sábado, agosto 28, 2010

DIOS TE LLAMA.


EL LLAMADO DE DIOS
I PARTE


Lectura bíblica: San Mateo 11:28-30

Propósitos de la charla: a) Comprender, escuchar y sentir el llamado de Dios; b) Descubrir la Persona de Jesucristo como Salvador.


“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” (San Mateo 11:28-30)


Entrégale tu vida a Jesucristo y Él te hará feliz. Él te dice “Venid a mí”. Es un llamado para “todos los que estáis trabajados y cargados”. No hay un ser humano que pueda decir que no tiene problemas. Las dificultades son inherentes a la vida. Todos sufrimos algo en nuestro cuerpo, alma o espíritu. Por lo tanto, cuando Jesús nos llama y nos dice “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados”, Él sabe perfectamente por qué hace este llamado. Dios tiene una respuesta a nuestros problemas. Estos pueden ser de salud, económicos, emocionales, sentimentales, etc. mas lo que sean provocan un peso en el alma que nadie, sólo Él, puede alivianar.

Jesucristo sabe de nuestro trabajo, de nuestro esfuerzo por ser felices y como fracasamos en ello, porque seguimos nuestros propios caminos. Nadie podrá alcanzar la felicidad en esta vida ni en la eternidad si no sigue los patrones Divinos. Él conoce nuestras cargas, aquello que llevamos sobre nuestra mente como culpa, herida o trauma, sabe de nuestra ignorancia espiritual y de los prejuicios que cargamos, los que atentan contra nuestra felicidad. Por eso nos dice “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”

El único que podrá dar descanso a nuestra alma es Jesucristo. Para ello hizo Su trabajo en la tierra. Dios el Padre le envió a hacerse humano y Él predicó la Buena Nueva o Evangelio a todo el mundo, formó apóstoles para que anunciaran después de su muerte ese mensaje y edificaran la Iglesia, este edificio espiritual que es “baluarte de la Verdad”. Su mensaje libera, cambia las mentes, abre nuestros ojos y pone otra mirada en la persona, comienza a ver la vida distinta.

Jesucristo hizo Su trabajo en la cruz del monte Calvario, allí tomó nuestro lugar y murió por nuestros pecados. Es lo que los teólogos llaman Su ministerio de sustitución, pues Él nos sustituyó en la cruz. Éramos los seres humanos pecadores quienes merecíamos la muerte, puesto que “la paga del pecado es muerte”; más Él tomó sobre sí ese pecado, Él murió por nosotros. Su obra ya está hecha y es perfecta, porque es obra de Dios. Prueba de ello es que, después de morir, el Padre le resucitó. Hoy Jesucristo vive eternamente a la diestra de Dios Padre.

En este texto Su invitación es a seguirle “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. / Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; / porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga” Si depositamos cargas, deseos, ideales, búsquedas, frustraciones, penas, en fin todo nuestro ser en Él, hallaremos descanso, el anhelado reposo espiritual. ¿Quién no quiere tener paz en su corazón y soportar tranquilamente las circunstancias de la vida? Eso es posible si te entregas a Él pues así lo ha prometido: “os haré descansar.”

La invitación de Jesucristo, Maestro espiritual, Hijo de Dios, Salvador del Hombre, es muy clara. Su invitación no es a una vida fácil y sin problemas, pero sí a una vida de reposo en Él, una vida de descanso para el alma, una vida de gozo espiritual. Por eso nos dice “Llevad mi yugo sobre vosotros”, porque el verdadero discípulo de Jesucristo es uno que, como aquella pareja de bueyes que tira el arado o la carga en el campo, va junto a Su Compañero tirando en la misma dirección. En esta figura podemos ver a Jesús como el Buey obediente y sumiso que lleva sobre sí el yugo de Dios, y nosotros acompañándole en esa tarea. “Llevar el yugo” es, en otras palabras, someterse a la autoridad de Dios, someterse deponiendo cualquier orgullo, y aceptar Su gobierno o Reino. Esto es entrar en el Reino de Dios.

Tal camino implica un aprendizaje que comienza con la imitación de Jesucristo. Él es el Maestro que nos enseña con Su propia vida lo que debemos hacer para caminar correctamente en la vida. y la primera lección es la mansedumbre: “y aprended de mí, que soy manso”. La Biblia representa en numerosos pasajes a Jesús como un Cordero, porque éste es un animal manso, que se somete fácilmente al pastor e incluso cuando se le sacrifica se entrega sin oposición. En el Tabernáculo judío se sacrificaba un cordero para perdón de los pecados del pueblo y en la fiesta de la Pascua se comía un cordero; ambos eran símbolo del “Cordero de Dios que quita el pecado del mundo”, Jesucristo.

A la mansedumbre agreguemos la humildad. Esta virtud se opone al orgullo. Es curioso saber que la palabra humildad tiene la misma raíz que “humus”, esa tierra formada por material en descomposición. Es preciso que nuestro ego se pudra y se humille ante Dios para asumir una actitud de obediencia. El corazón de las personas que están fuera del Reino de Dios, es un corazón orgulloso e incrédulo. La invitación de Dios es a ser “humilde de corazón” La fe verdadera consiste en creer en Dios, creerle a Dios y obedecer a Dios; no es una fe teórica.

Esta negación de sí mismo para permitir que sea Dios quien gobierne o reine en mi vida, es la abnegación cristiana. No es algo doloroso, repugnante ni molesto para quien lo vive, pues se llega a este camino por medio de la fe. Así encuentra el alma el descanso anhelado. El yugo de Jesucristo, el discipulado, seguirle a Él, es algo muy agradable, satisfactorio, lleno de bendiciones para nosotros, seguimiento que hace liviano cualquier problema, como Jesús lo dice: “porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga”

Hoy Dios te está llamando.
“Jesús les dijo: Yo soy el pan de vida; el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás” (San Juan 6:35)

El llamado de Jesucristo es para una vida de permanente crecimiento. Todos sabemos que para crecer se necesita una buena alimentación. En este caso, en el caso del crecimiento espiritual, la alimentación debe ser espiritual. ¿Qué podrá alimentar el espíritu? Nada más y nada menos que la vida sobrenatural, la vida que viene por medio de Jesucristo. Nuestro alimento principal y más nutritivo es Dios mismo, en la Persona de Jesús. Por eso Él dice “Yo soy el pan de vida”. En otro pasaje se compara al maná, alimento dado por Jehová, que los israelitas comieron en el desierto: “Yo soy el Pan vivo que ha descendido del cielo”[1]. En la última cena con sus discípulos estipuló que el pan consagrado de la Pascua sería representación de Su cuerpo y el vino de Su sangre, “porque mi carne es verdadera comida y mi sangre verdadera bebida”[2]. Con esto enfatiza que el alimento del cristiano es Él mismo. Los paganos de la época de los primeros cristianos nos acusaban de practicar la antropofagia, porque habían escuchado algo acerca de comer al Hijo de Dios y no entendieron.

Sabemos que la oración, la lectura y reflexión de la Biblia, la audición de la prédica, la alabanza y adoración, el ayuno y otras prácticas espirituales, alimentan nuestro corazón con fe y amor a Dios, pero en verdad esos son medios para comer del Único Alimento que es Jesucristo.

Él asegura “el que a mí viene, nunca tendrá hambre” pues sabe perfectamente lo que necesitamos. Busque usted a Jesucristo por medio de cualquiera de los medios de gracia antes mencionados, y recibirá su alma la porción necesaria para alimentar su fe. Diariamente necesitamos encontrarnos con Jesús; es el único que puede darnos el sustento espiritual eterno que requiere alma y espíritu.

Él ha dicho: “el que en mí cree, no tendrá sed jamás”. Aquella sed que el salmista manifiesta cuando exclama “Como el ciervo brama por las corrientes de las aguas, Así clama por ti, oh Dios, el alma mía. / Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo”[3], esa sed común a todo ser humano porque estamos sedientos de eternidad, esa sed sólo es saciada por la sangre del Cordero que quita el pecado del mundo. Comience usted a vivir comiendo y bebiendo de Cristo, de Su cuerpo y de Su sangre, de Su vida, y experimentará una felicidad incomparable a cualquier placer o goce de este mundo.

