domingo, agosto 30, 2009

USTED SE HA CONVERTIDO A JESUCRISTO.


CONVERTIDOS A JESUCRISTO
I PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 11:28-30

Propósitos de la charla: a) Comprender y valorar que, al recibir a Cristo como Señor y Salvador ha tomado la decisión más importante de su vida; b) Comprender la experiencia de la “conversión”.


"Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga."
San Mateo 11:28-30

Usted ha escuchado y obedecido el llamado de Dios: "Venid a mi..." Al recibir a Cristo como Señor y Salvador, usted ha tomado la decisión más importante de su vida. Lo primero que usted debe aprender como nuevo cristiano es que se ha convertido a Jesucristo. Convertir es hacer que alguien o algo se transformen en algo distinto de lo que era. Puedo convertir, por ejemplo, un montón de barro sin forma en una hermosa escultura, o un grupo de músicos aficionados en una banda organizada y armónica musicalmente. Cuando nos “convertimos” a Jesucristo, somos transformados de incrédulos en personas de fe, de paganos sin mayor experiencia de Dios en discípulos que comienzan a comportarse de un modo diferente con Él y su prójimo. Otro modo de comprender la “conversión” es recordando ese giro que hacen los soldados, ya sea a la izquierda o a la derecha, a la voz de “¡conversión a la derecha…!” Al igual que ellos, cuando nos convertimos cambia la dirección que llevaba nuestra vida. Quizás antes para usted eran muy importantes algunos asuntos, y ahora eso ha cambiado, pues para usted es más importante seguir el camino de Jesucristo.

A continuación, basados en el texto inicial, definiremos la conversión desde tres puntos de vista:

· Una experiencia integral.
· Una elección de Dios.
· Descanso en Jesucristo.


LA CONVERSIÓN, UNA EXPERIENCIA INTEGRAL.
“1 Saulo, respirando aún amenazas y muerte contra los discípulos del Señor, vino al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas para las sinagogas de Damasco, a fin de que si hallase algunos hombres o mujeres de este Camino, los trajese presos a Jerusalén. 3 Mas yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo; 4 y cayendo en tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? 5 El dijo: ¿Quién eres, Señor? Y le dijo: Yo soy Jesús, a quien tú persigues; dura cosa te es dar coces contra el aguijón. 6 El, temblando y temeroso, dijo: Señor, ¿qué quieres que yo haga? Y el Señor le dijo: Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer. 7 Y los hombres que iban con Saulo se pararon atónitos, oyendo a la verdad la voz, mas sin ver a nadie. 8 Entonces Saulo se levantó de tierra, y abriendo los ojos, no veía a nadie; así que, llevándole por la mano, le metieron en Damasco, 9 donde estuvo tres días sin ver, y no comió ni bebió.” (Hechos 9:1-9)

Hoy en día muchos jóvenes y la gente en general, buscan experiencias límite y que generan lo que ellos llaman “mucha adrenalina”. Incursionan en deportes extremos, en relaciones peligrosas, en vivencias diferentes, llegando algunos a experimentar en las drogas o en ritos que produzcan estados alterados de conciencia. Nunca antes, ni en las civilizaciones paganas de la Antigüedad ni en los “años locos” del siglo XX, se había generalizado tanto como hoy la búsqueda de la sensualidad, el hedonismo, los placeres del cuerpo, las vivencias fuertes.

A pesar de ello, hay una experiencia sublime, que aún resta al ser humano por experimentar; es una experiencia que toca al cuerpo pero que va más allá de él, y alcanza a lo más profundo de su ser. Es el más excitante salto, el más fuerte contacto, una felicidad permanente, que no requiere de acrobacias, de revoluciones ni de drogas. Me refiero a la conversión a una vida con Dios.

La conversión a Jesucristo es una vivencia intensa, profunda y trascendental en la vida del ser humano. ¡Dichoso el hombre y la mujer que la viven! No es una experiencia meramente “religiosa” ni se trata de hacerse seguidor de cierta organización humana; sino que es un auténtico despertar a la vida sobrenatural, esa que está por sobre todo lo que existe. La conversión cristiana es un encuentro con la Persona de Dios, un encuentro con Jesucristo.

1. Una experiencia física.
La experiencia de la conversión es la vivencia más impactante que un ser humano pueda experimentar, puesto que es una experiencia trascendente. Tiene que ver con su vida eterna. Antes de esta experiencia la persona vivía ignorante de su condición espiritual y de la existencia real de Dios. Quizás podría tener algunos conceptos de “religión” en su mente, pero no vivenciaba esa relación con el Creador y Salvador que tiene después de su conversión.

2. Una experiencia del alma.
Pero no sólo es una vivencia emocional que pudo expresarse en lágrimas, gritos, palabras y sensaciones y acciones corporales intensas. Es también una experiencia mental. Se abre el entendimiento a una nueva comprensión de la vida. Repentinamente comprende que Dios es un Ser real con el cual se puede establecer una conversación y una vida de relación permanente. Entiende por qué y para qué murió Jesús en la cruz, cree que resucitó y comienza a entender la Biblia, cosa que antes era un terreno incomprensible y vedado para la persona.

3. Una experiencia espiritual.
Como el ser humano es trinitario –cuerpo, mente y espíritu- la conversión o nuevo nacimiento es una experiencia integral, de la totalidad del ser. Por ello es eminentemente espiritual. Lo que sucede es que aquel espíritu humano, que estaba seco y sin la vida de Dios, de pronto se ilumina con el Espíritu Santo, es regado con el agua de la Palabra de Dios y lleno de Cristo. Aquella parte más íntima del ser humano es habitada por Dios y el convertido comienza a vivir una vida nueva, guiado por el amor de Dios.

Podemos decir que la conversión es una experiencia real y concreta, no meramente emocional. La conversión a Jesucristo es una experiencia integral del cuerpo, el alma y el espíritu; el inicio de una relación real, profunda y altamente significativa con el Ser más importante del universo: su Creador, Dios Padre; Jesucristo, nuestro Salvador; y nuestro compañero y amigo, el Espíritu Santo. Esta relación se desarrollará crecientemente hasta la eternidad, para que se cumplan las palabras de San Pablo:
“Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo.” (1 Tesalonicenses 5:23)

LA CONVERSIÓN, UNA ELECCIÓN DE DIOS.
Aceptar el llamado de Dios para tu vida. Hay quienes están en desacuerdo con esta expresión. Alegan que el ser humano no tiene que “aceptar” el llamado de Dios porque no estamos en condiciones de tomar una determinación tan importante y que sólo Dios puede decidir nuestro destino. Dicen que no somos nosotros los que aceptamos al Señor sino, por el contrario, es Él quien nos acepta. Tal vez ambas posiciones tienen algo de razón.

