martes, marzo 25, 2008

DESATANDO NUDOS


De la serie "SANIDAD INTERIOR" I PARTE

Lectura Bíblica: Salmo 130:4,7,8

Propósitos de la Charla: a) Deshacer toda atadura que nos inmoviliza para amar y servir a Dios; b) Aprender a perdonar en Cristo; y c) Pedir perdón y perdonar para recibir la sanación del alma.


Jehová es un Dios que perdona, pero no a la manera humana. Nosotros "hacemos la vista gorda", nos "hacemos los lesos"; Dios no perdona de ese modo. Él hace justicia. El pecado del ser humano merece un castigo. Por ser tan graves la calidad y cantidad de pecados, el hombre merece morir. Lo que Dios hizo fue reemplazarnos: Él se hizo humano y sufrió en su carne el castigo de nuestro pecado. Es la manera justa que tiene Dios de perdonar. Él es misericordioso pero también es justo, es legal. No sólo es gracia, también es ley. ¿Cómo concilia Dios la Ley con la Gracia? Muriendo por nosotros, redimiéndonos. Ahora iniciamos una serie de enseñanzas que nos introducen en el modo que Dios ejerce Su perdón en nuestras conciencias, específicamente aquel perdón que dice relación con nuestra emocionalidad, es decir el proceso de "sanación o sanidad interior"

DIFERENCIA ENTRE SALVACIÓN Y SANACIÓN
La salvación se relaciona con nuestra culpa ante Dios. La salvación del alma es el primer paso en nuestro desarrollo espiritual cristiano, y se obtiene por medio de la fe en Jesucristo. “Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; / y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras” (1 Corintios 15:3,4) Cristo nos salvó en la cruz; es una obra ya concluida y perfecta.

¿Para qué vino Jesucristo a la tierra? Él mismo nos responde que Su propósito al venir a nosotros es para darnos la vida "zoé" que viene de lo alto y dárnosla de un modo abundante (San Juan 10:10) La Biblia dice que Jesús vino para ser Príncipe y Salvador, para dar arrepentimiento y el perdón de los pecados (Hechos 5:31) De modo que sólo en Cristo tenemos el perdón de pecados (Efesios 1:7; Colosenses 1:14) Si queremos la salvación eterna de nuestra alma, para vivir junto a Dios y no recibir castigo de condenación, pues bien, necesitamos dirigirnos a Cristo, Camino, Verdad y Vida. ¿Es usted salvo?

La sanación o sanidad interior tiene relación con el estrago que han ocasionado las culpas nuestras y de otros sobre el alma. Esas culpas provocan heridas, traumas, complejos, etc. El propósito de la sanidad interior es la sanidad de las emociones y de la psiquis (Jeremías 17:14) La sanidad interior se logra por medio del amor y el perdón del Espíritu Santo. Cristo nos sanó en la cruz, pero nosotros tenemos que tomar esa sanidad y hacerla vida en nosotros. “El fue herido por nuestras rebeliones” “Por su yaga fuimos nosotros sanados” (Isaías 53:4-6)

EL PODER DE DESATAR
Cristo dio a Su Iglesia el poder de “desatar” nudos. Estamos atados, inmovilizados, no estamos libres, cosa que Él no quiere para nosotros. Jesucristo desea liberarnos del pecado y de las culpas ocasionadas por el pecado personal y ajeno (San Mateo 16:19)

Culpa es el peso desagradable en la conciencia de bien y mal.
Temor es miedo al castigo (1 Juan 4:18)
Castigo es la acción de Dios o el prójimo sobre alguien, luego de un juicio.
La culpa nos hace actuar con poca libertad, temor al castigo, temor a ser descubierto. Surge por falta de perdón.

Podemos ser “salvos”, saber que Dios nos ama y ha perdonado todos nuestros pecados, pero vivir con un continuo peso en el alma, una emocionalidad herida, porque sólo hemos hecho un acto de constricción ante Dios pero no hemos permitido que el Espíritu Santo nos sane. Si lo permitimos, hasta nuestros males físicos podrán desaparecer. Muchas de nuestras enfermedades son de origen psíquico o psicosomáticas (San Mateo 9:2,7)

Los cristianos desatamos ataduras por medio del perdón. Ya en el Antiguo Pacto se prefiguraba el sacrificio de Cristo por medio del derramamiento de la sangre de un animal puro, para perdón de pecados. Jehová enseñó a Moisés que, cuando alguna persona pecara, debería ofrecer un becerro por expiación, traerlo delante del tabernáculo y los ancianos, poniendo sus manos sobre el animal -de ese modo transferían el pecado a él- y lo degollarían para verter su sangre. El sacerdote llevaría la sangre del becerro y rociaría siete veces delante del velo que separaba del lugar santísimo, y derramaría el resto de la sangre al pie del altar del holocausto. De ese modo obtendría el perdón. Ese becerro simboliza a Jesucristo, nuestro Becerro Santo y sin mancha, que entregó Su sangre para limpiar nuestros pecados y culpas. El lugar santo es nuestra alma y el lugar santísimo nuestro espíritu, en el cual tenemos comunión completa con Él, por medio de Su Espíritu Santo que lo habita (Levítico 4:20)