Tú escuchas Su llamado.
“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará; porque a éste señaló Dios el Padre.” (San Juan 6:27)

Trabajar es importante. Todos necesitamos hacerlo para ganar nuestro sustento. Quien no trabaja, que no coma[4], decía el apóstol Pablo, porque todos –es ley de la vida- necesitamos trabajar para ganarnos el pan. Éste es mucho más sabroso y satisfactorio si se obtiene con esfuerzo. Todas las personas valoran las cosas adquiridas con sacrificio. Muchas veces, cuando recibimos algo de regalo, nos alegramos pero no lo cuidamos tanto como cuando lo hemos adquirido con mucho esfuerzo. Si trabajamos tanto para obtener el sustento diario, los alimentos, la ropa, la casa, el agua, la luz eléctrica, la movilización, etc. ¿cuánto más no debemos trabajar por el alimento espiritual?

“Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece” nos enseña Jesucristo. Él no está diciendo que usted no valore el quehacer laboral para dedicarse a lo religioso, sino que está enfatizando a través de estas palabras, el valor de buscar la espiritualidad. Todos necesitamos alimentar nuestra alma y espíritu, así como alimentamos y cuidamos el cuerpo. Pero la mayor parte del tiempo estamos más ocupados en dar satisfacción a nuestras necesidades básicas materiales que a aquellas de carácter espiritual. Usted y yo necesitamos alimentar nuestra alma con palabras sabias, palabras que nos conduzcan a la vida eterna, palabras inspiradas por Dios. Estas palabras las podemos encontrar en la lectura de las Sagradas Escrituras, en la enseñanza o sermón del ministro de Dios en la Iglesia y en los múltiples medios de difusión escrita y hablada del mensaje del Reino de Dios. Escuchar, leer, estudiar y reflexionar en la Palabra de Dios no es una pérdida de tiempo, ni holgazanería ni algo sin importancia; es un trabajo espiritual que usted puede hacer en casa, solo/a o guiado/a por un discípulo de Jesucristo preparado para esa tarea de tutoría o discipulado. Al hacer esto usted estará dando cumplimiento al versículo que analizamos, trabajando “por la comida que a vida eterna permanece”

Otro modo de obtener alimento para el alma, o sea ideas positivas, esperanza eterna, amor de Dios, consejo del Espíritu Santo, fuerza de lo alto y todo tipo de virtudes cristianas, es la práctica de la oración. Orar es algo tan sencillo como conversar con Dios. No requiere mayor ciencia que su disposición a entregar todos sus pensamientos a Él. La oración no es un monólogo ni la utilización de frases repetidas, sino que un diálogo con el Creador. Usted le expone sus anhelos, inquietudes, necesidades, alegrías y penas; y Él le responde en su alma, pone pensamientos en su corazón. Para conversar con Dios, también usted puede valerse a veces de Su Palabra, es decir leer con oración algún pasaje del Evangelio y conversarlo con Dios. Puede tomar como modelo sencillo de oración el Padre Nuestro y agregar a cada una de sus partes sus propios sentimientos. Personalmente acostumbro orar en este orden: 1. Alabo a Dios Trino por Su grandeza; 2. Doy gracias a Dios por sus beneficios; 3. Presento a Dios mis peticiones. A veces el Espíritu Santo nos conduce a pedir perdón, a hacer alguna oración especial por alguien o a leer determinado pasaje de la Biblia. En verdad no hay normas estrictas en esta comunión con el Padre, Jesucristo y el Espíritu Santo. Orar también es un trabajo que trae gran rentabilidad a nuestro espíritu.

En esta línea de pensamiento, usted ya comprenderá que hay otros medios de gracia que nos otorgan gran beneficio espiritual, como por ejemplo: asistir a la oración de la comunidad cristiana, ayudar a los necesitados, ofrendar para la obra de Dios, ayunar y anunciar el Evangelio. Todos ellos son trabajos que producirán vida en nosotros, no la vida biológica, sino la vida espiritual, la llamada vida eterna.

Pero es necesario precisar que nada de lo que hagamos tendrá valor y traerá verdadera bendición y vida eterna a nuestra vida cotidiana, si no está basado en la fe en Jesucristo. Sólo por la intervención del Hijo de Dios en la historia humana, es que estas acciones religiosas (lectura sagrada, oración, comunión con la Iglesia, obras de misericordia, ofrenda económica, ayuno, evangelización) cobran sentido y pueden producir frutos espirituales. De lo contrario estaríamos practicando una religión de obras y esfuerzos únicamente humanos. El texto dice: “Trabajad… por la comida que a vida eterna permanece, la cual el Hijo del Hombre os dará…” Jesucristo y nadie más fue designado por Dios para darnos ese alimento eterno. Él se presentó como “el pan vivo que descendió del cielo”, o sea un alimento sobrenatural que da vida eterna al ser humano[5]. Jesús no es solamente la comida espiritual, sino que también es quien la sirve. Él mismo es el servidor de ese alimento. Y la comida que Jesucristo da es: a) la salvación del alma, b) la sabiduría de Dios y c) la sanidad de toda enfermedad espiritual. De este modo, cada vez que estemos haciendo el trabajo espiritual, sea solos, con nuestros hermanos o guiados por un ministro de Dios, tomemos conciencia que hay Uno que es superior y guía ese trabajo: Jesucristo, el Hijo del Hombre a quien señaló Dios el Padre.

Para poder ocupar ese lugar de preponderancia, Jesucristo renunció a Su trono de gloria, se hizo humano siendo divino y eterno, nació de una mujer y se sometió a todas las limitaciones que implica ser hombre. Jesús, como ser humano, renunció a ocupar un lugar importante, como ser rey y tener poder temporal; entregó su vida y se dejó capturar, torturar, avasallar por sus enemigos. Como cordero, mudo, fue conducido a la cruz, no reclamó ni usó de su poder divino para vengarse, se entregó hasta la muerte. Por su santidad de vida y por su entrega incondicional a Dios, se hizo merecedor del lugar que hoy ocupa en la Creación y en la Iglesia: Él es el primogénito de toda creación, cabeza del Cuerpo que es la Iglesia, el Señor y Cristo. Toda autoridad le ha sido dada en los cielos y en la tierra[6]. Ciertamente Él ya hizo todo el trabajo que nosotros debíamos hacer, y hoy solamente disfrutamos del resultado de su trabajo en la cruz. Si trabajamos por la comida que a vida eterna permanece y obtenemos mucho fruto espiritual, no es porque seamos tan santos, buenos y efectivos, sino porque el Hijo de Dios fue Santo, Bueno y Eficiente en Su sacrificio. El sembró, regó, fructificó y multiplicó la vida eterna; nosotros tan sólo hemos sido enviados a cosechar el fruto de Su trabajo. “porque a éste señaló Dios el Padre.”

¿Cómo hace Dios ese llamado?
“Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres por los profetas, / en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo” (Hebreos 1:1,2.)

Alguien podrá preguntar ¿y cómo hace Dios el llamado? Dios te está llamando hoy a ti y a todo hombre, mujer y niño que no le reconocen como Salvador y Señor de sus vidas, para que se reconcilien con Él. Mas ¿cómo hará Él ese llamado?

El Creador del Universo no es indiferente a Su creación, como no lo es un artista a sus obras, un científico a sus descubrimientos y teorías, o un inventor a sus ingenios. Dios nos ha hecho con amor de Padre y está interesado en cada uno de nosotros, sus criaturas. Algunos prefieren decir “creaturas” para destacar que no nos hicimos por la casualidad ni nacimos de la nada, sino que fuimos creados por el Todopoderoso. Por esto es que la Palabra de Dios afirma que Dios ha hablado muchas veces y de muchas maneras a los seres humanos.

Es interesante enterarnos que nuestro Creador haya querido comunicarse con el ser humano y lo hiciera en muchas ocasiones. Los que provenimos de una cultura judeo-cristiana sabemos que Él se comunicó con Adán y Eva, con Caín y Abel, con Noé, con Abraham, con Moisés, los patriarcas y los profetas. Es probable que haya querido comunicarse con otras culturas, pero lo cierto es que escogió a Su arbitrio, no porque fueran mejores, al pueblo de Israel, para enseñar al hombre Su Verdad y el camino de Salvación.

