 14, 2007

LA AUTORIDAD COMO CAPACIDAD




EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN EL REINO DE DIOS
V PARTE:

Lectura bíblica: San Marcos 6:7-13
Propósitos de la charla: Comprender, valorar y desarrollar a) la autoridad espiritual como una capacidad dada por Dios; b) los requisitos previos para alcanzar autoridad espiritual; d) los niveles de autoridad cristiana.

El cristianismo no es magia ni superstición, sino una fe sólida nacida de la convicción en la revelación de Jesucristo. Por tanto el concepto de autoridad se sustenta en ciertas verdades que están claramente explicitadas en las Sagradas Escrituras y no en fábulas ni tradiciones humanas. La autoridad de Dios Padre fue traspasada a Jesucristo y de Éste a la Iglesia, como claramente lo señala el Evangelio. En la Gran Comisión vimos como Jesucristo delegó su autoridad a la Iglesia. A continuación veremos como los cristianos podemos llegar a ejercer esa autoridad.

"Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él. / Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar, / y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios" (San Marcos 3:13-15)

ESCOGIDOS
"Después subió al monte... (San Marcos 3:13a)

Al principio de Su ministerio de tres años, luego de haber sido tentado por el demonio tres veces y haberse bautizado en el Jordán; Jesús escoge de entre sus muchos discípulos a 12. Esa elección la hizo en oración con el Padre, no fue una decisión improvisada sino concienzuda. De esta determinación dependía el destino de Su obra, la Iglesia. Hoy día tomamos acuerdos trascendentes para nuestra vida y el destino de la comunidad; al igual que nuestro Maestro, necesitamos hacerlo en oración.

Por tanto, para ejercer autoridad, primeramente deben ser escogidos por Dios.

LLAMADOS
"Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él." (San Marcos 3:13)

El principio de "escoger" es un principio del discipulado. Él escogió a sus seguidores y los llamó. Un día el Señor le llamó a usted. Nadie por sí mismo es digno de un llamado tan importante. El llamado de Jesucristo es un llamado a la salvación para que pasemos de muerte a vida; para que seamos trasladados del reino de tinieblas al reino de luz; para que sean lavados nuestros pecados y accedamos a la vida eterna. Quien acepta ese llamado ya es justificado y salvado. Es un llamado que depende de una sola cosa: la fe. No requieres obra alguna para alcanzar la aprobación de Dios. Pero también es un llamado al crecimiento o edificación espiritual. Él desea que Sus discípulos den mucho fruto, lo cual se expresa en virtudes, buenas obras e hijos espirituales. Estas tres clases de frutos desea producir Cristo en nosotros, para hacer Su obra en la tierra: establecer Su Reino. Los apóstoles fueron obedientes a tal llamado.

Por tanto para ejercer tal autoridad, necesitamos ser escogidos y llamados.

CAPACITADOS
"Y estableció a doce..." (San Marcos 3:14a)

El Maestro estableció a estos Doce como Sus principales discípulos, Sus apóstoles. A los que escogió y llamó, también estableció junto a Él, para capacitarlos. Antes de enviarlos, Jesús les enseñó todo lo que era necesario que ellos conocieran. A cada uno formó en sus distintos caracteres, les dio nociones del Reino que Él establecería en los corazones de muchos cristianos, Sus valores y principios, el orden de los acontecimientos futuros, cómo se establecería el Reino de Dios en el milenio y cual sería el futuro del planeta y las vidas de los que lo pueblan; les entregó mandatos para practicar en su vida diaria y en las relaciones con Dios y el prójimo; les advirtió acerca de los enemigos internos y externos del discípulo; etc. Los habilitó, equipó y capacitó para ejercer el ministerio apostólico de la Iglesia.

"Y estableció a doce, para que estuviesen con él..." (San Marcos 3:14b)

Al estar los Doce con Jesús, verían su manera de ser con Dios, de relacionarse con los amigos y los enemigos. Era imprescindible que los discípulos observaran a su Maestro en acción y no sólo escucharan Sus enseñanzas. El ministerio de Jesús es muy práctico y ejemplar, es el modo en que nosotros necesitamos formar a los discípulos, de un modo directo, coloquial, sencillo, más práctico y menos teórico. Que el discipulado no se transforme en un estudio bíblico sino que sea una lección de vida y fe. El contacto con el tutor es fundamental, estar con él o ella para poder aprender de sus expresiones, conductas, ejemplos.

