martes, diciembre 23, 2008

LAS CONVICCIONES DEL DISCIPULADOR


SOSTENIENDO VIDAS
II PARTE


Lectura Bíblica: 1 Juan 2:12-14

Propósitos de la Charla: a) Conocer y desarrollarlas tres convicciones básicas del tutor; b) Prepararse para la multiplicación en nuevos discípulos.


“Os escribo a vosotros, hijitos, porque vuestros pecados os han sido perdonados por su nombre. / Os escribo a vosotros, padres, porque conocéis al que es desde el principio. Os escribo a vosotros, jóvenes, porque habéis vencido al maligno. Os escribo a vosotros, hijitos, porque habéis conocido al Padre. / Os he escrito a vosotros, padres, porque habéis conocido al que es desde el principio. Os he escrito a vosotros, jóvenes, porque sois fuertes, y la palabra de Dios permanece en vosotros, y habéis vencido al maligno.” (1 Juan 2:12-14)

En la lección anterior vimos que la tarea de un tutor es ser una verdadera columna, que sostiene otras vidas. Por lo tanto nos esforzaremos en ser muy sólidos y firmes en nuestra fe. También comprendimos que ser tutor es ser padre espiritual, alguien que cría y alimenta a hijos espirituales con gran amor. El tutor es el ayo que conduce con disciplina hasta el Maestro Jesús. Por último, un tutor es un formador y educador de discípulos, es el que transmite la vida y doctrina del Maestro.

Necesitamos aprender a ser tutores porque llegarán vidas que habrá que discipular. Un tutor es un padre o madre espiritual; es un sostenedor, un maestro de vida, un consejero, un guía, un acompañante, un amigo. Un hermano o hermana se ha acercado a usted, tal vez porque ve alguna virtud de Cristo en su vida o porque le simpatiza su carácter y siente mayor confianza en usted que en otro cristiano para confiar sus problemas e inquietudes personales. Quizás su pastor le designó a alguien para discipular. O usted mismo ha sentido en su corazón el imperativo de llamar a ese hermano a ser su discípulo. Esto de decir “su” o “mi” discípulo es tan sólo un modo de decir, pues en rigor sólo podemos ser discípulos del Maestro, Jesucristo. Pero Él nos utiliza como instrumentos para esa tarea sublime.

DUDAS DEL TUTOR.
Cuando nos enfrentamos a tan grande desafío, muchas preguntas y dudas acuden a nosotros:
- ¿Seré capaz de sostener la fe de este hermano?
- ¿Estoy capacitado para algo tan serio e importante?
- ¿Y si cometo un error, podré enmendarlo o perjudicaré al hermano de por vida?
- ¿Qué haré con los problemas personales que esta persona me confidencie?
- ¿Tendré una palabra adecuada, yo que tengo tan poca experiencia?
- Yo mismo estoy lleno de defectos y pecados ¿Con qué autoridad podré enseñarle?
Estas y muchas interrogantes más estarán presentes a la hora de iniciarse como tutor de un discípulo. Para tranquilizarle debo decirle dos cosas: usted necesita poner en práctica la fe que Jesucristo le otorgó en la conversión y desarrollar las tres convicciones básicas de un tutor, las que trataremos a continuación.

1. NO ESTOY SOLO.
Al despedirse el Señor de sus discípulos les dijo, y con ello a todos los discípulos que vendrían después: “estaré con ustedes todos los días, hasta el final de los tiempos” (San Mateo 28:20). Al enviarnos con la colosal tarea de hacer discípulos nos aseguró Su respaldo, Su ayuda, Su Presencia. No estamos solos en la práctica del Discipulado, sino que nos acompaña Él. No es una acción entre dos sino entre tres: 1) tutor 2) Jesucristo y 3) discípulo. El Espíritu Santo guía todo el proceso de Discipulado. Nótese que hemos puesto al Señor como centro y como vínculo de esta relación o fórmula. “No os dejaré huérfanos” prometió Jesús a Sus apóstoles (San Juan 14:18). No le ha abandonado a usted a su suerte, sino que sigue siendo Su Padre, en la persona del Espíritu Santo.