Si bien es cierto Jesucristo dice “No me elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros, y os he puesto para que vayáis y llevéis fruto, y vuestro fruto permanezca; para que todo lo que pidiereis al Padre en mi nombre, él os lo dé.” (San Juan 15:16), puesto que Él escogió a sus discípulos y apóstoles; también es muy cierto que los seres humanos tenemos la libertad o libre albedrío para obedecer o desobedecer a Su llamado. ¡A Dios gracias que hemos optado por el mejor camino, obedeciendo a Su Voz! Por eso el Apóstol se alegra diciendo: “Damos siempre gracias a Dios por todos vosotros, haciendo memoria de vosotros en nuestras oraciones, / acordándonos sin cesar delante del Dios y Padre nuestro de la obra de vuestra fe, del trabajo de vuestro amor y de vuestra constancia en la esperanza en nuestro Señor Jesucristo. / Porque conocemos, hermanos amados de Dios, vuestra elección” (Tesalonicenses 1:2-4)

Jesucristo hizo una obra perfecta en la cruz del Calvario. Él entregó su vida por propia decisión, fue el Cordero de Dios que quitó nuestros pecados. Su sacrificio es perfecto y no necesita arreglo o añadido alguno. Cualquier obra que el ser humano haga sólo será una vulgar imitación, un vano intento de mejorar algo que ya está concluido. En la cruz Él entregó su vida y consumó Su obra de salvación. “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu." (San Juan 19:30) Hay perdón para todos nuestros pecados, limpieza de conciencias por la sangre de Jesús, sólo si creemos en Él. Su parte la hizo en la cruz, nuestra parte es creer.

Al aceptar el llamado de Dios para su vida, usted ha tomado la decisión más sabia e inteligente que un hombre o una mujer, niño, joven o anciano, pueda tomar. Pero toda la gloria se la lleva Jesucristo, porque usted nada hizo por su salvación. Y piense, además, que la fe que aplicó para creer, aún esa fe no es suya sino que Dios se la regaló, porque “la fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). Usted pudo activar la fe por medio de escuchar la Palabra de Dios.

¡Qué bueno ha sido Dios al haberme escogido para Su Reino! Doy gracias al Señor Jesucristo que murió por mí, para lavar mis pecados y darme la salvación. Alabo al Espíritu Santo por haberme hecho entender la Palabra de Dios y activar en mí la fe para creerla. Nada de esto es obra mía y hoy sólo dependo de Su amor y misericordia.

Hermanos: estad muy agradecidos de Jesucristo, vuestro Salvador y Señor, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8,9)

LA CONVERSIÓN, DESCANSO EN JESUCRISTO.
No conozco a alguien que viniera al Señor sin problemas. Siempre nos acercamos a Dios cuando ya hemos probado todos los medios humanos a nuestro alcance, para resolver dificultades. De seguro que la principal causa de acercamiento al Reino de Dios, son los normales sufrimientos humanos: la enfermedad, muerte de un ser querido, crisis matrimonial, dificultades laborales, desorientación y sin sentido de la vida, insatisfacción, traumas, temores espirituales, etc. Por eso Jesucristo, cuando hace su llamado, dice: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.” (San Mateo 11:28)

Su llamado es para todos los seres humanos, porque todos sin excepción requieren de descanso para sus almas. Llama a los “trabajados”, aquellos que sufren por un trabajo pesado, que no les recompensa económicamente, que tienen dificultades con sus jefes o con sus compañeros de labor, aquellos que se levantan d madrugada y se acuestan a la caída del sol en el campo, el mar, la industria o la mina. Llama a los cansados, molidos del trabajo, que se ocupan por mucho tiempo y con afán en él. Ellos han pensado como resolver su problema, a veces discuten con sus cónyuges e hijos por la misma razón, sienten que hay injusticia para sus vidas, están en un atolladero para el cual no encuentran salida.

Pero también están esos hombres y mujeres que tienen un buen pasar y los más ricos, que a veces son tan pobres que sólo tienen dinero. Han fracasado en su matrimonio, han perdido sus familias, ya no tienen amigos, pero están rodeados de comodidades y su problema no es el pan, que les sobra. No tienen amor y su mente “trabaja” acusándoles y torturándoles. "Venid a mí todos los que estáis trabajados… yo os haré descansar” les dice el Señor. Echa sobre Mí tu carga parece alentarles a unos y otros. Dice la Palabra de Dios: “Echa sobre Jehová tu carga, y El te sustentará; no dejará para siempre caído al justo” (Salmos 55:22)

Jesús, en estas palabras, se refiere a las cargas que todos llevamos. Indudablemente no está hablando de peso físico sino de algo que es peor: el peso de la conciencia o peso de la culpa, el peso emocional de los problemas insolubles para el hombre.

a) El peso de la culpa.
Todos nacemos con una conciencia de bien y mal. Aunque no conozcamos los Diez Mandamientos, sabemos por la conciencia moral que Dios ha puesto en el ser humano, qué está bien y cuando actuamos mal. Esa conciencia es como un juez interior que nos acusa o nos aprueba. Un mal ambiente, una mala educación o costumbres reñidas con la moral de Dios, pueden deformar o acallar esa conciencia. Si hemos actuado mal en la vida, la conciencia nos “pesará”, estará cargada y no nos permitirá tener paz. Jesús, por medio de su sacrificio en la cruz, libera al ser de toda esa culpa y ese peso de conciencia, pues le limpia de todo pecado.

b) El peso emocional.
Ya hemos hablado sobre el tremendo peso emocional de sufrimiento, insatisfacción, frustración, dolor interior, debe cargar aquél que sufre por el pecado que otros han cometido y aún siguen cometiendo sobre ellos. ¿Acaso un mal sueldo, la cesantía, los disturbios familiares, y todo lo que sufrimos por causa de otros, no son pecados de la sociedad que nos afectan? Así vemos que el dolor humano es siempre a consecuencia del pecado o rebelión, ya sea nuestra o de otros. Jesucristo quiere resolver todo aquello y brindarnos un orden en la vida y sanar nuestro corazón, para que seamos felices.