El modo de comunicación que tuvo Dios o Jehová, en el Antiguo Testamento siempre fue por medio del lenguaje. Él dio al ser humano dos herramientas de comunicación imprescindibles: el lenguaje hablado y la escritura. Sin alguna de estas dos habría sido imposible enterarnos de Su Voluntad, no conoceríamos Su Ley ni el modo que Él estableció para nuestra salvación eterna. La escritura permitió desde muy temprano dejar registros de la comunicación de Dios con Sus mediadores. Gracias a la escritura es que hoy podemos contar con las Sagradas Escrituras, donde se compendia todo el pensamiento de Dios referente a lo que Él espera de nosotros, los seres humanos.

Dice la Biblia que en otro tiempo Él habló a los padres por los profetas, es decir que Él se dirigió a quienes nos antecedieron en la fe, por medio de hombres santos, consagrados a Dios y con una gran visión. La característica principal del profeta es que es un visionario, alguien capaz de ver espiritualmente el mundo sobrenatural y comunicarse con la Divinidad. Ser profeta es un don de Dios. En el antiguo Pacto hubo profetas, en el Nuevo Pacto también los hay, es uno de los cinco ministerios repartidos a la Iglesia. Pues bien, en la Antigüedad Dios habló a Su pueblo por medio de los profetas. A veces el pueblo de Dios obedeció pero muchas veces desobedeció y tuvo que pagar el precio de su infidelidad al Señor.

El libro de Hebreos declara que en estos últimos días, Él nos ha hablado por el Hijo. Ahora ha utilizado la voz profética de Su Hijo Jesucristo. En realidad Jesucristo es una de las tres Personas de Dios. Dios es Trinitario: Padre, Hijo y Espíritu Santo. La segunda Persona de las Trinidad, Dios mismo, se hizo hombre y habitó entre nosotros para revelarnos al Padre y abrir un camino de salvación para los seres humanos. El apóstol Juan dice: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.[7] Nos relata acerca del encuentro del Maestro con la mujer samaritana junto al pozo como “Le dijo la mujer: Sé que ha de venir el Mesías, llamado el Cristo; cuando él venga nos declarará todas las cosas. / Jesús le dijo: Yo soy, el que habla contigo”.[8] El mismo Jesucristo asegura: “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida” [9]

No rehúses creer en Jesucristo; Él es el Mesías prometido; escucha Sus palabras y cree en Dios, que le envió. Así podrás pasar de muerte espiritual a vida eternamente.

Finalmente, el texto declara que Jesucristo fue constituido por Dios el Padre, “heredero de todo”. Jesús es el Hijo Primogénito de Dios, por tanto es quien merece heredar todas las cosas. Todo el Universo le pertenece a Él. Necesitamos aprender a respetarlo como tal, el Heredero. La otra razón por la que Jesús el Cristo, debe ser Heredero de todo es que por medio de Él –lo revela Hebreos 1:2 –fue hecho el universo. Recordemos que San Juan presenta a Jesucristo como el Verbo de Dios, la Palabra que se hizo hombre; y al principio del Génesis se ve a Dios “hablando” u “ordenando” con Su Palabra que se haga cada cosa. “Y dijo Dios: Sea la luz; y fue la luz”[10]. Cristo, la Palabra, ha hecho todas las cosas: “Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” [11], además: “En el mundo estaba, y el mundo por él fue hecho; pero el mundo no le conoció” [12]

Dios nos llama por medio de Jesucristo. Tal vez has escuchado a un predicador en la radio o en la televisión, has leído algún folleto u otra publicación cristiana, o alguna persona te ha hablado acerca de Dios. Has de saber que detrás de cada uno de estos medios está Dios, y más específicamente Jesucristo, el Logos de Dios, Su Palabra. Él es quien te llama hoy a servirle y amarle; Él, quien murió y resucitó por ti para darte salvación y vida eterna. Escucha y obedece Su llamado, el único que podrá hacerte completamente feliz.


¿Para qué te llama?
“Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. / Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:29,30)

1. Dios nos conoce desde siempre puesto que es nuestro Creador, como conoce un poeta sus poemas; como el novelista conoce cada personaje de sus novelas; como conoce el ingeniero la estructura, el funcionamiento y cada detalle de sus obras e inventos. Él nos conoce completamente, tanto física, psicológica y espiritualmente. Cada pensamiento, emoción, inclinación, debilidad y cualidades de los seres humanos, son conocidos por Dios. Nadie puede esconderse de Dios, el Todopoderoso Creador del universo. El conoce su estructura de personalidad y carácter, y sabía desde el principio de los tiempos, que usted habría de venir a Él, reconocer a Jesucristo y convertirse a Él.

2. Dios trazó nuestro destino. Nuestro Creador nos hizo libres para escoger entre el bien y el mal. Él sabía que algunos le seguiríamos y otros preferirían las cosas de este mundo. Es así que a los creyentes nos predestinó para pertenecerle a Él. La predestinación nuestra estuvo condicionada por lo que Él sabía que el hombre había de hacer en cuanto al evangelio debido a su libre albedrío. Dios escogió a los cristianos basado en algo que había en ellos, algo que Él sabía iban a hacer. De alguna manera, en los misterios de Dios, la predestinación trabaja mano a mano con una persona que es conducida por Dios[13] y cree para su salvación[14]. Dios predestina a quien será salvado, y debemos elegir a Cristo para ser salvados. Ambos factores son igualmente verdaderos.

También puede entenderse este pasaje desde otro punto de vista. La Palabra dice “Porque a los que antes conoció, también los predestinó para…” Está hablando exclusivamente de “los que antes conoció” o sea de los cristianos, de los que aceptarían Su mensaje. A ellos y no a los que no creyeron en Él, a ellos los “predestinó”, es decir trazó su destino. ¿Cuál es el destino de los discípulos de Jesucristo? Lo veremos en el próximo párrafo.

3. Dios nos está modelando a la imagen de Jesucristo. La meta que Dios tiene con nosotros es hacernos igual a Jesucristo, porque conformamos el Cuerpo de Cristo, ahora, Su Iglesia. Cada célula de este Cuerpo debe reunir todas las características del Señor, el cual es el Todo en todos. Esto significa que Dios quiere que tengamos las virtudes morales de Jesucristo: las tres teologales (fe, esperanza, amor) y las cuatro cardinales (prudencia, justicia, fortaleza, templanza); que vivamos el amor en sus nueve características (paciente, bondadoso, humilde, delicado, altruista, sereno, jovial, compasivo, magnánimo) y transitemos por el camino de las ocho bienaventuranzas (pobreza de espíritu, aflicción, mansedumbre, justicia, misericordia, pureza, paz, coherencia). Esta es la dimensión individual de Su obra en nosotros.

4. Dios nos da un Hermano Mayor como ejemplo y Modelo. Cristo es el Primogénito no en el sentido de ser el primero sino de ser el Único. Hemos sido llamados a negarnos a nosotros mismos para ser, más que “como Él”, parte de Él, Su Cuerpo. Formamos un solo Organismo con Jesucristo. Esta es la dimensión corporativa o colectiva de Su obra en nosotros.

5. Dios nos llamó a Su Reino. Nos llamó por medio del Espíritu Santo, mostrándonos la Persona de Cristo y Su sacrificio de amor en la cruz. Él nos llamó, no fue hombre ni organización quien nos llamó a Su Reino. Nos llamó, como lo tenía previsto desde siempre, por medio de la predicación de Su Palabra, porque “la fe viene del oír; y el oír, por medio de la Palabra de Dios.”[15]

6. Dios nos justificó en Jesucristo. Cuando nos llamó, nos hizo “ver” al Crucificado, al que murió para darnos la salvación. Éramos personas desobedientes a Dios, que no hacíamos justicia ni cumplíamos la voluntad de Dios. Por medio del sacrificio de Jesucristo hemos sido perdonados, limpiados y reconciliados por Dios; es decir hemos sido hechos “justos”. Si usted se mira a sí mismo/a es probable que se vea como pecador/a, pero ahora Dios le ve como “justo/a”. Hemos sido justificados gracias a nuestro Salvador Jesucristo.