La promesa de Jesús antes de partir a la presencia del Padre, fue rogar a Éste por un Espíritu al cual llamó Consolador. Dice Jesús: “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador” Es interesante notar que dice “otro” Consolador, de lo cual se deduce que Jesús consolaba a sus discípulos en sus cuitas y del mismo modo el Espíritu que vendría los consolaría a ellos. Dos enseñanzas podemos rescatar de estas palabras: 1) Todo discipulador, como el Maestro y el Espíritu, está para dar consuelo a sus discípulos; y 2) el Espíritu Santo reemplaza a Jesucristo y también es Dios, de acuerdo a la doctrina de la Trinidad.

¡Alabado sea Jesucristo! Al ascender a los cielos solicitó al Padre el Espíritu Santo y Éste nos lo envió como un Compañero para siempre “para que esté con vosotros para siempre”. El que no es cristiano no puede recibirle. Este Espíritu es la presencia misma de Jesucristo en nosotros, puesto que la Trinidad es una completa Unidad, Este es “el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce” Jesús dijo a Sus apóstoles: “pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros” Se refería a Él mismo y luego les asegura: “y estará en vosotros.” O sea dentro de ellos. ¿Qué es mejor: que el Señor esté junto a mi o que viva dentro de mi? Indudablemente que sea parte de mi ser. Podemos sentirnos absolutamente seguros como tutores porque no estamos solos, no somos huérfanos, tenemos un Padre y un Amigo que nos ama. Él lo prometió y sus promesas son ciertas: “No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros.” (San Juan 14:16-18)

2. NO NECESITO SER PERFECTO.
De lo contrario no habría encargado esta tarea a hombres sino a ángeles inmaculados. San Pablo dice a su discípulo Timoteo: “Lo que me has oído decir delante de muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean capaces de transmitírselo a otros” (2 Timoteo 2:2). El Apóstol no era perfecto, tenía su temperamento capaz de enojarse al punto de no aceptar la compañía de un hermano miedoso (Hechos 15:36-40). Timoteo era, por el contrario, timorato, por lo cual Pablo debió decirle que “Dios no nos ha dado espíritu de temor sino de poder y dominio propio” (2 Timoteo 1:3-7). Los que habrán de recibir la enseñanza transmitida por Pablo a Timoteo sólo han de mostrar fidelidad, una característica relevante, además de estar capacitados para traspasar esa doctrina a otros. Tampoco esto lo exime a usted de procurar crecer cada día en las virtudes de Jesús y obedecer a aquello de “esfuérzate en la gracia” (2 Timoteo 2:1).

Si alguna vez uno o más discípulos le abandonan, si usted se equivoca, si falla en algún consejo o no sabe qué hacer frente a un problema grave… ¡No se desanime! Siempre hay quienes sirven a Dios con entusiasmo, otros que son timoratos, otros llenos de dudas, otros muy ególatras o personalistas... Con este pueblo hay que avanzar y no cejar. Dios es Soberano, Él nos conduce. Confíe en Dios y no se desanime si un hermano se marcha a otra iglesia. Comprenda y acepte que no todas las personas encontrarán en usted y su iglesia lo que ellas buscan y eso no significa que ellos estén equivocados o que usted cometiera un error, sólo puede significar que no era el lugar y la persona para ellos. Insisto… ¡No se desanime! Dios le ama como tutor. Recuerde que “El amor cubre una multitud de pecados” (1 Pedro 4:8).

3. NO SOY UN BEBÉ.
Establecidas las dos convicciones anteriores y teniendo en cuenta que discipular es una orden del Maestro, piense que cuando llega la hora de vivir esta circunstancia, significa que usted ha crecido y el Señor desea cosechar de su vida un fruto para Su Iglesia. No en vano ha recibido tanta enseñanza, bendición y amor de Dios y Su Iglesia. Ha llegado la hora de dar a otros lo que ha recibido por gracia. Es parte del crecimiento establecido por Dios. No es algo que hay que apurar ni tampoco retrasar: “Todo tiene su hora bajo la creación” (Eclesiastés 3:1).