En el Antiguo Testamento encontramos el caso de un hombre que recibió autoridad; me refiero a ese gran jefe y libertador que fue Moisés. Para ello tuvo que ser capacitado por Dios. sabemos que no hay capacitación sin dolor, sin trabajo, sin esfuerzo. Dios capacita en la prueba. Moisés fue tratado durante mucho tiempo. Jehová le enseñó obediencia, confianza en que Él es poderoso, a través de un tratamiento que duró 40 años. Le mostró como sería el culto y el sacerdocio, le hizo ver el corazón del hombre y como guiar al pueblo a través del desierto. A través de todo ello Dios se mostró como un Ser que no actúa en la improvisación sino ordenado y racional, con un propósito claro y a largo plazo. Jehová escogió a Moisés, lo tuvo junto a Él, lo formó y luego lo mandó. Moisés se enfrentó al faraón con toda autoridad. La muerte de los primogénitos de Egipto fue algo impresionante no sólo para los egipcios sino también como para los hebreos y Moisés. Dios tardó 40 años en formar a este hombre en tierras de Madián. Aquél fue un tiempo de preparación para la misión, un tiempo de capacitación de un líder. Un ministro de Dios no se forma en un seminario teórico sino en el discipulado, en el trato de Dios y en la prueba; sólo así podrá desarrollar la autoridad que requiere para dirigir la Iglesia.

"En aquel mismo tiempo nació Moisés, y fue agradable a Dios; y fue criado tres meses en casa de su padre. / Pero siendo expuesto a la muerte, la hija de Faraón le recogió y le crió como a hijo suyo. / Y fue enseñado Moisés en toda la sabiduría de los egipcios; y era poderoso en sus palabras y obras. / Cuando hubo cumplido la edad de cuarenta años, le vino al corazón el visitar a sus hermanos, los hijos de Israel. / Y al ver a uno que era maltratado, lo defendió, e hiriendo al egipcio, vengó al oprimido. / Pero él pensaba que sus hermanos comprendían que Dios les daría libertad por mano suya; mas ellos no lo habían entendido así. / Y al día siguiente, se presentó a unos de ellos que reñían, y los ponía en paz, diciendo: Varones, hermanos sois, ¿por qué os maltratáis el uno al otro? / Entonces el que maltrataba a su prójimo le rechazó, diciendo: ¿Quién te ha puesto por gobernante y juez sobre nosotros? / ¿Quieres tú matarme, como mataste ayer al egipcio? / Al oír esta palabra, Moisés huyó, y vivió como extranjero en tierra de Madián, donde engendró dos hijos. / Pasados cuarenta años, un ángel se le apareció en el desierto del monte Sinaí, en la llama de fuego de una zarza." (Hechos 7:20-30)

En resumen, para ejercer autoridad, los cristianos debemos ser escogidos, llamados y capacitados.

ENVIADOS
"Y estableció a doce, para que estuviesen con él, y para enviarlos a predicar" (San Marcos 3:14c)
Escogidos, llamados y capacitados, ya podrían ser enviados a cumplir la misión. Como ya lo estudiamos en el capítulo anterior, la Gran Comisión sería la tarea de los apóstoles y, por extensión, la tarea de toda la Iglesia hasta los tiempos actuales. ¿Qué es predicar? El diccionario lo define como "propagar o extender una doctrina o unas ideas, haciéndolas públicas y patentes". Es tarea de todo cristiano propagar el Evangelio, darlo a conocer; lo que predicamos no es una organización sino la buena nueva de que Jesús ha muerto y resucitado por nosotros. El anuncio se lleva especialmente a aquellos que viven sin Dios.

"y que tuviesen autoridad para sanar enfermedades y para echar fuera demonios" (San Marcos 3: 15)

El envío de Jesús, según este pasaje, es tripartito: para predicar, para sanar enfermedades y para echar fuera demonios. Los apóstoles estaban llamados a anunciar el Evangelio, a sanar a los enfermos del cuerpo y del alma, y a expulsar los demonios de las personas. Estas tres cosas no las podemos hacer si no es con el apoyo y la autoridad del Espíritu Santo. Anunciamos la Verdad de Dios a través de nuestro comportamiento y las palabras apropiadas en el momento apropiado, pero es Dios quien convence y convierte. Sanamos por medio de la oración; los ministros de Dios están autorizados para ungir y orar por los enfermos, pero es Dios quien sana. Cuando hacemos las dos acciones anteriores, el mal comienza a retroceder; echar fuera demonios no es sólo decir unas palabras de reprensión a los espíritus negativos, también es orar porque el Reino de Dios venga sobre la vida de alguien. Cualquier cristiano no está autorizado a exorcizar, pues ello es tarea que requiere un conocimiento espiritual especial. Los apóstoles fueron capacitados para ese ministerio.