Ambas cargas, las de culpabilidad personal como la emocional, Él ofrece tomarlas y aliviarle en su caminar. Para ello sólo basta una cosa, que usted acepte llevar su yugo sobre usted. “Llevad mi yugo sobre vosotros” (San Mateo 11:29a). Probablemente usted ha visto una yunta de dos bueyes en un paisaje o fotografía de campo, dos animales unidas en sus cabezas con un grueso madero para arrastrar el arado o una carreta. Jesucristo compara Su relación con usted como un yugo, en que Él será su eterno compañero. El yugo de Cristo habla de compañía pero también de sumisión. Es necesario que quien quiera ser feliz en la vida cristiana, se someta en obediencia absoluta a Jesucristo.

En seguida le da la clave para vivir esa relación de camaradería, colaboración y amistad: “y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón” (San Mateo 11:29b). La mansedumbre y la humildad son los dos elementos que requiere un discípulo de Jesucristo para ser feliz en el camino de Dios.

Las ovejas son un ejemplo de mansedumbre. Nuestro Salvador nos dio ejemplo al tener ese comportamiento en su sacrificio. Dice el Profeta: “Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero; y como oveja delante de sus trasquiladores, enmudeció, y no abrió su boca.” (Isaías 53:7) Es muy razonable que los cristianos seamos llamados el rebaño del Señor, quien es nuestro Buen Pastor.

El concepto de humildad se entiende muy bien cuando pensamos en ese abono que usamos en los jardines, producto de la descomposición de las hojas y restos vegetales, el humus. La palabra humildad deriva de la misma raíz. Necesitamos humillarnos y dejar que se pudra nuestro yo o ego, para que Dios gobierne nuestra vida. Hay mucho que abandonar en cuanto a vanidad, orgullo y otros pecados. El apóstol Pedro nos aconseja: “Humillados, pues bajo la poderosa mano de Dios, para que Él os exalte a su debido tiempo” (1 Pedro 5:6)

Esta es la clave para nuestra felicidad y seguimiento de Jesucristo: la obediencia, la sumisión completa a Él, tomar Su yugo sobre nosotros. Si lo ponemos en práctica encontraremos pleno descanso. El Señor nos da una promesa en estas palabras: “… y hallaréis descanso para vuestras almas” (San Mateo 11:29c)

Finalmente, contrario a lo que muchos dicen –que es difícil seguir a Jesucristo, que no es fácil cumplir el Evangelio, que el cristianismo es un martirio, que no cualquiera es discípulo- Jesucristo, el Maestro que nos ha llamado, hace una declaración extraordinaria: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." (San Mateo 11:30). Seguir a Jesús no es difícil si le amamos, si estamos agradecidos de lo que Él hizo por nosotros, si confiamos en que Él, el Compañero de yunta, nunca nos abandonará y será siempre el mejor Amigo.

CONCLUSIÓN.
Al aceptar y recibir a Jesucristo como Salvador y Señor, usted se ha convertido a Él. No es que ha cambiado de religión o de iglesia, sino que ha tenido una experiencia integral, de cuerpo, alma y espíritu, que le ha hecho cambiar su modo de pensar, de sentir y de actuar. Ciertamente usted levantó su mano, pasó adelante o hizo una oración de compromiso, pero en verdad fue una elección de Dios. Él le había escogido a usted, desde antes que usted naciera, envió a Su Hijo Jesucristo a morir por usted y le dio la salvación, cuando usted creyó en Su Palabra. Ahora han finalizado sus trabajos y sus cargas dolor, pues ha sido perdonado por Dios y tiene para siempre descanso en Jesucristo. ¡Alabado sea el Señor!


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué Palabra de Dios fue la que tocó su vida para la conversión?
2) ¿Quién era Jesucristo para usted, antes de convertirse? ¿Quién es ahora?
3) Memorice el texto bíblico de San Mateo 11:28-30.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.

domingo, agosto 16, 2009

EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR.


ADOREMOS
VI PARTE


Lectura Bíblica: Génesis 3:8

Propósitos de la Charla: a) Comprender el significado del vocablo “presencia de Dios” a la luz de las Escrituras y el lenguaje común; b) Recapitular todo lo aprendido acerca de la adoración y aplicarlo.

En muchas ocasiones los cristianos solemos hablar y orar acerca de “la Presencia de Dios”. ¿Qué estamos queriendo expresar con estas palabras? Creo que es muy interesante que nos detengamos a reflexionar sobre ello, cuando hemos estado examinando el tema de la Adoración, pues tiene íntima relación con ella. La alabanza y la adoración son acciones humanas de fe, que nos conducen a la Presencia de Dios y también traen la Presencia sobrenatural de Dios a nuestro medio.

QUÉ DICE LA BIBLIA ACERCA DE LA PRESENCIA.
Veamos primero qué dice la Biblia al respecto. Son muchos los pasajes en que aparece este término, algunos refiriéndose a personas, animales u objetos. Pero a nosotros nos interesa cuando se habla de “la presencia del Señor” ¿Qué significa esto? En el libro de los comienzos vemos que Adán y Eva tenían una comunión presencial con Dios, era una relación de persona a Persona. Para ellos Dios no era Invisible como para nosotros hoy. Cuando ellos desobedecieron al Señor, de inmediato se avergonzaron y escondieron de Su Presencia. El relato dice así: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto al aire del día: y escondiose el hombre y su mujer de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto.” (Génesis 3:8) Es la primera aparición de la palabra “presencia” y “presencia de Jehová Dios”. Recordemos que en la interpretación de las Escrituras, la primera mención de una palabra marca la interpretación del resto de la Biblia. Presencia es “presencia de Dios”. El ser humano tiene dos posibilidades: se acerca a la Presencia de Dios o huye de Su Presencia. ¿En qué condición está usted?