7. Dios nos glorificó junto con Su Hijo Jesucristo. Esto es un asunto de fe. Actualmente estamos todavía en el mundo y, a pesar que somos “nuevas criaturas”, conservamos la naturaleza humana caída. Pero por la Escritura sabemos que un día se manifestará quienes somos: “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él. / Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es. / Y todo aquel que tiene esta esperanza en él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.”[16]. Desde el punto de vista de Dios, ya hemos sido glorificados, como lo demuestra la Palabra de Dios cuando dice: “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos), / y juntamente con él nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús, / para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.” [17]

¡Qué maravilloso es el plan de Dios para los que le aman! Dios le conoció a usted antes que usted naciera, le predestinó para que fuese modelado a la imagen de Su Hijo, luego le llamó por Su Palabra, le justificó por medio del sacrificio de Jesucristo en la cruz, y finalmente le sentó en gloria con Él. ¿No es digno, nuestro Dios, de toda alabanza por tan perfecto y eterno propósito? Sí, Él le ha llamado a usted desde la eternidad, para ser ciudadano del Reino eterno de Dios.

Responde a su voz y no temas.
“No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.” (San Juan 14:1)

Jesucristo es algo más que un hombre santo que vivió hace más de 2.000 años. Jesucristo es algo más que un maestro de espiritualidad. Jesucristo es Dios. La Biblia enseña que Dios es Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Jesucristo es el Hijo, la Segunda Persona de la Trinidad Divina. Responder a Su llamado es hacerlo al llamado de Dios. Si crees que Dios existe y te ama, debes creer que Jesucristo es la máxima expresión de ese Amor. El Creador hizo todo el Universo por medio de Jesucristo, el Logos o Palabra de Dios. Este Logos se hizo humano: “y Aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad” [18]

Es un llamado de amor.
“18 Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; / 19 que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. / 20 Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios.” (2 Corintios 5:18-20)

El ser humano está en guerra contra Dios al negar su existencia y no vivir de acuerdo a Su voluntad. Pero tanto ha amado el Creador al ser humano que proveyó un medio de reconciliación: Jesucristo. El llamado de Jesucristo es el más amoroso llamado a la paz.

El llamado a la salvación.
“46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí no permanezca en tinieblas. / 47 Al que oye mis palabras, y no las guarda, yo no le juzgo; porque no he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo.” (San Juan 12:46,47)

Jesucristo es la luz de Dios, el amor y la gracia del Creador que ha venido a este mundo. Si tú recibes esa Luz y la aceptas, si tú crees en Él recibirás Su amor y Su Verdad. Ya no caminarás en tinieblas. Jesucristo declara que Él es el Salvador porque no ha venido a juzgar al mundo sino a salvarlo.


CONCLUSIÓN.
En esta primera lección te has enterado del maravilloso llamado que Jesús hace a tu vida, Él te dice “Venid a mí”. Hoy Dios te está llamando para darte descanso, a ti que has llevado tantas cargas en tu conciencia y jamás recibiste la verdadera paz. Tú escuchas Su llamado y nos preguntamos ¿cómo hace Dios ese llamado? La respuesta es clara: por medio de su Hijo Jesucristo, el Verbo de Dios. Él te llama con un propósito. ¿Para qué te llama? Para darte salvación, justificación, santificación y redención. Responde ahora a Su voz y no temas, es un llamado de amor, es el llamado a la salvación.


PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) ¿Cuál ha sido la más pesada carga en tu vida?
2) ¿Qué pasajes de la Biblia conoces?
3) ¿En qué circunstancias haces oración?
4) ¿Crees que el Señor te está llamando ahora a través de esta lección?
5) ¿Quién es Jesucristo para ti?
6) ¿Quieres responder a Su llamado?
7) Revise los textos a pie de página y cópielos en su cuaderno.


[1] San Juan 6:51
[2] San Juan 6:55
[3] Salmo 42:1,2
[4] 2 Tesalonicenses 3:10
[5] San Juan 6:51
[6] Colosenses 1:18
[7] San Juan 3:36
[8] San Juan 4:25,26
[9] San Juan 5:24
[10] Génesis 1:3
[11] San Juan 1:3
[12] San Juan 1:10.
[13] San Juan 6:44
[14] Romanos 1:16
[15] Romanos 10:17
[16] 1 Juan 3:1-3
[17] Efesios 2:5-7
[18] San Juan 1:14

martes, agosto 03, 2010

SEAMOS BUENOS HIJOS.


LA FAMILIA CRISTIANA
VII PARTE


Lectura bíblica: Efesios 6:2,3

Propósitos de la charla: a) Conocer, valorar y practicar los roles del buen hijo cristiano y la responsabilidad que tienen los hijos hacia los padres.


“40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él. / 41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; / 42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. / 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. / 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; / 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. / 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. / 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. / 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. / 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? / 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. / 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. / 52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (San Lucas 2:40-52)

El primer hijo en la Biblia fue Adán, pero él no tuvo un padre de carne y hueso, pues su padre directo era Dios. Tampoco tuvo una madre, ya que fue el primer ser humano sobre la tierra, no hubo otro humano que le precediera. Cuando Adán tuvo relaciones con su mujer Eva, pudo nacer el primer hijo de hombre y mujer, que fue Caín. Como nació después que sus padres pecaron de desobediencia, fue concebido con la semilla de la rebelión en su corazón. La primera pareja tuvo los hijos suficientes como para dar inicio a la raza humana. Se nombra a los principales: Caín, Abel y Set. Luego se sucederían, generaciones tras generaciones, miles de hijos de seres humanos, muchos de los cuales son ejemplos en la Escritura, en el sentido de que se narra sus actos buenos y malos, sus virtudes y defectos, y las consecuencias que ellos les trajeron. Pero, si hemos de buscar un paradigma de hijo tenemos que acudir a Jesús, el hijo de José y María, Jesucristo, el Hijo de Dios.

Habiendo ya tratado acerca de los roles del padre y esposo, y de la madre y esposa, cristianos, ahora corresponde que nos detengamos a considerar a los hijos. La primera pregunta que nos haremos nos llevará a respondernos cuál es la responsabilidad que tienen los hijos hacia sus padres, y es la siguiente:
¿Qué ordena Dios a los hijos?

Antes de responder ordenadamente esta interrogante, analicemos el caso de Jesucristo como hijo de José y María, y como Hijo del Padre. “40 Y el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él. / 41 Iban sus padres todos los años a Jerusalén en la fiesta de la pascua; / 42 y cuando tuvo doce años, subieron a Jerusalén conforme a la costumbre de la fiesta. / 43 Al regresar ellos, acabada la fiesta, se quedó el niño Jesús en Jerusalén, sin que lo supiesen José y su madre. / 44 Y pensando que estaba entre la compañía, anduvieron camino de un día; y le buscaban entre los parientes y los conocidos; / 45 pero como no le hallaron, volvieron a Jerusalén buscándole. / 46 Y aconteció que tres días después le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles. / 47 Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas. / 48 Cuando le vieron, se sorprendieron; y le dijo su madre: Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia. / 49 Entonces él les dijo: ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar? / 50 Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. / 51 Y descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos. Y su madre guardaba todas estas cosas en su corazón. / 52 Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres.” (San Lucas 2:40-52)

Jesús crecía y se hacía fuerte, como todo niño bien amado por sus padres, toda vez que Él era, además el Hijo de Dios. Este niño crecía, se fortalecía y adquiría sabiduría. Esta es una virtud infusa por el Espíritu Santo, no es una característica que se adquiera por mucho estudio o conocimientos dados por maestros. La Palabra de Dios dice que Él “se llenaba de sabiduría”, en otras palabras la gracia de Dios era observable en Él y parecía cada vez mayor. Dice que “la gracia de Dios era sobre él.”

Los versos anteriores relatan un hecho doloroso para sus padres terrenales, pero que da cuenta de la verdadera procedencia y prioridades de Jesús. Era tradición familiar que José, María y Jesús viajaran cada año a Jerusalén durante las fiestas de Pascua. Lo venían haciendo durante doce años. Cuando Jesucristo cumplió los doce, se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus papás. Éstos le buscaron entre los parientes y conocidos, sin hallarle. Recién a los tres días le encontraron. Estaba en el templo discutiendo con los doctores de la ley asuntos teológicos. Todos estaban sorprendidos de su perspicacia.