Jesús los escogió para que estuvieran con él y para hacer la obra. Para ello les dio autoridad apostólica. Antes de entregar esa autoridad a Sus apóstoles, Jesús debió escogerlos, llamarlos, capacitarlos y enviarlos. Igualmente nosotros no podremos ejercer autoridad si antes no somos escogidos, llamados, capacitados y enviados. Hemos visto que, si tenemos al Señor en nuestro corazón, por medio del Espíritu Santo, el río de Dios, ya tenemos autoridad para orar, evangelizar, testificar, servir, amar, discipular y obedecer. Al tener Su Espíritu disponemos del equipo básico para hacer la obra de Dios, pero necesitamos seguir capacitándonos. Una cosa es ser cristiano y cumplir con los trabajos comunes a todo creyente y otra cosa es estar encaminado en un llamado específico. Los apóstoles fueron capacitados por Jesús para una tarea bien definida. Finalmente, para ejercer autoridad, los cristianos primeramente deben ser escogidos, llamados, capacitados y enviados.

LA AUTORIDAD COMO CAPACIDAD
"Después llamó a los doce, y comenzó a enviarlos de dos en dos; y les dio autoridad sobre los espíritus inmundos. / Y les mandó que no llevasen nada para el camino, sino solamente bordón; ni alforja, ni pan, ni dinero en el cinto, / sino que calzasen sandalias, y no vistiesen dos túnicas. / Y les dijo: Dondequiera que entréis en una casa, posad en ella hasta que salgáis de aquel lugar. / Y si en algún lugar no os recibieren ni os oyeren, salid de allí, y sacudid el polvo que está debajo de vuestros pies, para testimonio a ellos. De cierto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para los de Sodoma y Gomorra, que para aquella ciudad. / Y saliendo, predicaban que los hombres se arrepintiesen. / Y echaban fuera muchos demonios, y ungían con aceite a muchos enfermos, y los sanaban." (San Marcos 6:7-13)

La autoridad espiritual no es un regalo de Dios, tampoco es un premio; la autoridad espiritual es una capacidad que viene como resultado del desarrollo de una serie de habilidades, conocimientos, principios y actitudes, operadas por el Espíritu Santo en el discípulo sumiso al Señor y sujeto a sus tutores, y que acepta el tratamiento de Dios para ser capacitado por medio de la prueba. La autoridad de los apóstoles en el libro de los Hechos no es otra cosa que el resultado de la capacitación que recibieron de Jesús y que encontramos en los cuatro libros del Evangelio.

Cuando nos convertimos a Cristo recibimos el Espíritu Santo y por tanto autoridad, pero ésta es la autoridad básica de la fe para hacer Sus obras. Mas Él desea que vayamos tras algo mayor: la autoridad espiritual del ministerio. ¿Qué estás haciendo para adquirir esa autoridad?

PARA REFLEXIONAR:
¿Has sido escogido por el Señor para ser un discípulo de Jesucristo?
¿Has sido llamado por Él a Su Reino y servicio?
¿Estás siendo capacitado para un trabajo específico?¿
¿Ora usted cuando tiene que tomar decisiones importantes?
¿Qué frutos está dando en su vida cristiana?¿
¿En qué aspectos considera usted que requiere una mayor capacitación como discípulo?
¿Cómo es el contacto con su tutor?
¿Son para usted las dificultades un medio de crecimiento?
¿Qué está haciendo usted para adquirir mayor autoridad espiritual?

BIBLIOGRAFÍA.
- Apuntes del ministerio a los líderes de la Comunidad Cristiana Ecuménica Renovación de la Iglesia, obrero David Soto Godoy, 1981.
- Diccionarios en línea; http://www.diccionarios.com/consultas.php

LA GRAN COMISIÓN

EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN EL REINO DE DIOS
IV PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 28:18-20
Propósito de la charla: Comprender, valorar y poner en práctica la Gran Comisión de Jesucristo a Su Iglesia.