Los patriarcas y hombres santos de la Antigüedad anduvieron en la Presencia de Dios. Pudieron ser a veces mentirosos, cobardes y hasta adúlteros, pero no huyeron de la Presencia de Jehová Dios, como lo expresa el anciano Jacob: “Y bendijo á José, y dijo: El Dios en cuya presencia anduvieron mis padres Abraham é Isaac, el Dios que me mantiene desde que yo soy hasta este día” (Génesis 48:15)

Los salmos, el libro de cantos y adoración a Dios del pueblo de Israel, tiene el propósito de llevar a sus lectores a la misma Presencia del Creador y Sustentador del universo. “Entre mi oración en tu presencia: Inclina tu oído á mi clamor.” (Salmos 88:2)

En el Nuevo Testamento los apóstoles anuncian el Evangelio de Jesucristo, proclamando a los pecadores: “Así que, arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados; pues que vendrán los tiempos del refrigerio de la presencia del Señor” (Hechos 3:19) No hay conversión, cambio de camino –del camino ancho de perdición al camino angosto de salvación-, traslado de Reino, en fin nuevo nacimiento, sin arrepentimiento. Pero el arrepentimiento no es un acto sino una visión radiográfica de nuestra alma, hecha por el Espíritu Santo a través de la audición de la Palabra de Dios. Digo esto porque nada más hay que añadir a la fe para ser salvos, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios” (Efesios 2:8) Sólo así viene la salvación y los tiempos del refrigerio, los tiempos de descanso. La salvación del pecado, del mundo y del diablo, implica descansar de un tormento permanente para el alma. Ahora el espíritu es lleno de Dios y el alma y el cuerpo comienzan a ser gobernados por Cristo como Señor, lo cual es un refrigerio espiritual. ¿De dónde viene este descanso, esta paz de la conciencia y el ser entero, cuando somos perdonados por Dios? Pues sencillamente de Él. De Su Presencia procede la paz.

Otro pasaje del Nuevo Testamento que habla acerca del término que nos ocupa es este: “Para que ninguna carne se jacte en su presencia.” (1 Corintios 1:29). Para comprenderlo mejor necesitamos conocer los versículos anteriores. Dios desea que nadie, ningún ser humano pecador, se sienta orgulloso de algo ante Él. No lo dice por los ángeles ni otra criatura sino por nosotros, judíos y gentiles, cristianos y no cristianos; lo dice por todos los hombres y mujeres del planeta: que ninguna carne se jacte en su presencia. Los versos que preceden son los siguientes: “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; / sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; / y lo vil del mundo y lo menospreciado escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es” (1 Corintios 1:26-28). Quien se acerque a Su Presencia deberá reconocer su condición de inmundo pecador y el hecho de llegar a Su Presencia no nos habilita para enorgullecernos. Tendemos a pensar, en nuestra cultura, que quien puede acercarse a Él ya es un “santo”. Nominalmente para Dios somos “santos”, apartados para Él; la sangre de Jesucristo ha lavado nuestros pecados y nos da entrada libre a la Presencia de Dios. Pero es una “santidad” imputada y en proceso –santificación- de la cual no podemos gloriarnos pues ha sido conquistada para nosotros por Jesucristo, por medio de Su sacrificio de sangre “Para que ninguna carne se jacte en su presencia.”

QUÉ DICE EL IDIOMA ACERCA DE LA PRESENCIA.
Ya hemos visto, a grandes pinceladas, lo que la Sagrada Escritura nos dice sobre “presencia”, en particular “la presencia de Dios”. Investiguemos ahora qué podemos aprender del diccionario, acerca de esta palabra. Siempre aclarar términos y revisar nuestro idioma, es positivo y nos ayuda a comprender mejor el contenido de nuestro Sagrado Libro.

La primera definición de presencia es “asistencia personal”, como cuando niños y estábamos en la escuela, la profesora nombraba el apellido de cada uno y respondíamos “¡presente!” al escuchar nuestros nombres. Si un compañero no se hallaba en clases, decíamos “ausente”. Como en una clase, podemos estar ausentes o presentes ante Dios. Para Él todos están presentes en su memoria, pero hay muchos que viven como ausentes de Dios. En verdad “no están en clases”.

La otra definición del idioma para la palabra “presencia” dice relación con el modo o “estado de la persona que se halla delante de otra u otras o en el mismo sitio que ellas”. Es cosa de recordar un velorio. La presencia de la esposa del fallecido es muy distinta a la de sus compañeros de trabajo o a la de un amigo de la familia. Esta presencia es reconocible por el talle, la figura y disposición del cuerpo. Por eso se habla de “presencia de ánimo”. ¿Cómo es nuestra presencia en los distintos eventos de la vida? La presencia –actitud, vestuario, palabras, actuaciones- hay que modelarlas de acuerdo al lugar y tiempo que estamos viviendo. No podemos tener la misma presencia en un matrimonio que en un funeral, en la mesa a la hora de almuerzo que en el trabajo, en un templo que en un balneario. El Espíritu Santo nos guía en esa flexibilidad y adaptabilidad, más que la educación. Dios desea gobernar en nuestra presencia. La Presencia de Dios, en cambio, es siempre la misma; el es el Dios misericordioso y justo que está por sobre toda circunstancia.

Pero el vocablo que hoy nos preocupa, también significa “memoria de una imagen o idea, o representación de ella.” Cuando hemos amado mucho a una persona y ésta se ausenta, fácilmente podemos sentir su presencia, que no es otra cosa que su vívido recuerdo. Los animistas piensan que es el espíritu del que recordamos, pero en verdad es un hecho psicológico. En una obra de arte como “La Última Cena” de Leonardo da Vinci, se puede experimentar la presencia del pintor; como al escuchar la 9º Sinfonía de Ludwig Van Beethoven, en especial el último movimiento. Son obras maestras que perviven más allá de que su autor esté vivo o muerto. Obviamente para Dios, que es Dios de vivos y no de muertos, esas personas viven. Pero eso no significa que sus “presencias” estén con nosotros. Sus presencias se sienten en la huella que dejaron. Se recordará por siempre a Michael Jackson, “rey del pop”, por su expresión musical como cantante y bailarín, a través de los videos y discos, pero él ya está muerto. Su presencia vive en sus admiradores. En cambio Jesucristo vive realmente dentro de cada cristiano, en el Espíritu Santo, y eso es algo más que una forma de decirlo, es un hecho concreto y sobrenatural. Por otra parte Jesucristo resucitó y está vivo como Hombre y como Dios a la diestra del Padre, en los cielos. Su Presencia es real en los cielos y dentro de nosotros.

De acuerdo a todo lo anterior, podemos decir que la Presencia de Dios no es la memoria de una imagen o idea de Dios, ni la representación de Dios, sino que la existencia real y la asistencia de la Persona de Dios. Tampoco es la Presencia Divina un estado de ánimo de la persona o algo imaginativo, sino una “visión” concreta y real de Dios, que sólo se puede dar por la fe.