Más sorprendente fue su respuesta cuando su madre le dijo: “Hijo, ¿por qué nos has hecho así? He aquí, tu padre y yo te hemos buscado con angustia.” Él respondió: “¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” De esta respuesta nada infantil, sino de Alguien muy maduro y que tiene muy claro hacia dónde se dirige y a Quien está sujeto, se desprenden las siguientes conclusiones:
1. Los padres de Jesús aún desconocen Quién es Él, a pesar de las experiencias de la Anunciación y la Encarnación. Él pregunta “¿Por qué me buscabais?” Ellos le buscan porque lo habían perdido. Como humanos habían extraviado a su hijito, un ser muy amado, como cualquier padre de este mundo se habría angustiado.

2. Este asunto nos puede llevar a una conclusión más profunda: todos los seres humanos buscamos al Hijo de Dios, buscamos a Dios, que se nos ha perdido. Y Éste nos pregunta “¿Por qué me buscabais?” Estando tan cerca de cada ser humano, extrañamos a Dios. Él se revela de tres formas: la creación, la Palabra de Dios, la Iglesia. Necesitamos confiar y entregarnos a Él

3. José y María desconocían la tarea que debería cumplir Jesucristo: “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” De ahora en adelante Él se avocaría a prepararse para la misión que cumpliría a partir de los 30. En este relato el Hijo les enseña cuál será su trabajo, su “negocio”.

4. Como seguidores de Jesús tenemos idéntica prioridad, estar en “los negocios del Padre”. Esta es la tarea más importante en la vida de un cristiano: dar fruto abundante. Los frutos son las virtudes cristianas, las obras de amor y la multiplicación en nuevos cristianos.

5. Como Jesús, cada cristiano debe estar sometido primeramente al Padre celestial. Los padres humanos son imperfectos, aún cuando la mayoría aman a sus hijos. Mas Dios es el Padre Perfecto, Santo, Omnipotente, Omnipresente y Omnisciente, al que todo cristiano debe obedecer en primer lugar.

Sigue la Biblia contando que sus padres “no entendieron las palabras que les habló” al momento, pero luego lo meditarían y “su madre guardaba todas estas cosas en su corazón”. Lo sucedido no fue un acto de desobediencia sino de aclaración para los padres, los maestros de la ley, el pueblo y nosotros, que Él debía primero obediencia al Padre. Jesús “volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos”, sus padres.

“Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” Asimismo debe crecer cada niño en este mundo. Es un derecho del niño recibir el cuidado y la formación de sus padres, la sociedad y la Iglesia, para adquirir ese desarrollo integral, que abarca:

a) Crecer en sabiduría. La familia, la Iglesia y la sociedad deben posibilitar al niño los elementos necesarios para adquirir sabiduría eterna ante la vida. Esto es posible por medio del conocimiento de la Sagrada Escritura, revelación de Dios; el aprendizaje de la comunión con Dios en la oración, adoración, alabanza y meditación; la adquisición de los valores cristianos basados en las virtudes fundamentales de fe, paz, amor y esperanza; y el desarrollo de una actitud reflexiva e investigativa ante la vida; y todas las experiencias que le otorguen una visión trascendente de la vida.

b) Crecer en estatura. Hay una estatura física, que es como el niño es visto por otros, pero también hay una estatura moral, que es cómo se percibe a si mismo. En la medida que la persona tenga una conciencia viva que le acuse o apruebe ante sus propios actos, sentimientos y pensamientos, su estatura moral y espiritual crecerá. Todo niño tiene el derecho de ser educado en ese ámbito, el moral y ético. Los 10 mandamientos y todas las directivas de Jesucristo apuntan a la formación de una conciencia moral y el comportamiento requerido por Dios a los ciudadanos del Reino.

c) Crecer en gracia para con Dios y los hombres. La gracia es el favor inmerecido de Dios para con los seres humanos. Hemos sido salvados por Su gracia. Crecemos en la gracia cuando nos sometemos a la Divinidad y amamos Su voluntad. La gracia según los hombres es una cualidad o conjunto de cualidades que hacen agradable a la persona o cosa que las tiene. Crecemos en ese tipo de gracia cuando nuestro comportamiento es una expresión del amor de Dios, traducido en amor al prójimo. Paciencia, bondad, humildad, delicadeza, altruismo, serenidad, jovialidad, compasión, magnanimidad, son cualidades que alcanzan gracia para con los hombres. La educación y la religión pueden conducir al niño a la adquisición de estas virtudes, pero es el Espíritu Santo quien las produce como fruto. La familia, la Iglesia y la escuela tienen por deber facilitar estos desarrollos, labor que no siempre cumplen.

¿Estamos brindando al niño, como padres, pastores y maestros, las oportunidades para adquirir este crecimiento? ¿Estamos ocupados primeramente en los negocios del Padre? ¿Somos adultos respetuosos del llamado o vocación de los niños?

RESPONSABILIDAD DE LOS HIJOS HACIA LOS PADRES.
Veamos cual es la responsabilidad de los hijos hacia los padres, según lo que Dios nos enseña en la Biblia.

a) Honra a tus padres.
“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.” (Éxodo 20:12)
La Biblia enseña a los hijos a honrar a sus padres. Honrar es respetar, acatar a una persona, enaltecer o premiar un mérito, es dar honor a quienes nos trajeron a la vida. Gracias a nuestros padres hemos podido acceder a esta existencia y fuimos alimentados, formados y educados para la vida. Ellos merecen toda nuestra honra pues nos dieron lo más valioso en este mundo: la vida. Sea cual sea su comportamiento debemos respetarlos durante toda la vida. El niño debe respetarlos y acatar sus órdenes, salvo en casos extremos, cuando un padre solicita algo inaceptable. Todo hijo debe enaltecer y premiar a sus padres, especialmente cuando es adulto; cuando niño es una obligación, cuando grande un deber moral. Demos honor a quienes nos trajeron a la vida.

“Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; / para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6:2,3)
El apóstol Pablo se refiere a este mandamiento y señala “que es el primer mandamiento con promesa” Dios promete a quienes honran a sus padres: éxito en la vida y largura de días. Honrar a los padres es saludable para el alma porque: 1) La persona no se siente culpable de maltrato a quienes le dieron el ser sino que contenta consigo misma; 2) Los padres se sentirán amados y reconocidos, y darán más cariño a su hijo/a; 3) Estarán sembrando para su propio futuro como padres, de acuerdo al texto que dice “Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará.” (2 Corintios 9:6)

“Se levantan sus hijos y la llaman bienaventurada; Y su marido también la alaba” (Proverbios 31:28)
Como una reacción natural hacia el amor y dedicación de los padres, los hijos los reconocen y honran. En el capítulo anterior vimos que la madre virtuosa es querida por su familia, es una gran bendición y sus hijos la admiran, por algo muy concreto: al levantarse cada mañana encuentran todo muy bien preparado. ¿Por qué la llaman bienaventurada? Porque ella es buena en grado superlativo. La mayor honra que los seres humanos podemos recibir es disfrutar de las bienaventuranzas. Nombrar a alguien como “bienaventurada” es dar gran honor. Es el caso de la virgen María, como lo registra San Lucas: “46 Entonces María dijo: Engrandece mi alma al Señor; / 47 Y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. / 48 Porque ha mirado la bajeza de su sierva; Pues he aquí, desde ahora me dirán bienaventurada todas las generaciones. / 49 Porque me ha hecho grandes cosas el Poderoso; Santo es su nombre” (San Lucas 46-49)

b) Obedece las instrucciones de tus padres.
“El día que estuviste delante de Jehová tu Dios en Horeb, cuando Jehová me dijo: Reúneme el pueblo, para que yo les haga oír mis palabras, las cuales aprenderán, para temerme todos los días que vivieren sobre la tierra, y las enseñarán a sus hijos” (Deuteronomio 4:10)
Es deber de todo padre entregar las enseñanzas de Dios a sus hijos y es deber de los hijos escucharlas y obedecerlas. Es Dios mismo quien indica esto. Los pastores reúnen al pueblo de Dios y le hacen oír Sus enseñanzas, para que las comprendan, memoricen, apliquen y además las enseñen a sus hijos. Lo que el Señor desea es que todos aprendan el temor de Jehová, que le respeten y vivan acorde con Sus valores, principios, mandamientos. Tanto los padres como los hijos deben obedecer las instrucciones de Dios.

“Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre; / Porque adorno de gracia serán a tu cabeza” (Proverbios 1:8,9)
El padre instruye, es decir entrega enseñanza acerca de Dios, la Biblia y la vida. La madre da dirección a esa enseñanza, instala valores y aprendizajes, hace práctica la lección del papá. El hijo debe oír al padre y considerar respetuosamente lo que su madre le recalca y enseña. El resultado de ello será como tener un hermoso sombrero, algo que todo el mundo apreciará como gracioso y bello en nosotros, algo admirable. Internamente, dentro de mi cabeza, en mi mente, será andar conforme al pensamiento de Dios. Por lo tanto será muy beneficioso para la vida del hijo escuchar y apreciar la instrucción y dirección de sus padres.

“Hijo mío, no te olvides de mi ley, Y tu corazón guarde mis mandamientos; / Porque largura de días y años de vida Y paz te aumentarán.” (Proverbios 3:1,2)
Es muy bueno conocer los mandamientos del Señor, saber qué es lo que quiere Él para el ser humano, cuál es Su voluntad con nosotros. Un hijo jamás debe olvidar la enseñanza de sus padres, como el hijo de Dios no debe menospreciar ni olvidar la ley de Dios. Los mandamientos son guardados en el corazón. El resultado de ello es: 1) larga vida, buena salud; y 2) paz. Indudablemente que la persona que sigue los buenos consejos y los mandamientos del Señor, tendrá paz en su alma y ello le ayudará en mantener una buena salud espiritual y física, lo que le traerá largura de días.

“Venid, hijos, oídme; El temor de Jehová os enseñaré.” (Salmos 34:11)
El padre llama al hijo y le dice “escúchame, te enseñaré el temor de Dios” No hay cosa más bella en la tarea de un padre y una madre, que enseñar a sus hijos el reverente temor al Señor. Por su parte, los hijos apreciarán tal entrega de sus padres. Lo mejor que un hijo puede heredar de sus padres es la fe en Jesucristo.

c) Obedece a tus padres.
“Guarda, hijo mío, el mandamiento de tu padre, Y no dejes la enseñanza de tu madre” (Proverbios 6:20)
El hijo debe guardar en su mente y en su corazón el mandamiento y la enseñanza de sus padres; no descartar aquellos principios que ellos con amor sembraron en su vida. Los padres siempre anhelan lo mejor para sus hijos y éstos, aconseja la Palabra de Dios, deben atesorar y no abandonar esos consejos, porque vienen como de Dios.

“Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo.” (Efesios 6:1)
Lo justo delante de Dios es que los hijos obedezcan a sus padres.

“Hijos, obedeced a vuestros padres en todo, porque esto agrada al Señor.” (Colosenses 3:20)
A Dios le agrada que los hijos obedezcan a sus papás. Así como Él se agrada de la fe de Sus hijos, también se agrada de los hijos que son obedientes a los padres. Hay una línea muy delgada entre fe y obediencia. Fe en Dios implica obediencia a las autoridades. En el caso de la familia, los padres son una autoridad.

d) Respeta a tus padres.
“Oye a tu padre, a aquel que te engendró; Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies.” (Proverbios 23:22)
En la primera cláusula de este versículo se mira hacia el pasado, “aquel que te engendró” en cambio la segunda cláusula nos orienta al futuro “cuando tu madre envejeciere” Escuchar al padre que lo engendró, el que representa mi raíz, procedencia, genealogía, es una orden del Señor. Respetar y no menospreciar a la que envejecerá, se enfermará, estará más débil, quizás pierda sus facultades, pero es la que toda su vida de madre dedicó su amor al hijo, es un santo llamado del Señor. Tanto al padre como a la madre, tanto al representante de la ascendencia familiar como a la que nos alimentó, formó y amó con maternal cuidado, debemos el mayor respeto.

e) Cuida a tus padres.
“Pero si alguna viuda tiene hijos, o nietos, aprendan éstos primero a ser piadosos para con su propia familia, y a recompensar a sus padres; porque esto es lo bueno y agradable delante de Dios.” (1 Timoteo 5:4)
Hay un deber de gratitud de los hijos hacia los padres. La Biblia enseña que hijos y nietos deben aprender a demostrar su piedad, primero con la familia, devolviendo a los padres el amor que ellos les han brindado. Esto es lo correcto para el Señor. La familia debe hacerse cargo de la viuda o del padre anciano, demostrar en alguna forma su gratitud y “recompensar” una vida de entrega como papá o mamá. Como los padres cuidan a sus hijos en la infancia y juventud, los hijos deben cuidar a sus padres en la ancianidad.

“Estaban junto a la cruz de Jesús su madre, y la hermana de su madre, María mujer de Cleofas, y María Magdalena. / Cuando vio Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo a su madre: Mujer, he ahí tu hijo. / Después dijo al discípulo: He ahí tu madre. Y desde aquella hora el discípulo la recibió en su casa.” (San Juan 19:25-27)
La última lección de Jesucristo a sus discípulos, antes de morir, la da en la cruz, cuando encarga al apóstol Juan el cuidado de su madre. Ella, ya viuda, quedaría sola sin su hijo mayor ni nadie que la cuidara. El Maestro nos enseña con Su ejemplo cómo los hijos debemos velar por nuestros padres en su ancianidad. Jesús cuidó de su madre hasta después de muerto. Los hijos cristianos necesitamos aprender ese cuidado que el Señor mostró por su madre.

Hasta ahora hemos visto cuál es la voluntad de Dios para con los hijos, sean estos niños, jóvenes o adultos. Siempre nuestro deber será honrar a nuestros padres. ¿Está haciéndolo usted? El deseo de Dios es que obedezcamos las instrucciones de nuestros padres, mientras estemos en el hogar bajo su tutela. Todo hijo necesita autoridad que le gobierne y por tanto debe obedecer a sus padres. El respeto a los padres nos asegura la misma actitud de nuestros hijos en la adultez y ancianidad, como una larga vida, saludable y feliz, ya que es “el primer mandamiento con promesa”. Finalmente, el Señor nos enseña: cuida a tus padres, pues nos trajeron a este mundo, nos cuidaron y siempre nos amarán.

INQUIETUDES DE NIÑOS Y JÓVENES.
Los hijos, sean niños o jóvenes, tienen deberes en el hogar como deberes para con sus padres. Pero también tienen sus propias inquietudes. A continuación se tratan algunos de estos problemas con las soluciones que nos ofrece la Escritura.

1. Mis padres no tienen buen testimonio.
No todos los padres se comportan como tales ni dan un buen ejemplo a sus hijos. Hay padres alcohólicos, fumadores, viciosos, de lenguaje grosero, deshonestos en el trabajo, etc. Hay parejas que viven peleando delante de los niños. A un niño o joven cristiano esto le repugna, da vergüenza, asusta, en fin le parece que no es agradable a Dios la conducta de sus padres, por lo tanto duda si obedecer y sujetarse a ellos. La Palabra de Dios es clara: “El ojo que escarnece a su padre Y menosprecia la enseñanza de la madre, Los cuervos de la cañada lo saquen, Y lo devoren los hijos del águila.” (Proverbios 30:17) Escarnecer es hacer mofa y burla de alguien. Los hijos cristianos no deben hacer esto, tampoco menospreciar a los papás que están en pecado. El mandamiento de “honrar padre y madre” sigue vigente para los hijos con padres incorrectos. “Oye a tu padre, a aquel que te engendró; Y cuando tu madre envejeciere, no la menosprecies.” (Proverbios 23:22)

Al respetar a los padres, aunque ellos no sean un buen ejemplo para el hijo, éste estará obedeciendo a un mandamiento que tiene gran promesa. Por otra parte, no todo lo que hace un papá o una mamá es totalmente malo o totalmente bueno, ya que es un ser humano pecador. Es muy probable que esos papás que se portan mal, den buenos consejos a sus hijos. Siga el hijo el consejo de Jesús: “1 Entonces habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo: / 2 En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos. / 3 Así que, todo lo que os digan que guardéis, guardadlo y hacedlo; mas no hagáis conforme a sus obras, porque dicen, y no hacen.” (San Mateo 23:1-3)

Cuídese el hijo de actuar como fariseo, criticando duramente a sus papás por su conducta, creyéndose santo y perfecto, siendo un pecador. La única ventaja que tiene un cristiano con un incrédulo es que es un pecador arrepentido, pero sigue siendo un pecador. Cuidémonos de no estar limpiando sólo por fuera nuestro vaso, con actitudes y pensamientos religiosos, pero por dentro seguimos siendo mentirosos, ladrones, impuros… “25 ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia. / 26 ¡Fariseo ciego! Limpia primero lo de dentro del vaso y del plato, para que también lo de fuera sea limpio.” (San Mateo 23:25,26)

Los padres cristianos tampoco son siempre un dechado de virtudes y perfecciones. Por lo tanto los hijos necesitan aprender la comprensión, tolerancia y amor hacia los papás.