Dios entregó a Jesucristo toda autoridad. Los once nacieron en Cristo y crecieron por Su guía. El Maestro dio su vida física por ellos y luego, resucitado, les entregó Su vida espiritual y eterna. Al resucitar venció todos los poderes diabólicos y Dios Padre le entregó todas las cosas para que pusiese orden en ellas. Aquellas cosas habían sido contaminadas y desordenadas por el diablo y la desobediencia de nuestros primeros padres. Ahora todo, menos el Padre, está bajo la autoridad de Jesucristo. Esta autoridad la delega en sus discípulos. Cristo transmite esta autoridad a la Iglesia. Así como cuando compro una casa adquiero dominio sobre ella, del mismo modo cuando Jesucristo venció a Satanás adquirió dominio y recibió toda potestad sobre el ser humano, en especial sobre aquellos que le reconocemos como Señor y que pedimos que venga Su Reino.

Analizaremos la llamada "gran comisión" que Jesús hizo a los apóstoles y, por extensión, a toda la Iglesia:

"Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado. / Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban. / Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. / Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén." (San Mateo 28:18-20)

OBEDIENCIA
"Pero los once discípulos se fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había ordenado." (San Mateo 28:16) Los once apóstoles –recordemos que Judas ya se había suicidado y que el Maestro está resucitado- obedecen ahora a Jesús; su actitud como personas que han visto la muerte de Cristo en la cruz y que ya han recibido el soplo del Espíritu Santo, es totalmente distinta. Ya no son esos rebeldes e incrédulos discípulos, sino que ahora son apóstoles, los llamados, capacitados y enviados por el Señor a anunciar Su Reino. Deberían acudir al llamado de Jesús a ese monte, donde le verían partir de esta tierra y alejarse físicamente de ellos. Sería su último encuentro con el Maestro, por lo tanto un evento muy importante, al cual no podían faltar. ¿Tendremos nosotros o hemos tenido una despedida similar en nuestra vida? Quizás el último momento con nuestro padre o madre; la despedida de un hijo que marcha a vivir a otro país; el adiós a alguien que jugó un papel trascendental en nuestra vida espiritual. Son esos momentos que jamás se olvidan. Pues bien, este era uno de esos encuentros en la vida de los apóstoles, que quedaría grabado en su memoria para siempre. Por eso el Evangelista lo registra, porque además, en ese encuentro se dijeron palabras vitales para todo hombre y mujer, a través de la historia.

ADORACIÓN
"Y cuando le vieron, le adoraron; pero algunos dudaban." (San Mateo 28:17) Al ver los discípulos a su Maestro sintieron en su corazón una gran alegría y un intenso amor, que les llevó a adorarle. Adorar significa rendir culto a la persona o cosa que se considera divina; es amar mucho algo o a alguien; gustar mucho de algo o sentir gran admiración por alguien, en este caso de Jesucristo. Los discípulos, como nosotros, rindieron culto a Su Persona, lo que pudo haber parecido idolatría y hasta blasfemia para los judíos. Ellos amaron a Jesús y expresaron ese sentimiento y la gran admiración que les despertaba. Probablemente expresaron en palabras su intenso amor por el Salvador, como nosotros lo hacemos orando y cantando. Diferenciamos la alabanza de la adoración en cuanto a su intensidad: la alabanza es la expresión de nuestra admiración por Jesucristo y la adoración es la exaltación de Su Persona y la expresión de todo nuestro amor por Él. Entre los presentes, en esa oportunidad, hubo algunos que no creyeron en la Divinidad de Jesús ni en Su calidad de Salvador ni en su condición de Resucitado. Hoy día también hay personas que asisten a nuestras reuniones pero que no creen que ellas sean guiadas por el Señor. Los incrédulos están hasta en las mejores iglesias. No son personas malas, sólo carecen de fe y pecan de incredulidad.