Los cristianos estamos en un proceso de crecimiento espiritual. El escritor de Hebreos advierte en su carta “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido.” (Hebreos 5:12) El alimento que se da a un bebé es más liviano que el que requiere un niño o un joven. Dice: “Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño” (v.13) Todo esto nos habla de un cambio, de crecimiento: “…pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos 5:14) El adulto y aún el joven, ya tienen conciencia de lo que es bueno o malo. Hay otro aspecto que caracteriza al que ya no es bebé: puede reproducirse.

CONCLUSIÓN.
Para poder llegar a ser tutores de otros discípulos, el Señor debe desarrollar en nosotros las tres convicciones básicas de un tutor: “No estoy solo. No necesito ser perfecto. No soy un bebé.” Jesucristo nos prometió “No os dejaré huérfanos”; el Espíritu Santo nos recuerda a través de San Pedro que “El amor cubre una multitud de pecados” y la sabiduría de Salomón nos dice “Todo tiene su hora bajo la creación.” Prepárese en oración, evangelice y espere confiadamente en Dios, con estas tres convicciones en mente. ¡El Señor de la Vida le bendiga y multiplique!

PARA REFLEXIONAR:
1) Dibuje o recorte y pegue en su cuaderno de Discipulado las siguientes imágenes que retratan al tutor: una columna, un padre o una madre con su hijo bebé, un ayo griego con su túnica alba y un maestro. Escriba el texto bíblico correspondiente bajo cada imagen.
2) Piense en alguien que va a ser discipulado por usted y de una respuesta positiva a cada una de las preguntas que se hace al inicio de la charla: a) ¿Seré capaz de sostener la fe de este hermano? b) ¿Estoy capacitado para algo tan serio e importante? c) ¿Y si cometo un error, podré enmendarlo o perjudicaré al hermano de por vida? d) ¿Qué haré con los problemas personales que esta persona me confidencie? e) ¿Tendré una palabra adecuada, yo que tengo tan poca experiencia? f) Yo mismo estoy lleno de defectos y pecados ¿Con qué autoridad podré enseñarle?
3) Cuente a un discípulo amigo o a su tutor una experiencia en que se sintió muy solo.
4) ¿Cuál cree usted que es su principal contraindicación para discipular a otra persona? Confíelo a su tutor, para que le ayude a superarlo.
5) haga una oración escrita, pidiéndole al Señor un discípulo a su medida.

BIBLIOGRAFIA
1) “Sosteniendo Otras Vidas”, Retiro domingo 27 de Mayo de 2007, Avenida Francia 739, Valparaíso
2) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.

martes, diciembre 09, 2008

LAS FUNCIONES DEL DISCIPULADOR


SOSTENIENDO VIDAS
I PARTE

Lectura Bíblica: Proverbios 4:1-27

Propósitos de la Charla: a) Comprender, valorar y practicar el Discipulado como sostenimiento, paternidad espiritual y enseñanza; b) Adquirir algunos conceptos y principios básicos para ejercer el Discipulado.


“1 Oíd, hijos, la enseñanza de un padre, Y estad atentos, para que conozcáis cordura.
2 Porque os doy buena enseñanza; No desamparéis mi ley.
3 Porque yo también fui hijo de mi padre, Delicado y único delante de mi madre.
4 Y él me enseñaba, y me decía: Retenga tu corazón mis razones, Guarda mis mandamientos, y vivirás.
5 Adquiere sabiduría, adquiere inteligencia; No te olvides ni te apartes de las razones de mi boca;
6 No la dejes, y ella te guardará; Ámala, y te conservará.
7 Sabiduría ante todo; adquiere sabiduría; Y sobre todas tus posesiones adquiere inteligencia.
8 Engrandécela, y ella te engrandecerá; Ella te honrará, cuando tú la hayas abrazado.
9 Adorno de gracia dará a tu cabeza; Corona de hermosura te entregará.
10 Oye, hijo mío, y recibe mis razones, Y se te multiplicarán años de vida.
11 Por el camino de la sabiduría te he encaminado, Y por veredas derechas te he hecho andar.
12 Cuando anduvieres, no se estrecharán tus pasos, Y si corrieres, no tropezarás.
13 Retén el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida.
14 No entres por la vereda de los impíos, Ni vayas por el camino de los malos.
15 Déjala, no pases por ella; Apártate de ella, pasa.
16 Porque no duermen ellos si no han hecho mal, Y pierden el sueño si no han hecho caer a alguno.
17 Porque comen pan de maldad, y beben vino de robos;
18 Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.
19 El camino de los impíos es como la oscuridad; No saben en qué tropiezan.
20 Hijo mío, está atento a mis palabras; Inclina tu oído a mis razones.
21 No se aparten de tus ojos; Guárdalas en medio de tu corazón;
22 Porque son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo.
23 Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.
24 Aparta de ti la perversidad de la boca, Y aleja de ti la iniquidad de los labios.
25 Tus ojos miren lo recto, Y diríjanse tus párpados hacia lo que tienes delante.
26 Examina la senda de tus pies, Y todos tus caminos sean rectos.
27 No te desvíes a la derecha ni a la izquierda; Aparta tu pie del mal.” (Proverbios 4:1-27)