2. Mis padres abusan de autoridad.
Como padres cristianos necesitamos aprender a ser respetuosos con nuestros hijos. La Biblia recomienda no abusar de autoridad y no hacer enojar a los hijos. Sin embargo un padre no cristiano que desconoce el mandamiento de Dios al respecto, sí puede abusar de su autoridad maltratando a sus hijos, explotándole o pasándolo a llevar en su persona. La Palabra de Dios nos enseña a los hijos a no ser demasiado quisquillosos en este aspecto, a no ser rebeldes a la autoridad paternal, puesto que el padre tiene una autoridad que le ha sido delegada por Dios. Solamente un hijo podrá desobedecer en algo que vaya totalmente en contra de la moral de Dios, como puede ser robar, mentir, matar, sostener relaciones incestuosas, etc. Dice la Biblia: “3 No te apresures a irte de su presencia, ni en cosa mala persistas; porque él hará todo lo que quiere. / 4 Pues la palabra del rey es con potestad, ¿y quién le dirá: ¿Qué haces?” (Eclesiastés 8:3,4) Como hijo no debo cuestionar a mis padres sino ser humilde y sujetarme.

“Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.” (Eclesiastés 10:4) La humildad de un hijo cristiano es un arma poderosa en manos del Señor para convertir a los padres. Cuando ellos vean que tú procedes con mansedumbre, manso como un corderillo, manso como Jesús, ellos dejarán de acosarte, ofenderte o maltratarte. El camino de la humildad es un excelente sendero para conquistar a tus padres para el Reino.

Perseverar en esta actitud de humildad es lo más beneficioso para un hijo de padres abusivos. La fuerza de este hijo no está en sus palabras y menos en sus golpes o conductas agresivas, sino en su cristiana mansedumbre. Se define manso como alguien de condición benigna y suave. Un hijo cristiano ha de ser bueno con sus padres y responderles suavemente, con respeto y delicadeza, jamás a gritos ni con ironías, menos con palabras groseras. Advierte la Escritura: “18 Por lo cual teme, no sea que en su ira te quite con golpe, El cual no puedas apartar de ti con gran rescate. / 19 ¿Hará él estima de tus riquezas, del oro, O de todas las fuerzas del poder? / 20 No anheles la noche, En que los pueblos desaparecen de su lugar. / 21 Guárdate, no te vuelvas a la iniquidad; Pues ésta escogiste más bien que la aflicción.” (Job 36:18-21) No hacerlo así sería volver atrás, a las tinieblas e iniquidad, como actúan los hijos inicuos que no respetan el principio de autoridad.

Lo justo es respetar a los padres, aún a los injustos y abusivos. No caigamos en el error de devolver al mal con mal. Hacerlo así será sufrir el resultado de esa injusticia, lo que se siembra es lo que se recoge, como dice el Espíritu Santo: “Mas el que hace injusticia, recibirá la injusticia que hiciere, porque no hay acepción de personas.” (Colosenses 3:25)

Mucho más valioso que responder bruscamente, vengarse, enojarse y maltratar, es dominar la rabia y perdonar: “La cordura del hombre detiene su furor, / Y su honra es pasar por alto la ofensa.” (Proverbios 19:11)

Si el hijo cristiano es sabio, actuará, hablará o callará sabiamente, pues “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; / Mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12:18)

Cuando un hijo responde con respeto a sus padres, pide disculpas o calla, el enojo de ellos disminuye; si por el contrario reacciona con la misma intensidad negativa que los padres, su rabia aumentará, pues “La blanda respuesta quita la ira; / Mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Proverbios 15:1)

3. Mis padres no me comprenden.
Muchas veces el joven, sobretodo el adolescente se siente incomprendido por sus padres. Él quiere ir a fiestas, divertirse, descansar de los estudios, pololear con cierta chica o chico, vestir a la moda, etc., cosa que a los padres no les agrada o están en desacuerdo. La música que agrada a los jóvenes es distinta a la que agrada a los adultos, por ejemplo. El joven es impetuoso, más impulsivo y menos reflexivo que el adulto, es más de acción. Por otra parte los adultos tienen la experiencia que les da un conocimiento más amplio de la vida. Esto sucede tanto a jóvenes cristianos como no cristianos. La Biblia señala que la fuerza o pasión de la juventud es su gloria; pero las canas o vejez de los adultos es su belleza: “La gloria de los jóvenes es su fuerza, / Y la hermosura de los ancianos es su vejez.” (Proverbios 20:29) Es necesario que todo joven considere esto y respete las canas, la experiencia y sabiduría que otorga la adultez y ancianidad. No se deje llevar por eso de que ahora estamos en otra época y qué sabe un viejo de la modernidad. Lo que un padre ha aprendido de la vida, por sus años vividos, es muy valioso y digno de respetarse.

Es preciso que el joven se ponga en el lugar del padre, que comience a pensar en las razones que llevan a un papá o a una mamá a prohibir ciertas salidas, amistades o costumbres. Probablemente no es un capricho sino que responde a una experiencia vivida. Si los padres tienen temores frente a las salidas y amistades del hijo o hija, es porque le aman. Póngase el hijo cristiano en el lugar de sus papás, salga de su posición egocéntrica y aplique la Palabra de Dios que nos dice: “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de los otros.” (Filipenses 2:4)

Otra vez nos sirve el texto que afirma que “Hay hombres cuyas palabras son como golpes de espada; / Mas la lengua de los sabios es medicina.” (Proverbios 12:18) Cuán necesario es que los hijos sean sabios en su hablar y acepten los buenos consejos de sus papás.

Uno de los aspectos que los padres suelen controlar en sus hijos, son las amistades, con quienes salen o están de novios, con quienes se reúnen a estudiar y que casas y lugares frecuentan. Ellos saben que las malas amistades corrompen las buenas costumbres, como dice la Biblia: “El que anda con sabios, sabio será; / Mas el que se junta con necios será quebrantado.” (Proverbios 13:20) Por tal motivo no debe enojarse el hijo cristiano cuando sus padres controlan sus amistades. Lo hacen por su bien, para prevenir fracasos y problemas en sus hijos.

Como dice el libro de Job “Mis razones declararán la rectitud de mi corazón, Y lo que saben mis labios, lo hablarán con sinceridad.” (Job 33:3), es conveniente que exista comunicación entre padres e hijos, que sea sincera y transparente, que ambos conozcan las razones que el otro tiene para prohibir o para solicitar y que finalmente se imponga la cordura.

“El necio da rienda suelta a toda su ira, / Mas el sabio al fin la sosiega.” (Proverbios 29:11) Jamás se deje llevar ninguna de las partes por la ira, ni padres ni hijos, sino que con sabiduría busquen la mutua comprensión, puesto que ambos persiguen el mismo fin: los padres quieren que sus hijos sean felices y alcancen el pleno desarrollo de sus capacidades; los hijos quieren disfrutar de su juventud, aprender un trabajo y formar una familia feliz en el futuro.

4. Necesito más libertad.
Ya hemos visto que “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Proverbios 15:1) y ésta debería ser la actitud y el pensamiento que todo joven debiera saber para una buena relación con sus padres. Frecuentemente los hijos reclaman que necesitan mayor libertad, se sienten coartados por sus padres y que son tratados “como niños”. Indudablemente el hijo debe darse cuenta que para los padres no es fácil otorgar mucha libertad a sus hijos, por temor a que ellos sufran serias dificultades de toda índole, por los caminos que tomen. Un reto o advertencia del papá debe ser respetado y agradecido por el niño o joven, pues está manifestando el amor y preocupación de sus papás. Si el hijo desea mayor independencia, demuestre su capacidad para resolver problemas, su criterio y templanza.