SUMISIÓN Y SUJECIÓN
"Y Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra." (San Mateo 28:18) El Maestro se acerca a quienes creen en Él, pero también se acerca a los incrédulos. A los primeros se acerca para que desarrollen aún más su fe; a los segundos para escándalo, para definirlos, sea que le conozcan o que le rechacen. Él quiere nuestra definición, ama la decisión –ser frío o caliente- y desprecia la tibieza. Qué el Espíritu Santo nos haga personas de convicciones, seguras de nuestra fe y que caminemos con decisión el sendero de vida. Jesús se ha acercado a tu vida y quiere decirte algo muy importante: "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" Todo el poder, toda la soberanía, toda autoridad ahora está en Sus manos; por ende ríndete y no discutas más con Él, no luches con Dios sino sométete a Su autoridad. La sumisión al Señor, la cual proviene de un corazón humilde, que se hace humus, que es verdaderamente humano, es imprescindible para caminar en el Reino de Dios, bajo la voluntad Divina. Sin sumisión no habrá sujeción. Esta última es la que debemos al Cuerpo de Cristo. Nos sometemos al Señor y nos sujetamos a la Iglesia. Nos sometemos al Señor y nos sujetamos a los pastores. Nos sometemos al Señor y nos sujetamos a nuestros tutores. Sumisión y sujeción son dos caras de una misma moneda: la obediencia a la autoridad.

MISIÓN
"Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo" (San Mateo 28:19) Este "por tanto" o "por lo tanto" expresa una conclusión o corolario. Lo que viene después en esta frase es el resultado de lo dicho anteriormente al "por tanto". Este "por tanto" es la relación que une las dos frases de una ecuación perfecta. "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra" es la base, el elemento imprescindible para que se cumpla la segunda parte: "id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo". Si Jesucristo no tuviera esa autoridad dada por el Padre, no podría enviar a Sus apóstoles a hacer discípulos en todas las naciones del mundo. De la autoridad de Cristo viene esta orden que resuena a través de los siglos, sobre cada discípulo de Jesucristo Hacer discípulos y bautizar en Su nombre a los convertidos, es resultado de la entronización de Jesús como Señor de la creación, Cabeza de la Iglesia, Obispo y Pastor de nuestras almas. Por tanto hacer discípulos no es un capricho nuestro, tampoco bautizar es algo que podamos apetecer o no, sino que es el cumplimiento de una orden emanada de la autoridad de Dios. Cumplir esa orden es nuestra obligación y no una opción. Hacer discípulos y bautizar son mandatos de Dios. Otro aspecto a resaltar en estas palabras es la fórmula del bautismo "en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo", lo cual más que un asunto de palabras es un asunto de convicciones, de conceptos claros; somos bautizados y bautizamos no en nombre propio ni por alguna persona, sino en nombre de la Trinidad: Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Es Dios quien bautiza a través nuestro. Nosotros tan sólo cumplimos su mandato, nuestro oficio sacerdotal.

MANDAMIENTOS
"Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado..." (San Mateo 28:19a) Especial encargo hace el Señor Jesucristo a los apóstoles, y por ende a todos los que después escucharán Sus enseñanzas; que a todo aquel que sea hecho discípulo y sea bautizado en Él, se le enseñe a guardar "todas las cosas que" Él les mandó. ¿Cuáles serán esas cosas? Pues todos sus mandamientos del Evangelio, que son 90, desde "es necesario cumplir toda justicia" hasta "guarden todas las cosas que os he mandado". Aún cuando ya no funcionamos por un sistema legalista de orden, obediencia, premio y castigo, sino por un sistema de gracia basado en el amor que ha sido puesto dentro de nosotros, un amor que nos impulsa al bien; Jesús, como Señor y Dueño de nuestras vidas, nos pide que cumplamos principios éticos, morales y espirituales para ser dignos ciudadanos de Su Reino. Si creemos en Él y aceptamos Su sacrificio expiatorio somos salvos; mas si guardamos sus mandamientos nos hacemos merecedores de su Reino milenario. Una cosa es nuestra salvación eterna y otra el galardón en el Reino. Jesucristo murió para liberarnos de las tinieblas. En Su nombre somos libres de fetichismo, traumas, complejos, heridas y todo tipo de pecado.

COBERTURA
"y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo." (San Mateo 28:19b) Este Señor que nos ha mandado a predicar Su Evangelio, a hacer discípulos, a bautizar y enseñar a guardar todas sus enseñanzas, no nos abandona a nuestra capacidad ni nos deja a la aventura, sino que nos promete Su compañía permanente. Él es el Capitán de Su ejército y como tal se comporta.