Nosotros estamos formándonos como discípulos de Jesucristo; recibimos orientación de nuestros discipuladores; tenemos el permanente apoyo de ellos; somos alimentados con la Palabra de Dios y cuando tenemos cualquier dificultad podemos acudir a esa persona que nos ayuda. El Discipulado es una actividad que se desarrolla en cuatro áreas, a saber: a) Orientación Personal; b) Sanidad Interior; c) Enseñanza Bíblica; y d) Vida Devocional.

La Orientación Personal permite al discípulo recibir respuesta a todas sus inquietudes con respecto a la vida práctica cristiana, como a ser guiado en cuanto a la praxis de la fe. En nuestro texto nos habla el padre: “Hijo mío, está atento a mi sabiduría, Y a mi inteligencia inclina tu oído, / Para que guardes consejo, Y tus labios conserven la ciencia.” (Proverbios 5:1,2). En otro lugar el sabio nos interpela: “Retén el consejo, no lo dejes; Guárdalo, porque eso es tu vida.” (Proverbios 4:13).

La Sanidad Interior da ocasión al discípulo para superar aquellos traumas, heridas, complejos y otras enfermedades del alma que, aunque ya fueron lavadas por la sangre de Cristo, aún viven en su conciencia como culpas y dolores. La Biblia nos enseña que Jesucristo no sólo es nuestro Salvador y Señor, sino también el Sanador: “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados.” (Isaías 53:5). Las palabras de los buenos padres, sobre todo del padre espiritual “…son vida a los que las hallan, Y medicina a todo su cuerpo. / Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” (Proverbios 4:22,23).

La Enseñanza. El estudio de la Biblia permite edificar la mente con la Verdad y prepararse con esta “espada del Espíritu” (Efesios 6:17) para guerrear contra nuestro triple enemigo: la carne, el mundo y el diablo, porque “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.” (2 Timoteo 3:16,17) El padre espiritual debe enseñar a sus discípulos “Porque os doy buena enseñanza; No desamparéis mi ley.” (Proverbios 4:2).

La Vida Devocional trae el mayor crecimiento a la fe del discípulo, es el medio por el cual éste va llenándose de la luz de Cristo, Luz del mundo: “Mas la senda de los justos es como la luz de la aurora, Que va en aumento hasta que el día es perfecto.” (Proverbios 4:18). Como recomienda el Apóstol: “orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18)

Todo esto es muy bueno, pero no debemos pensar sólo en términos de ser ayudados sino que muy pronto va a llegar el momento de ayudar a otros que también necesitan de Jesucristo. Debemos prepararnos para ser nosotros también discipuladores de otras vidas. El llamado y la consolidación de nuevos discípulos, se logra tanto por el esfuerzo individual del discipulador como por la tarea evangelizadora y formativa de la comunidad cristiana. Para comenzar a prepararnos para ese desafío, examinemos qué es ser un “discipulador”.

1. EL DISCIPULADOR ES UN SOSTENEDOR
Para sostener a otra persona se necesita fuerza. En el plano económico, no es fácil sostener un grupo familiar, requiere de mucho trabajo y esfuerzo. Asimismo el discipulado. Necesitamos fuerza espiritual, conocimiento, paciencia, comprensión, humildad, delicadeza, serenidad, jovialidad, compasión, magnanimidad, etc. para poder guiar a otros en el camino de Cristo.