Queda claro que Dios es una Presencia Eterna y real, a la cual podemos acceder por medio de la fe en Jesucristo, quien ha abierto un camino nuevo para todos los hombres, a través de Su sacrificio perfecto: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura" (Hebreos 10:19-22). “Y he aquí, el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo; y la tierra tembló, y las rocas se partieron” (San Mateo 27:51)

Actualmente podemos orar, pedir, dar gracias, alabar y adorar a Dios con toda libertad, sabiendo que vamos directo a la Presencia de Dios, gracias a la obra perfecta de Jesucristo en la cruz. ¿Hay algo más que podamos hacer? Nada más, pues Su obra es perfecta. Pero ¿cómo ponemos en ejercicio este acercamiento a Su Presencia? ¿Cómo sentiremos su Presencia real en nosotros? La respuesta es: aprendiendo a orar, aprendiendo a pedir, aprendiendo a dar gracias, aprendiendo a alabar y adorar a Dios. ¿No tiene cada cristiano que aprender a vivir como cristiano? Todos estos asuntos de la “vida devocional o de piedad” deben ser enseñados y aprendidos en la Iglesia, tanto como los de la “vida de servicio”. Ciertamente la obra de Cristo es perfecta, pero para vivir Su legado necesitamos aprender a vivirlo. La adoración es uno de esos temas que tenemos que aprender. La pregunta, entonces es,

¿Qué debo aprender acerca de la Adoración?

Necesitamos aprender que la Adoración es:

1. LA HABITACIÓN DE DIOS.
Siempre ha sido voluntad de Dios habitar en el hombre. ¿Por qué? Es la única forma que éste alcance su plenitud y sea feliz. Nunca seremos exactamente dioses, pero sí participantes de “la naturaleza divina” (2 Pedro1:4) En otras palabras, podemos transformarnos en “habitación” o “casa” de Dios. La auténtica alabanza y adoración, que consiste no sólo en el culto religioso sino en toda una vida de santidad; nos conduce a ser habitación del Espíritu Santo, como dice el salmista “Pero tú eres santo, Tú que habitas entre las alabanzas de Israel.” (Salmo 22:3)

2. LA SINFONÍA DE LA CREACIÓN.
Alabar es elogiar a Dios, reconocer Sus cualidades y Sus obras. “¡Cuán glorioso es Tu Nombre en toda la tierra!” Adorar es ponernos al nivel de todas las criaturas que le reconocen y alaban, es entrar espiritualmente en Su Presencia eterna y unirnos a los coros celestiales en Su admiración y contemplación. Los cristianos, en nuestro culto racional (Romanos 12:1) tenemos que ser parte de esa gran sinfonía de la creación para Dios: “Alabad a Jehová desde los cielos; Alabadle en las alturas. / Alabadle, vosotros todos sus ángeles; Alabadle, vosotros todos sus ejércitos.” (Salmo 148:1,2)

3. EL DEBIDO CULTO A DIOS.
El culto es la actividad central de la Iglesia, cuando ésta se reúne para encontrarse con Dios. En el culto todos tienen el derecho y el deber de alabar y adorar. Los discípulos necesitamos aprender a alabar: a) Con gratitud a Dios; b) Con admiración por Su Persona; c) Con el entendimiento, siempre debe haber siempre una razón para alabar; y d) Con júbilo, alegría, gozo, a semejanza de los israelitas cuando reconstruían el templo en los tiempos de Esdras: “10 Y cuando los albañiles del templo de Jehová echaban los cimientos, pusieron a los sacerdotes vestidos de sus ropas y con trompetas, y a los levitas hijos de Asaf con címbalos, para que alabasen a Jehová, según la ordenanza de David rey de Israel. 11 Y cantaban, alabando y dando gracias a Jehová, y diciendo: Porque él es bueno, porque para siempre es su misericordia sobre Israel. Y todo el pueblo aclamaba con gran júbilo, alabando a Jehová porque se echaban los cimientos de la casa de Jehová. 12 Y muchos de los sacerdotes, de los levitas y de los jefes de casas paternas, ancianos que habían visto la casa primera, viendo echar los cimientos de esta casa, lloraban en alta voz, mientras muchos otros daban grandes gritos de alegría. 13 Y no podía distinguir el pueblo el clamor de los gritos de alegría, de la voz del lloro; porque clamaba el pueblo con gran júbilo, y se oía el ruido hasta de lejos.” (Esdras 3:10-13)

4. UN MODELO.
En el cielo hay una multitud de seres que brinda a Dios la debida adoración. Este es un modelo para nosotros. “Hágase Tu voluntad, como es hecha en los cielos, también en la tierra” El adorador: a) Clama por la salvación; b) Se Postra en adoración; c) Utiliza las siete palabras de adoración: bendición, gloria, sabiduría, gracias, honra, poder y fortaleza (Apocalipsis 7:12) Debiéramos llegar a ser, antes de ir al cielo, adoradores en todo tiempo, como aquellos de los que se dice: “Por esto están delante del trono de Dios, y le sirven día y noche en su templo; y el que está sentado sobre el trono extenderá su tabernáculo sobre ellos.” (Apocalipsis 7:15)

5. UNA VISIÓN.
Los cristianos tenemos una “visión y modelo de adoración”, registrado en la Palabra de Dios. Ésta nos dice que no estamos solos en el culto, que no nos acompañan únicamente nuestros hermanos de congregación sino millares de ángeles, todos los cristianos convertidos y los muertos en Cristo porque nos hemos “acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, / a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, / a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreos 12:22-24)

Otro aspecto de esta “visión” que nos da la Biblia es que la adoración ocurre en lugares celestiales (Efesios 2:6) puesto que “… la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre./…la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (San Juan 4:21, 23,24) Adoramos a Dios en el espíritu, en la Jerusalén celestial. La adoración, en definitiva es un acto sobrenatural.

CONCLUSIÓN.
A través de estas lecciones, hemos aprendido cinco verdades bíblicas acerca de la Adoración, a saber que la Adoración: 1. Es la habitación de Dios; 2. Es la sinfonía que interpreta toda Su creación; 3. Es el debido culto a Dios; 4. Es un modelo que encontramos en la Biblia (Apocalipsis, Salmos, Isaías, Ezequiel); y 5. Es una visión entregada por la Palabra de Dios.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Qué entiende usted por “Presencia de Dios”?
2) ¿Tiene usted dificultades para adorar a Dios?
3) ¿Ha construido usted en su mente la “visión” de adoración a Dios?
4) Adore a Dios, junto a los discípulos del Cenáculo, basado en los principios del acápite 3 “Es el Debido Culto a Dios”.

BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.

domingo, agosto 02, 2009

COMPAÑEROS EN LA ADORACIÓN.


ADOREMOS
V PARTE

Lectura Bíblica: Efesios 5:19,20

Propósitos de la Charla: a) Que el discípulo tenga una “visión y modelo de adoración”; b) Identificar quienes nos acompañan sobrenaturalmente en la adoración.


Es muy conveniente tener una “visión de adoración”. Ésta, ya lo hemos dicho, nos la entrega la Biblia, en aquellos pasajes que muestran cómo es la adoración en los cielos (Apocalipsis 4, 5, 7; 15:3,4; 19:1-8). Tal acción de los seres celestiales, más otros pasajes en que se registra como alababa el pueblo de Israel y luego la Iglesia del primer siglo, nos sirven de “modelo” para nuestro culto de adoración al Señor.

Podemos hacernos diferentes preguntas acerca de este tema, como por ejemplo ¿Qué es adorar? ¿A quién adoramos? ¿Dónde adoramos? ¿Cómo adoramos? ¿Por qué adoramos? Usted, guiado por el Espíritu Santo y la Palabra de Dios, puede perfectamente responder estas interrogantes. ¿Qué finalidad tiene esto? Se preguntará un discípulo cuestionador –que siempre los hay en una congregación- y respondemos de inmediato que siempre es conveniente estar conscientes de que lo que hacemos tiene un sentido para la fe. No es productivo para la Iglesia ni para nuestra relación con Dios hacer las cosas por pura tradición, por que “se usa”, o porque “todos lo hacen” y “siempre se ha hecho así”.

Mas hoy día el Espíritu Santo quiere llevarnos a reflexionar en base a la pregunta ¿Dónde y con quién adoramos? ¡Qué cosa tan simple, tan de Perogrullo, dirá usted! Pero no es tan así… Ciertamente adoramos al Señor en el culto del domingo, del sábado o el jueves, junto a toda la congregación. Pero ¿cuándo estamos solos? ¿Adoramos solos con nosotros mismos y con el Espíritu Santo nada más? ¿Qué nos dirá la Biblia al respecto?

“La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16)

“hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; / dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.” (Efesios 5:19,20)

“¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación.” (1 Corintios 14:26)

A juzgar por los textos anteriores, nuestra oración, alabanza y adoración, ocurre concretamente entre los hermanos. Sin embargo hay unos versículos en el libro de Hebreos que nos abren un panorama apasionante y revelador acerca de aquellos que nos acompañan en la adoración. Cuando adoramos a Dios no lo hacemos solos, aunque físicamente estemos solos, sino que nos unimos a la adoración de un mundo espiritual sobrenatural. Porque nos hemos “acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, a la compañía de muchos millares de ángeles, / a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos, / a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.” (Hebreos 12:22-24)

Antes de enfrentar este pasaje, veamos –como corresponde a toda buena exégesis- el contexto en que se desarrollan las ideas.

¿Cuál es el tema de la carta a los Hebreos?
Esta epístola fue escrita para cristianos de origen hebreo, quienes siempre estaban en peligro de confundir la doctrina cristiana con el judaísmo o bien aún conservaban costumbres y leyes ceremoniales del judaísmo. El escritor se propone mostrarles que ahora están en una nueva etapa de su vida, que ya no viven bajo las normas del Antiguo Testamento, sino que en el Nuevo Pacto. Hay en sus conductas una tendencia a desvalorizar el mensaje de Jesucristo, atendiendo mayormente a los preceptos veterotestamentarios. La intención del escritor será, pues, enfatizar la importancia y mayor altura de este Nuevo Pacto. ¿No desvalorizamos nosotros muchas veces con nuestras actitudes y palabras el mensaje del Evangelio?

¿De qué habla el capítulo 12 de Hebreos?
Ya el capítulo 11 se ha referido a la fe –ese clásico y magistral pasaje- comenzando con la definición, la importancia que Dios le da a la fe en su relación con nosotros, y los ejemplos de fe que tenemos en el Antiguo Testamento.

El capítulo 12 se inicia con un “Por tanto, nosotros también,” (Hebreos 12:1) queriendo decir: debido a todo lo anterior. Y continúa: “teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos,” Todos aquellos testigos y mártires de la fe, que vivieron antes de Cristo, y que caminaron sólo por fe “como viendo al Invisible”, son un ejemplo para nosotros los cristianos, judíos o gentiles. Nosotros, que hemos visto a Jesucristo, que sabemos fehacientemente que Él es real y que dio su vida por nosotros, no tenemos excusa para decaer en la fe.

Entonces “despojémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, / puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios.”

Se nos invita en este capítulo a mirar la valentía de Jesucristo y a no desmayar, “combatiendo contra el pecado” (Hebreos 12:3-5a)

En este capítulo aparece aquel concepto tan caro al Discipulado, como es la disciplina o trato de Dios hacia el cristiano: “Hijo mío, no menosprecies la disciplina del Señor, Ni desmayes cuando eres reprendido por él; / Porque el Señor al que ama, disciplina, Y azota a todo el que recibe por hijo.” (Hebreos 12:5b,6) basado en el texto de Proverbios, “No menosprecies, hijo mío, el castigo de Jehová, Ni te fatigues de su corrección; / Porque Jehová al que ama castiga, Como el padre al hijo a quien quiere.” (Proverbios 3:11,12)

Establecido que somos deudores, sobre todo los hebreos, a aquel pueblo antiguo que caminó por fe; que debemos imitar a nuestro Señor y Salvador en valentía, y apreciar la disciplina del dolor, porque da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados (Hebreos 12:11); nos anima a abandonar todo aquello que atenta contra nuestra vida de fe: “levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas; / y haced sendas derechas para vuestros pies, para que lo cojo no se salga del camino, sino que sea sanado. / Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor.” (Hebreos 12:12-14)

Advierte el texto aquello que tan útil nos es en el trabajo de Sanidad Interior: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados” (Hebreos 12:15) Tanto en el desarrollo individual del discípulo como en el colectivo de la comunidad cristiana, aquí el texto es de enorme ayuda. Aquellos que acumulan frustración y amargura, esos que rechazan la gracia de Dios, son verdaderos fornicarios, porque mezclan lo sagrado con lo profano.