ÉXITO
"Amén." (San Mateo 28:19c) Con este "así sea" ¿de Jesús, de los apóstoles o del Evangelista? Como sea, del Espíritu Santo. Es el cúmplase que está afirmando que así será, esta misión tendrá pleno éxito, lo cual se confirma en la gloriosa historia del cristianismo, una historia de evangelismo, misiones, persecuciones, martirios, plantación de millones de iglesias, salvación de innumerables vidas, etc. El Amén es el cumplimiento de Su voluntad, Él mismo es el Amén de Dios. Con esta palabra se sella la gran comisión de Jesús a Su Iglesia.

El texto estudiado expresa: 1) la obediencia de los apóstoles, aspecto fundamental para cumplir la gran comisión entregada por Jesús, 2) la adoración a Jesús como Señor, nacida de un sincero amor del discípulo por su Maestro; 3) la sumisión al Señor y la sujeción al Cuerpo de Cristo, ecuación imprescindible para lograr el triunfo de la misión encomendada; 4) los contenidos de esa misión: anuncio, hacer discípulos, bautizar y enseñar; 5) el cumplimiento de los mandamientos de Jesús en el Evangelio; 6) la promesa de Su cobertura de autoridad; y 7) el pleno éxito de la comisión de Dios.

PARA REFLEXIONAR:
Compare los siguientes textos relativos a la "gran comisión": San Marcos 16:14-18; San Lucas. 24:36-49; San Juan 20:19-23.
¿Qué estoy haciendo para obedecer a Jesucristo en la misión que Él ha dado a la Iglesia?
¿Cómo estoy adaptando a mi estilo personal el cumplimiento de la Gran Comisión?
¿En cuál de los siete aspectos de la Gran Comisión estoy mejor preparado?

BIBLIOGRAFÍA.
Apuntes del ministerio a los líderes de la Comunidad Ecuménica Renovación de la Iglesia, obrero David Soto Godoy, 1981.
http://www.tiempodevictoria.com.ar/producciones/p008.htm

LA AUTORIDAD DE DIOS SE SUSTENTA EN SANTIDAD.




EL PRINCIPIO DE AUTORIDAD EN EL REINO DE DIOS
III PARTE

Lectura bíblica: San Mateo 5:48
Propósitos de la charla: Comprender que a) Dios es Santo; b) que Su autoridad se fundamenta en Su santidad y c) que somos pecadores llamados a vivir en santidad.



Hay una característica de Dios que supera cualquier otra, Su perfección moral, Su santidad. Sólo Él es absolutamente limpio de pecado, sin error moral. Dios es una Persona sin pecado; es un Espíritu santo. Como Soberano tiene toda autoridad, pero la ejerce desde Su santidad; no ejerce el poder como los hombres que utilizan todo tipo de ardides para lograr la obediencia de sus subalternos. Es un Dios Absoluto, Único, Eterno, Inmenso, Omnipresente, Omnisciente, Todopoderoso y Santo. No podremos entender la naturaleza de la autoridad de Dios si no comprendemos que antes que nada Dios es Santo. No hay Alguien más coherente que Dios, Él exige de Sus criaturas la conducta que Él mismo ejemplifica. Nada enseña Él que no lo haya practicado. Enseña con autoridad, la cual emana de Su santidad. Nuestro Dios es Santo.

A continuación veremos como Él es adorado en los cielos por Su santidad.

UN TRONO ALTO Y SUBLIME.
"En el año que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo" (Isaías 6:1)

Cuando murió el rey Uzías, estaba el profeta Isaías ministrando a Dios en el templo, muy probablemente pensando en el rey recién fallecido, cuando Dios le abrió los ojos para ver las realidades celestiales.

El rey Uzías fue un rey maravilloso. Habiendo sido instruido en el temor del Señor por Zacarías, el Señor le dio éxito tras éxito. No obstante, no prestó atención a la instrucción de la ley de estar especialmente alerta durante los días de la prosperidad. Cuando llegó a ser poderoso, en su orgullo usurpó una labor delegada específicamente sólo a los sacerdotes. El resultado fue que el Señor le afligió inmediatamente con lepra, enfermedad que tuvo hasta el día en que murió.

Cuando murió Uzías fue un tiempo de luto nacional, y también fue un tiempo para crecer en el temor del Señor. El Señor era un Dios Santo que no toleraría el pecado en su pueblo. Así que Isaías estaba temblando aun antes de la visión.