La definición de sostener, según el diccionario, es: “Sustentar, mantener firme una cosa // sustentar o defender una proposición // sufrir, tolerar // prestar apoyo, dar aliento // dar a alguien lo que necesita para su sustento”. Todo esto es el Discipulado.

Necesitamos ejercitar nuestra musculatura espiritual para colaborar en la tarea de sostener la Iglesia. Por algo los apóstoles Pedro, Juan y Santiago fueron llamados “columnas” de la comunidad cristiana de Jerusalén “y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.” (Gálatas 2:9). Un discipulador o tutor es un sostenedor.

La columna en la Arquitectura. Una columna es una pieza arquitectónica vertical y de forma alargada que sirve, en general, para sostener el peso de la estructura, aunque también puede tener fines decorativos. De ordinario su sección es circular; cuando es cuadrangular suele denominarse pilar o pilastra. La columna está comúnmente formada por tres elementos: basa, fuste y capitel. Las columnas siempre han sido muy importantes en la Arquitectura, de forma generalmente cilíndrica, sirven para sostener arcos o arquitrabes, a veces la techumbre. El edificio de Dios, Su Iglesia, es sostenida por columnas, personas de gran fe, conocimiento de la Palabra de Dios y testimonio.

La columna en el cuerpo humano. La columna también puede encontrarse en nuestro cuerpo. La columna vertebral permite que nos mantengamos erguidos. La columna vertebral, raquis o espina dorsal es una compleja estructura osteofibrocartilaginosa (hecha de hueso, fibra y cartílagos) y articulada, en la parte dorsal del torso, que funciona principalmente como elemento de sostén, recubrimiento y protección de la médula espinal. Este es uno de los aspectos más interesantes que podemos descubrir en nuestra columna: por su interior va aquella médula espinal, que lleva las órdenes del cerebro hacia el resto del cuerpo, por medio de una red neuronal llamada Sistema Nervioso Central. Haciendo un parangón con la Iglesia, Cuerpo de Cristo, el cerebro es la Cabeza de la Iglesia, nuestro Señor, la médula el Espíritu Santo y la columna sólida y erguida, los cinco ministerios.

La columna vertebral además es uno de los factores que ayudan a mantener el centro de gravedad del cuerpo humano. Consta de 33 piezas óseas que constituyen la columna vertebral, denominadas vértebras, las cuales están conformadas de tal manera que goza la columna de flexibilidad, estabilidad y amortiguación de impactos durante la moción normal del organismo. Como señalábamos anteriormente, []por dentro de la columna va la médula espinal que forma parte del Sistema Nervioso Central. Por ella se transmiten todas las órdenes desde el cerebro. Si pensamos en la Iglesia, el cerebro es Jesucristo, quien piensa y ordena todo. Él transmite sus órdenes a la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo, por medio del Espíritu Santo. Éste último vendría a ser el S.N.C. del Cuerpo. Tal Espíritu Santo va por medio de las autoridades de la Iglesia: Sus ministros, que son la columna vertebral de la Iglesia. Curiosamente las 33 vértebras se agrupan en 5 regiones: cervical, dorsal, lumbar, sacras y coccígeas, como los ministerios son 5, a saber: apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros.

¿Cuántos puedo sostener? La tarea de tener hijos espirituales y sostenerlos es conforme a la medida de mis fuerzas. Hay una magnitud ideal presentada en la Biblia: Jacob tuvo 12 hijos y Jesús 12 apóstoles. Lo perfecto es sostener a 12. Jesús, el Maestro, nos dio ejemplo de ello. Pero Él es perfecto y nosotros somos débiles. Tú debes sostener sólo lo que tu capacidad puede. De lo contrario estarás cometiendo muchos errores. Por eso es que no debemos sentirnos mal de tener pocos discípulos. Tampoco debemos ser flojos en este aspecto, pues el Señor quiere que lleguemos a ser padres y madres espirituales de otras vidas. Jesús nos entrega la medida máxima en cuanto a cantidad de vidas a discipular. El mínimo de discípulos que tú puedes tener es 1 y el máximo 12. La primera función del discipulador es sostener.