Luego enfatiza lo grave de nuestra posición frente a Dios, más seria aún que la de los israelitas del Antiguo Pacto. Hace entonces un paralelo entre ambas situaciones. Veamos:

(Antiguo Pacto)
“Porque no os habéis acercado
al monte que se podía palpar”
(Nuevo Pacto)
Nos hemos acercado a un monte celestial: “sino que os habéis acercado al monte de Sion,”

“y que ardía en fuego, a la oscuridad,
a las tinieblas y a la tempestad,

Nos hemos acercado a un Reino de Luz: “a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial”

“al sonido de la trompeta,
y a la voz que hablaba,
la cual los que la oyeron rogaron
que no se les hablase más”

“a la compañía de muchos millares de ángeles,”

“porque no podían soportar lo que
se ordenaba: Si aun una bestia tocare
el monte, será apedreada, o pasada con dardo”

“a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos, a Dios el Juez de todos, a los espíritus de los justos hechos perfectos,

“y tan terrible era lo que se veía,
que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando;

“a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel.”

¿Cuál Pacto es más terrible, más comprometedor, trae mayor responsabilidad? ¿El de aquellos que procuraban con esfuerzo cumplir la Ley, o el de los que han conocido cara a cara al Dios que cumplió la Ley por ellos? ¿Cuál es más terrible, porque exige más: el Antiguo o el Nuevo Pacto? El Antiguo exigía algo que el hombre no podía cumplir, así todo muchos testificaron mejor que nosotros. El Nuevo exige sólo lo que el hombre puede obedecer, porque nos ha dado todas las herramientas para cumplir Su Ley: el Espíritu Santo y a Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Indudablemente el Nuevo Pacto es más radical que el Antiguo. El Pacto de Gracia ha sido mal entendido, lo hemos interpretado como “haz lo que quieras, pues ya eres salvo”, “ahora hay chipe libre”, “la libertad de Cristo es libertad para pecar” ¡craso error! El Nuevo Testamento es un Pacto de santidad firmado con la preciosa sangre de Jesucristo, que habla mejor que la de Abel y con la muerte de cada cristiano ¿Acaso no es el bautismo la muerte del viejo hombre y la resurrección de uno nuevo?

La advertencia del escritor de Hebreos es clara: “Mirad que no desechéis al que habla. Porque si no escaparon aquellos que desecharon al que los amonestaba en la tierra, mucho menos nosotros, si desecháremos al que amonesta desde los cielos.” (Hebreos 12:25) Estamos frente al mismo Dios del Antiguo Testamento; si antes conmovió la tierra, ahora conmoverá tierra y cielo, para que permanezca aquello que no podrá jamás moverse (v.26) Hemos recibido un reino inconmovible, eterno y perfecto; tengamos entonces gratitud y “sirvamos a Dios agradándole con temor y reverencia” (v.28) En el Nuevo Pacto hemos aprendido que “Dios es amor” (1 Juan 4:8), mas Hebreos nos recuerda que también “Dios es fuego consumidor” (v.29)

En resumen podemos decir que el capítulo 12 de Hebreos nos insta a poner los ojos en Jesucristo para no decaer en la fe.

¿DÓNDE Y CON QUIÉN ADORAMOS?
¿Quiénes son nuestros compañeros en la adoración? En el contexto de la adoración nos será tremendamente útil recordar y visualizar esta realidad celestial revelada en la carta a los Hebreos, y que responde a la pregunta inicial: ¿Dónde y con quién adoramos?

1. ADORAMOS EN LUGARES CELESTIALES
“sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial” (Hebreos 12:22a)

“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, 4 según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, 5 en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad, 6 para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado,” (Efesios 1:3-6)

“a fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en Cristo.” (Efesios 1:12)

“y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús,” (Efesios 2:6)

Cuando adoramos estamos en cuerpo en el lugar (templo, casa, parque, etc.) pero en espíritu estamos en la Jerusalén celestial.
“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (San Juan 4:23,24)

2. ADORAMOS CON MILLARES DE ÁNGELES.
“a la compañía de muchos millares de ángeles” (Hebreos 12:22b)

Los cristianos, cuando adoramos, lo hacemos junto a millares de seres celestiales, aunque no nos percatemos. Los seres celestiales muchas veces se nombran como ángeles; Ángel significa mensajero, y por eso a todos los espíritus celestes se les llama ángeles, en cuanto que manifiestan las cosas divinas. Son de nueve tipos, divididos en tres grupos o jerarquías:
1. Consejeros celestiales
2. Gobernadores celestiales del Universo.
3. Mensajeros celestiales, los más cercanos a los hombres.
En la primera están los Querubines, Serafines y Tronos; en la segunda las Dominaciones, Virtudes y Potestades; y en la tercera los Principados, Arcángeles y Ángeles. Cada ángel tiene su propia función y su propio orden.

a) Querubines (Ezequiel 1)

b) Serafines (Isaías 6:2) A los Serafines se les llama ardientes o abrasantes, cosa propia del amor y que procede de la gracia, pues se difunde en nuestros corazones por el Espíritu Santo, que se nos ha dado (Romanos 5:5). Esto no se ha de entender sólo de los cristianos, sino que también puede afirmarse de los santos ángeles. Los órdenes en los ángeles no proceden de la naturaleza, sino de la gracia y de la Sagrada Escritura, que los nombra así.

c) Tronos (Colosenses 1:16) El nombre de Tronos se explica por su semejanza con los asientos materiales, en los cuales se deben tener presentes cuatro cosas: 1) Primera, el sitio, porque así como los asientos materiales se elevan sobre la tierra, así los ángeles llamados Tronos se elevan hasta conocer directamente en Dios las razones de las cosas. 2) Segunda, la solidez, porque el que en ellos se sienta toma posición estable, aunque aquí sucede al contrario, pues los ángeles mismos son consolidados por Dios. 3) Tercera, que el asiento recibe al que en él se sienta y éste puede ser llevado en él, e igualmente estos ángeles reciben a Dios en sí mismos, y en cierto modo lo llevan a los inferiores. 4) Cuarta, la figura, porque el asiento está abierto por un lado para recibir al que en él se sienta, y así también estos ángeles están como abiertos por su prontitud para recibir a Dios y ser sus servidores.

d) Dominaciones (Efesios 1:21)

e) Virtudes (Efesios 1:21) Las Virtudes tienen poder sobre la naturaleza corporal para obrar milagros.

f) Potestades (Efesios 1:21) Las Potestades alejan a los espíritus malos, como lo hacen las potestades terrenas con los malhechores (Romanos 13:1-4).

g) Principados (Efesios 1:21)

h) Arcángeles (San Judas 6) Los Arcángeles son considerados como Ángeles príncipes, porque, comparados a los ángeles, son príncipes, y, comparados a los Principados, son ángeles. Son mensajeros de las cosas grandes.

i) Ángeles. Los Ángeles y Arcángeles anuncian a los hombres, ya las cosas grandes que rebasan la razón, ya las pequeñas que caen bajo su dominio También puede decirse que se denomina especialmente orden de ángeles el ínfimo orden, por ser éstos los que inmediatamente nos anuncian las cosas directamente.