Cuenta el profeta, que tuvo una visión extraordinaria: vio al Señor sentado en Su trono. Lo ve vestido como un Sacerdote, al parecer, y sus vestiduras llenan el templo. Las características de este trono, según las palabras del profeta, son:

Un trono alto. La altura siempre simboliza lo elevado, lo superior, lo que tiene autoridad. El trono de Dios de por sí, por ser un trono, es signo de Su plena autoridad. Él es el Sumo Sacerdote.

Un trono sublime. La palabra sublime tiene su etimología en el latín sublimis, que significa muy alto. Designa algo "Admirable, extremadamente bueno o extraordinario" El trono de Dios y Dios mismo son admirables, dignos de toda nuestra admiración y adoración. El Señor es extremadamente bueno, Su bondad no tiene límites, al punto de haberse dado Él mismo en sacrificio por la humanidad, para que nosotros alcanzáramos la salvación. El adjetivo extraordinario indica "que excede lo normal o lo ordinario", es algo o alguien fuera de la norma. Dios supera toda expectativa humana, por eso no terminamos nunca de conocerle ni de definirle. Extraordinario también implica "de tamaño, cantidad o calidad mayores de lo ordinario o de lo normal". Jehová es inmenso, como no es materia sino espíritu, y en Cristo materia glorificada, no puede limitarse en tamaño o cantidad.

UN TRONO DE SANTIDAD.
"Por encima de él había serafines; cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. / Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria." (Isaías 6:2,3)

Isaías vio a Dios con vestiduras sacerdotales y rodeado de unos seres angélicos llamados serafines. Estos serafines son mencionados por primera vez en Isaías. El profeta no estaba familiarizado con ellos; un ángel más reconocible y familiar, como los querubines que estaban encima del arca del pacto, hubieran hecho la escena más fácil para él. Serafín deriva del hebreo saraph, que significa arder; por tanto los serafines son seres de apariencia ardiente. Son de profunda humildad y reverencia, obedientes ejecutan con prontitud la voluntad de Dios -esto significan sus alas- alabándole con cánticos alternativos.

Otro profeta describe a estos seres: "Cuanto a la semejanza de los seres vivientes, su aspecto era como de carbones de fuego encendidos, como visión de hachones encendidos que andaba entre los seres vivientes; y el fuego resplandecía, y del fuego salían relámpagos. / Y los seres vivientes corrían y volvían a semejanza de relámpagos" (Ezequiel 1:13,14)

"Ciertamente de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles espíritus, Y a sus ministros llama de fuego" (Hebreos 1:7)

El nombre Serafín se toma de ardor, que pertenece a la caridad. El amor es un don común a todos los ángeles, más en ellos es preponderante. Nunca bajan a la tierra, giran constantemente en torno al trono divino y se dice que entonan permanente el Kaddish, una oración judía que dice "Santo, Santo, Santo, es el Señor de los Ejércitos, toda la tierra reboza en su gloria". Se piensa que cantan la música de las esferas y regulan el movimiento de los cielos para que no se produzca el caos, este movimiento es producido por la perfección divina. Los profetas que les han contemplado cuentan que son ángeles flamígeros.

AUTORIDAD QUE ESTREMECE.
"Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se llenó de humo" (Isaías 6:4)

La estructura de las puertas tiembla frente a la autoridad Divina. Una puerta es un lugar de entrada y salida. Representa nuestra alma que puede ser tocada por Dios y entender Su Verdad. Cuando esto sucede nuestra casa interior es inundada por Su Presencia. El mismo temblor de los quiciales de las puertas lo podemos observar en el profeta:

"Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos" (Isaías 6:5)

Podemos conocer la autoridad de Dios al contemplar Su santidad. Contemplar Su perfección moral es una potente luz que ilumina nuestra condición. Sólo así llegamos a comprender que somos pecadores y que hemos sido llamados por Jesucristo a vivir en santidad.

PARA REFLEXIONAR:
¿Qué tipo de seres celestiales nos muestra Ezequiel 1:24 y 2:1-3?
¿Cuánto tiempo dedico a la oración y a la contemplación del Señor?
¿Me dejo iluminar por la Persona de Jesucristo?
¿Conozco exactamente cuáles son mis pecados y áreas débiles?
¿Tengo como meta de mi vida vivir en santidad?

BIBLIOGRAFÍA.
1) Apuntes del ministerio a los líderes de la Comunidad Ecuménica Renovación de la Iglesia, obrero David Soto Godoy, 1981.