No es difícil discipular. Se tiende a pensar en la vida cristiana que es difícil lograr una vida de santidad, pero en verdad nos han sido dadas por Dios todas las herramientas necesarias para vivirla. “Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia” (2 Pedro 1:3). En cuanto a la práctica del Discipulado, Jesús nos prometió no abandonarnos y enviar el Espíritu Santo para poder anunciar Su Evangelio: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20) y “Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: / el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.” (San Juan 14:16,17) El Señor no le dejará solo ni abandonará en su tarea de discipular a otros cristianos. ¡Anímese! Discipular, con Jesús, es muy fácil.

¿Está dispuesto a sostener otras vidas?

2. EL DISCIPULADOR ES UN PADRE.
Funciones y tipos de paternidad. Hay padres biológicos, padres funcionales y padres espirituales. El padre biológico es el que me trae a la vida, el que fecunda un óvulo de mi madre y no necesariamente se responsabiliza del nuevo ser como hijo. Hay padres que son irresponsables. El padre funcional es aquél que verdaderamente se comporta como padre. Un buen padre entrega:
a) sustento para el hijo
b) amor expresado en palabras y en hechos cariñosos
c) seguridad psicológica, emocional
d) ejemplo como persona íntegra

El padre espiritual es aquella persona que me da la vida del Espíritu Santo. Puede ser quien me predicó y evangelizó por primera vez, aquél por cuyas palabras y testimonio me convertí, o quien me conduce en la senda del Discipulado. En la vida cristiana podemos tener hasta tres padres espirituales, pero lo más propio es que sea uno solo. El cuarto padre y es el más importante, porque es el Padre de todos los padres, es nuestro Padre Celestial, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo. A él debemos todo amor y obediencia.

Un discipulador es un padre formador. Un padre es principalmente un formador de vidas. A través de su comportamiento, testimonio, vida, el padre forma a sus hijos. A veces no hay relación entre sus palabras y sus actos, es un padre inconsecuente o inconsistente; esto transmite inseguridad, desconfianza a sus hijos, y enseña la hipocresía. Es preferible no enseñar verbalmente, en ese caso, y procurar transmitir vida por medio del ejemplo. Un hecho, una acción, muchas veces es más penetrante que una enseñanza teórica. Todo lo que enseñamos verbalmente debe estar respaldado por nuestras acciones. “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” (1 Corintios 11:1)

Un discipulador forma discípulos. No hay tarea más importante que desarrollar personas. Hacer que estas crezcan es algo que toda comunidad cristiana debería hacer. Este no es de ninguna manera un concepto nuevo. En la Biblia, el apóstol Pablo hace la siguiente afirmación: “Porque aunque tengáis diez mil ayos en Cristo, no tendréis muchos padres; que en Cristo Jesús yo os engendré por el evangelio. Por tanto, os ruego que me imitéis” (1 Corintios 4:15-16)

Actúa como nodriza y padre. “Antes fuimos tiernos entre vosotros, como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. 8 Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos. / 9 Porque os acordáis, hermanos, de nuestro trabajo y fatiga; cómo trabajando de noche y de día, para no ser gravosos a ninguno de vosotros, os predicamos el evangelio de Dios. 10 Vosotros sois testigos, y Dios también, de cuán santa, justa e irreprensiblemente nos comportamos con vosotros los creyentes; 11 así como también sabéis de qué modo, como el padre a sus hijos, exhortábamos y consolábamos a cada uno de vosotros, 12 y os encargábamos que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria.” (1 Tesalonicenses 2:7-12)

Es compasivo con sus hijos espirituales. El discípulo responde con honra hacia el padre espiritual. “El hijo honra al padre, y el siervo a su señor. Si, pues, soy yo padre, ¿dónde está mi honra? y si soy señor, ¿dónde está mi temor? dice Jehová de los ejércitos a vosotros, oh sacerdotes, que menospreciáis mi nombre. Y decís: ¿En qué hemos menospreciado tu nombre?” (Malaquías 1:6) El padre se compadece del hijo y los hijos deben respetar al padre “Y serán para mí especial tesoro, ha dicho Jehová de los ejércitos, en el día en que yo actúe; y los perdonaré, como el hombre que perdona a su hijo que le sirve.” (Malaquías 3:17)