La Biblia expresa que Dios envió a Su Hijo Jesucristo para dar conocimiento, salvación y perdón de pecados (San Lucas 1:77)

IMPORTANCIA DEL PERDÓN PARA LA SANIDAD INTERIOR
La falta de perdón nos tiene atados, heridos, culpables, enfermos, tristes, amargados. Si nos sanamos mediante el perdón, seremos más felices, menos desvalorizados, más sanos, comunicativos, alegres, aptos para la obra del Reino.

Debemos a Dios obediencia, cuando no lo hacemos quedamos en deuda. Entonces le pedimos a Él que nos perdone esa deuda. Por ejemplo: el engañar a nuestro cónyuge es adulterio e infidelidad. Le pedimos perdón sincero al Señor. ¿Qué hace Él? Limpia nuestros pecados con Su sangre y nos dice "vete y no peques más". Ese pecado ya ha sido expiado. Del mismo modo debemos perdonar a quien nos ofende. Por ejemplo: el engañado cónyuge se entera, lo lamenta, sufre, pero cubre con la sangre de Cristo ese pecado. No basta nuestro amor y comprensión humana, sino la sangre del Cordero (San Mateo 6:12)

Le pedimos a Dios que perdone nuestros pecados. ¿Tenemos derecho a ello? Sólo si nosotros hacemos lo mismo "porque también nosotros perdonamos a todos los que nos deben" ¿Cómo vamos a perdonar a los que nos deben? Con el perdón Divino, el del Señor. Es nuestro deber perdonar (San Lucas 11:4)

Las personas que no están sanas no logran evangelizar adecuadamente, no pueden discipular a otros. Previo a la acción evangelizadora y discipular está la sanidad interior. Nuestra obligación es perdonarnos unos a otros y ser benignos, así como Dios nos perdonó. El Espíritu Santo nos invita a perdonarnos unos a otros, si alguien tiene queja, a imitación de Cristo que nos perdonó (Efesios 4:32; Colosenses 3:13)

PERDONAR
Otros nos han agredido. Es imprescindible que usted pueda: a) perdonar a los que le dañaron cuando pequeño, cuando joven o adulto; b) perdonarse a sí mismo/a, aceptar sus debilidades y defectos, antes de emprender una transformación, “tenerse paciencia”; c) perdonar a la vida que le ha sido dura o difícil, no luchar contra Dios sino aceptar esta vida como le ha venido, no ser inconformista, aceptar lo que le ha tocado sufrir.

PEDIR PERDÓN
Todos tenemos motivos para pedir perdón. Como no lo hemos hecho, estamos débiles, amargados, enfermos, culpables. La conciencia nos acusa de pecado y esto nos hace muy mal al espíritu, al alma y también al cuerpo. Recuerde que el pecado mata “La paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23)

De ahí que necesitemos imperiosamente: a) pedir perdón a Dios por los muchos pecados y ofensas que le hemos hecho a Él no cumpliendo Sus mandamientos; b) pedir perdón a nuestros padres, hermanos, por los agravios contra ellos, tanto en palabras y acciones, como también por aquello que debiendo hacer no hicimos; c) pedir perdón a amigos, ex – esposos vivos o muertos, otros familiares; d) pedir perdón a los hijos.

Esta petición de perdón es a nivel espiritual, en oración, pues se trata de nuestra sanidad. Otra cosa es la sanidad de las relaciones familiares y sociales. Señor perdóname, amigo perdóname...

CONCLUSIÓN
La sanación no impide la vida eterna ni tampoco ayuda a ella. Usted puede morir enfermo, lleno de traumas, heridas, complejos, etc., e irse al cielo. Pero no puede irse al cielo si no tiene la salvación, si no ha recibido a Cristo. Claro que la sanación le hará más apto para el Reino. Un soldado de Jesucristo debe estar sano, si quiere ser instrumento para honra, un cristiano santificado, útil al Señor y dispuesto para toda buena obra (2 Timoteo 2:21)

PARA REFLEXIONAR:
1) ¿Siento que hoy he desatado un nudo en mi vida espiritual?
2) ¿He pedido perdón a Dios por todos mis pecados?
3) ¿He perdonado a todos mis agresores, cubriéndolos con la sangre de Jesucristo?
4) Haga un listado de aquellas heridas que aún tiene en su corazón y preséntelas a Dios en su oración personal durante esta semana.