3. ADORAMOS CON TODOS LOS CRISTIANOS CONVERTIDOS.
“a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (Hebreos 12:23a)

Hay una Iglesia Peregrina, la que camina en esta tierra luchando para establecer el Reino de Dios en las vidas de muchos. La otra es la Iglesia Triunfante, formada por todos los cristianos que duermen y que ya están en la presencia del Señor.

Como peregrinos nos unimos a todos los cristianos cuyos nombres están escritos en el libro de la Vida. Pablo nos habla de ese libro celestial cuando dice “Asimismo te ruego también á ti, hermano compañero, ayuda á las que trabajaron juntamente conmigo en el evangelio, con Clemente también, y los demás mis colaboradores, cuyos nombres están en el libro de la vida.” (Filipenses 4:3) También el libro de Revelación nos habla de la existencia de ese libro: “Y vi los muertos, grandes y pequeños, que estaban delante de Dios; y los libros fueron abiertos: y otro libro fue abierto, el cual es de la vida: y fueron juzgados los muertos por las cosas que estaban escritas en los libros, según sus obras.” (Apocalipsis 20:12); “Y el que no fue hallado escrito en el libro de la vida, fue lanzado en el lago de fuego.” (Apocalipsis 20:15)

Cuando adoramos a Dios Padre y a Su Hijo Jesucristo, lo hacemos junto a toda la Humanidad convertida. Esto es lo que se llama “la comunión de los santos”. Hoy día, si alguien nos llama santos, lo más probable es que demos un respingo. Somos demasiado conscientes de nuestras imperfecciones para aceptar este título. No obstante, todos los fieles del Cuerpo de Cristo en la Iglesia del primer siglo eran llamados santos. Es el término favorito de San Pablo para dirigirse a los discípulos de las comunidades cristianas, escribiendo a "los santos de Efeso" (Efesios 1:1) y a "los santos que se encuentran en toda Acaya" (2 Corintios 1:1)

4. ADORAMOS A DIOS PADRE.
“a Dios el Juez de todos” (Hebreos 12:23b)

El Objeto de nuestra adoración es Dios, el Juez de todos. En Él se centra la alabanza. Para Él son las siete las palabras de adoración: bendición, gloria, sabiduría, acción de gracias, honra, poder y fortaleza, como lo expresan los ángeles “diciendo: Amén. La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén.” (Apocalipsis 7:12)

Adoramos al Dios que es Persona, Espíritu, Soberano, Absoluto, Único, Omnipresente, Eterno, Inmenso, Omnisciente, Todopoderoso (ver “¿Quién eres Señor?, Teología de Dios”) Le adoramos por sus proezas (Salmo 150:2) y obras maravillosas (Salmo 139:14).

5. ADORAMOS CON TODOS LOS MUERTOS EN CRISTO.
“a los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23c)

Todos aquellos hermanos que han muerto, están ya en la presencia del Señor adorándole. En la cruz, nuestro Señor dijo al ladrón bueno: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso.” (San Lucas 23:43) En la parábola de el mendigo Lázaro y el rico (San Lucas 16:19-31) el primero fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El patriarca expresa que ahora éste es consolado aquí. Ya que Dios está en la eternidad, fuera del tiempo humano, quienes salimos de esta vida, ingresamos a la eternidad, ya sea para sufrir condenación como para disfrutar de Su gloria.

Al entrar en adoración, lo hacemos junto a aquellos amados que ya partieron, a los discípulos de Jesucristo de toda la historia de la cristiandad y junto a los familiares cristianos que han dormido en Cristo. Si pensamos en términos de eternidad, es probable que también estén allí los futuros cristianos que morirán en Él.

Este realidad sorprendente queda en evidencia cuando el Señor dice: “Porque Dios no es Dios de muertos, sino de vivos, pues para él todos viven.” (San Lucas 20:38)

6. ADORAMOS A JESUCRISTO.
“a Jesús el Mediador del nuevo pacto, y a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24)

Queda claro el lugar donde adoramos a nuestro Señor todos los cristianos: en lugares celestiales. ¿Con quién adoramos? con millares de ángeles, con todos los cristianos convertidos y con todos los muertos en Cristo. El Objeto de nuestra adoración, según el texto, es Dios el Juez justo y el Señor Jesucristo.

Este Jesús ha servido como Intermediario o Mediador de un Nuevo Pacto, ya no en base a un acuerdo entre un humano pecador, llamado Moisés, y Él que es Santo; tampoco basado en la obediencia de hombres imperfectos y pecadores; sino un Pacto que se fundamenta en la obediencia de un Hombre-Dios, llamado Jesucristo, y el derramamiento de Su sangre, la “que habla mejor que la de Abel”

La obra de Cristo en la cruz es tan magnífica que no queda otra cosa que reconocerla y adorarle a Él, autor de nuestra salvación. Aquí tenemos la principal razón para adorar a Jesucristo, por su proeza, por su obra maravillosa. Él “nos ha sido hecho por Dios sabiduría, justificación, santificación y redención” (1 Corintios 1:30)


PARA REFLEXIONAR:
1) ¿No desvalorizamos nosotros muchas veces con nuestras actitudes y palabras el mensaje del Evangelio?
2) ¿Qué personaje de la Biblia, dice la Escritura que caminó “como viendo al Invisible”?
3) ¿Quiénes son sus compañeros en la adoración?
4) ¿Dónde y con quién adora usted?


BIBLIOGRAFIA
1) “La Santa Biblia”, Casiodoro de Reina, revisión de 1960, Broadman & Holman Publishers, USA.
2) Juan Carlos Ortiz, “Logros de la Cruz: Acceso al Trono de Dios”, Ministerio Hispano de la Catedral de Cristal, Garden Grove, California, USA., 2001.
3) Juan Carlos Ortiz, “El Discípulo”, edición revisada, Editorial Peniel, Argentina, 2007.
4) Santo Tomas De Aquino, “Suma Teológica, Tratado De Los Ángeles”