Para ser padres el Espíritu Santo nos exhibe. Nuestra propia personalidad es una carnada en la pesca de peces para el Reino de Dios. Exhibir la carnada es nuestro testimonio, mejor dicho mostrar el testimonio de Jesucristo en nuestra vida. Cuidémonos de no caer en la vanidad alabándonos a nosotros mismos. Recuerden que “No es aprobado el que se alaba a sí mismo, sino aquél a quien Dios alaba” (2 Corintios 10:18)

Un discipulador vive a Jesucristo. Discipular es vivir la Verdad, hacerla carne. El Maestro proporcionó el ejemplo máximo del liderazgo corporificado, Dios “Se hizo carne”, se hizo hombre y habitó o “levantó Su tabernáculo” entre nosotros: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (San Juan 1:14). Se dice de Él: “Al que no conoció pecado, hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Cuando usted piense en Discipulado, intente también pensar en términos de corporificación, la idea de ser realmente un ejemplo vivo de aquello que está intentando realizar. Si sus acciones crean una herencia que inspire a otros a soñar más, a aprender más, a hacer más y a ser más, entonces usted es un verdadero discipulador.

Si la primera función del discipulador es sostener, la segunda es ser ejemplo.

¿Qué hará usted para ser un ejemplo para otros?

3. EL DISCIPULADOR ES UN TUTOR.
Tutor es un consejero o guía de otro, el que sirve de ayo, que nos guía a Cristo. También es llamado discipulador, mentor, guía espiritual, confesor o director espiritual. Podemos decir que tutor es quien ejerce la tutela de otro; es el protector y defensor de alguien; también se llama tutor al rodrigón que se pone a una planta. Muchas definiciones se pueden dar de un tutor, pero quizás la más gráfica es –y aquí volvemos al primer concepto de “discipulador”- la de un “sostenedor”. Ser tutor es ser capaz de sostener espiritualmente la vida de otro. Es alguien que guía a un hermano en Cristo.

Se llega a ser tutor cuando se hace un discípulo. Y esto se logra desarrollando las virtudes propias de un discipulador: a) alguien que tiene fe en Dios y en sus posibilidades para salvar vidas; b) alguien que ha conseguido la paz de su conciencia y no vive culpando ni culpándose, sino perdonando; c) alguien que expresa el amor a Dios en su corazón traducido en amor compasivo hacia el prójimo; y d) alguien que tiene una clara esperanza en su mente y sabe transmitirla a los demás. Un tutor es un padre espiritual que nos conduce hacia una meta.

La meta del discipulador es que Jesucristo se forme en nosotros. Esto requiere disciplina. Dice el Nuevo Testamento: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24) Del mismo modo, el tutor nos conduce a Jesucristo; es un pequeño maestro que nos lleva con disciplina a los pies del Maestro.

En el Discipulado que practicamos nosotros, la primera etapa es la del aprendiz, aquél que está caminando recién en el cristianismo y requiere aprender las enseñanzas básicas del Reino y las disciplinas del espíritu, que le permitirán desarrollar las virtudes de Jesucristo. Un aprendiz debe aprender a orar, a alabar al Señor, a ofrendar, a leer y meditar la Palabra de Dios; y debe saber cual es la puerta, camino y meta del Reino. Además debe tener claridad acerca de su salvación y estar en un proceso de sanidad interior de todas aquellas heridas, traumas y complejos que traía del mundo. La enseñanza para el discípulo aprendiz está dirigida a desarrollar en él la fe, la paz, el amor y la esperanza, para alcanzar fidelidad, perdón, devoción a Dios y conocimientos básicos.

La segunda etapa es la de ser un fiel, alguien en el cual podemos confiar, una persona que ha demostrado interés en el Reino de Dios, en forma muy práctica. El fiel ya es capaz de evangelizar a otros e incluso ya tiene un discípulo. La enseñanza para el discípulo fiel está dirigida a formar en él responsabilidad, buen juicio, amor al prójimo y liderazgo. En definitiva, hacer de él un discípulo responsable.

Discípulo es la persona que aprende la doctrina de un maestro o que cursa en una escuela, es la persona que sigue la opinión de una escuela. El discípulo cristiano se somete al Señor y se sujeta a un tutor o padre espiritual, con el propósito de aprender la doctrina del Maestro, ésta es el Evangelio del Reino de Dios. El discípulo cursa en una escuela espiritual llamada Iglesia, donde hay autoridades que guían el aprendizaje y la formación de los discípulos; y camaradería y mutua ayuda entre los condiscípulos. La escuela en sí es una comunidad, la comunidad cristiana.

Discipulado se llama al método de crecimiento cristiano basado en el ejemplo de Jesús, quien formó discípulos, y que consiste en el acompañamiento de todo cristiano bajo la guía de un hermano mayor o tutor. Discipulado es, además, la tutela o tutoría de alguien. Por definición “tutela” es la autoridad que, por falta de la paterna o materna, se confiere para cuidar de la persona y los bienes de quien, por cualquier causa, no tiene capacidad civil; además, se refiere al amparo.

El discipulado implica cuatro acciones sobre el discípulo: 1. Orientación personal, 2. Sanidad interior, 3. Vida devocional y 4. Enseñanza. El Discipulado es el método de crecimiento integral del cristiano por excelencia. Fue utilizado por Jesús con los Doce. Es la atención personalizada del discípulo que se sujeta a la guía de un tutor, como al Señor.

El objetivo final del Discipulado es formar la persona de Cristo en los discípulos, haciéndolos cristianos capaces de: a) desarrollar virtudes, b) hacer buenas obras y c) multiplicarse en nuevos discípulos. Cada discípulo recibe una atención individual dirigida a corregir su vida cristiana y desarrollar frutos.

Son tutores todos aquellos hermanos que guían a otros y que a su vez son guiados por otros. En una comunidad cristiana el primer tutor es el Pastor que se sujeta a Jesucristo, y al cual se sujetan los discípulos líderes, que a su vez discipulan a otros. Así se cumple la Palabra que dice: “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.” (2 Timoteo 2:2).

Si la primera función del discipulador es sostener, y la segunda ser un padre que guía, la tercera función del discipulador es enseñar y formar las vidas de sus discípulos.

CONCLUSIÓN.
Ser un discipulador no es una tarea menor, sino una de las más importantes en la Iglesia, ya que conlleva a la formación, desarrollo, perfeccionamiento y crecimiento del Cuerpo de Cristo. En resumen, un discipulador o tutor es: 1) un “sostenedor”, es decir alguien que actúa como columna que lleva el peso de otras vidas sobre si (Gálatas 2:9); 2) un “padre” que engendra hijos espirituales y los cría con amor, un “padre” que es ejemplo para ellos (1 Corintios 4:15-16); y, por último, 3) un “tutor”, educador y formador de discípulos, encargado de retransmitir la doctrina viva del Evangelio del Reino de Dios (2 Timoteo 2:2).

¿No cree usted que vale la pena crecer en la gracia y el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, para llegar a ser un tutor de discípulos?


PARA REFLEXIONAR:
1) Confeccione una guía sencilla de Orientación Personal para guiar en forma práctica la vida cristiana, basándose en Efesios 4:17 a Efesios 6:9.
2) Reúna todo el material sobre Sanidad Interior entregado por la Iglesia Discípulos de Jesucristo.
3) Estudie la Enseñanza Bíblica básica para una persona recién convertida.
4) Haga una lista de oración de probables discípulos suyos: amigos, familiares, compañeros de trabajo y/o estudio.
5) ¿Cuáles son las cualidades que me permiten ahora poder sostener a otros discípulos?
6) ¿En qué aspectos debo trabajar en mi persona, como formador de vidas?
7) ¿Qué es un tutor y cómo se llega a serlo?
8) ¿Cuál es el propósito del tutor?
9) ¿Cuáles son los cursos o etapas del Discipulado?
10) ¿Qué es ser un discípulo y cuál es su escuela?
11) ¿Cuál es, a su juicio, el objetivo final del Discipulado?

BIBLIOGRAFIA
1) “Sosteniendo Otras Vidas”, Retiro domingo 27 de Mayo de 2007, Avenida Francia 739, Valparaíso
2) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
3) “Arte Rama”, Volumen I, Editorial Códex S.A.
4) http://es.wikipedia.org/wiki/Columna_(Arquitectura)5) Robert D. Foster “El Princípio de la Corporificación”