El Evangelio nos muestra el caso de un hijo que no se siente muy convencido con las órdenes de su padre, ni le agrada cumplirla: “Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña. / Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.” (San Mateo 21:28,29) Lo interesante es que este hijo recapacita y cambia de actitud, obedeciendo finalmente al mandato. Es una hermosa virtud ser capaz de reflexionar y enmendar caminos. No es deshonroso cambiar de posición, si se hace guiado por la sinceridad y el deseo de actuar bien. Un hijo puede recapacitar, decir “disculpa mamá o papá”, “lo he pensado mejor y cambiaré mi postura”. Es de mucho valor ser una persona honesta y valiente para reconocer errores.

El criterio se conoce como una “norma para conocer la verdad; juicio o discernimiento”. El filósofo y religioso español Jaime L. Balmes asegura que “La razón es fría, pero ve claro: darle calor y no ofuscar su claridad; las pasiones son ciegas, pero dan fuerza: darles dirección y aprovecharse de su fuerza. El entendimiento sometido a la verdad; la voluntad sometida a la moral; las pasiones sometidas al entendimiento y a la voluntad, y todo ilustrado, dirigido, elevado por la religión: he aquí el hombre completo, el hombre por excelencia” Todo ello conforma el criterio. El joven necesita formar un criterio propio. Por ello se habla de que ciertos libros, películas o experiencias son para “personas de criterio formado”. Ejercitar el discernimiento entre lo que conviene y lo inconveniente para el bien propio y el de la comunidad, es una tarea importantísima para el joven; como lo señala la Palabra de Dios: “pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.” (Hebreos 5:14)

5. Mis padres se divorciaron.
Indudablemente el divorcio no es la mejor opción para una pareja, pero es una realidad que por diversas razones un matrimonio puede llegar a su fin, lo cual trae mucho dolor y es muy difícil de aceptar a primera instancia por los hijos. Sin embargo, éstos cuando son cristianos, deben comprender que es una realidad de la vida contra la cual nada podemos hacer, aparte de orar. La Escritura dice que hay “tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar” (Eclesiastés 3:3) Es muy probable que después de un tiempo los padres inicien un nuevo matrimonio. Será el “tiempo de edificar”.

No vale la pena que los hijos se culpen a sí mismos de la separación de sus padres. Los hijos nada tienen que ver con un divorcio, sólo son espectadores de él. Los papás seguirán amándolos y preocupándose de ellos, cual más cual menos. Obviamente los niños sufrirán por esta desintegración de la vida de hogar, pero a la larga se acostumbrarán. La Biblia aconseja “Nunca digas: ¿Cuál es la causa de que los tiempos pasados fueron mejores que estos? Porque nunca de esto preguntarás con sabiduría.” (Eclesiastés 7:10) Es decir no te quejes de que las cosas cambiaron si ya son distintas y nada puedes hacer para que vuelvan a ser como eran antes, sólo te resta aceptar la voluntad de Dios y procurar seguir viviendo feliz tu vida de cristiano. Recuerda que el camino de Jesucristo no es fácil y es el camino de la cruz.

Quizás llegue para los hijos el tiempo de olvidar amarguras y desechar todo lo que no contribuye a la felicidad y progreso de la familia; como dice el sabio: “tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar” (Eclesiastés 3:6)

Sigamos el consejo del Apóstol, quitando del camino cualquier amargura, no sea que se transforme en un impedimento para ser un buen cristiano. El divorcio de los padres es una buena oportunidad para practicar el perdón: perdón al que hizo un desaguisado, perdón al que nos hirió, perdón al que no nos trató bien, perdón al que nos desilusionó, en fin perdón al padre, a la madre o a alguna tercera persona que nos ofendió. “Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. / Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:31,32)

6. Mi papá o mamá volvió a casarse.
A un hijo no le es muy fácil aceptar la presencia de otra persona en la vida de uno de sus padres, toda vez cuando el hijo es niño y esta persona comienza a tomar el lugar de padre o madre en su vida. La adaptación a esta situación no es fácil ni rápida, va a depender también de la prudencia con que el padrastro o madrastra actúe. La Biblia nos aconseja a todos, sean niños, jóvenes, adultos o ancianos, actuar con madurez: “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.” (1 Corintios 14:20)

Tenemos la siguiente historia en el Antiguo Testamento: “Y había criado a Hadasa, es decir, Ester, hija de su tío, porque era húerfana; y la joven era de hermosa figura y de buen parecer. Cuando su padre y su madre murieron, Mardoqueo la adoptó como hija suya.” (Ester 2:7) Ester era una bella niña cuyos padres habían fallecido; entonces se hizo cargo de ella su tío Mardoqueo.

Éste la tomó por hija y procuró lo mejor para ella, hasta llegar al palacio del rey. “Cuando le llegó a Ester, hija de Abihail tío de Mardoqueo, quien la había tomado por hija, el tiempo de venir al rey, ninguna cosa procuró sino lo que dijo Hegai eunuco del rey, guarda de las mujeres; y ganaba Ester el favor de todos los que la veían.” (Ester 2:15)

A pesar de que Mardoqueo no era padre de Ester, ella lo amaba y respetaba como tal, pues éste le había criado. Ella recibió todos los valores y la fe de su padre adoptivo. Igual cosa debe hacer un niño o joven con su padrastro o madrastra. “Y Ester, según le había mandado Mardoqueo, no había declarado su nación ni su pueblo; porque Ester hacía lo que decía Mardoqueo, como cuando él la educaba.” (Ester 2:20)

Cuando los padres vuelven a casarse suelen unir sus proles y surgen dificultades entre los hijos. Enfrentar esas desavenencias con sabiduría es lo que hará un hijo cristiano. Hay un principio en el Reino de Dios, que dice: “No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” (Romanos 12:21) La victoria del cristiano es sobre el mal y el Reino de Tinieblas. No se puede atacar o defenderse de las tinieblas con las armas de la oscuridad. Sólo se puede alcanzar victoria sobre las tinieblas con las armas de la luz. En el Reino de Dios no se aplica eso de que “el fin justifica los medios”; el fin es el cumplimiento de la voluntad de Dios y los medios para lograrlo también deben estar de acuerdo con los valores de Dios.

7. Peleo con mis hermanos.
Un niño o joven cristiano, puesto que tiene al Señor en su corazón, quisiera no pelear, discutir, herir, en fin enemistarse con sus hermanos; sin embargo es frecuente que así ocurra, por diversas razones, comenzando por aquella que Dios nos ha creado a todos diferentes. Desde los albores de la humanidad se arrastra este problema, cuando Caín tuvo envidia de Abel, lo odió y luego lo asesinó. ¿Por qué actuó así? Porque ya la semilla del pecado había germinado en él. A veces suelen ser los padres ocasionadores de una enemistad entre hermanos, como en el caso de José y sus hermanos: “Y amaba Israel a José más que a todos sus hijos, porque lo había tenido en su vejez; y le hizo una túnica de diversos colores.” (Génesis 37:3) Es muy probable que Jacob guardara gran cariño hacia José por ser el hijo que le dejó su amada esposa Raquel además de ser el menor. Pero ello no justifica una diferencia de amor hacia un hijo ni tampoco el odio de sus hermanos.

Es cierto que habrán muchas desavenencias entre hermanos, que son personas que comparten sus padres, la crianza, la casa, etc. Todo ello puede ser motivo de discusión: si un padre demostró mayor dedicación a un hijo en especial, porque tiene que compartir el amor de la madre con sus hermanos, porque hubo más exigencias hacia uno, porque tiene que compartir ropas, habitación, etc.; porque uno es más ordenado que el otro, etc. Pero la Biblia nos enseña a vivir como buenos hermanos a todos: “con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor” (Efesios 4:2) La convivencia en familia y entre hermanos de una misma sangre es una oportunidad que Dios da para desarrollar estas virtudes: humildad, mansedumbre, paciencia, tolerancia, amor.

Lo que a continuación se detalla no debe existir entre los hermanos: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.” (Colosenses 3:8) La ira es ciega, es el enojo llevado a su máxima expresión, sin ningún límite. Antes de molestarse u ofenderse, procure calmarse, pensar por qué está el otro actuando así, póngase en su lugar, obre con empatía y controle sus reacciones, controle su lengua. No sea mal pensado, no piense que su hermano o hermana está haciendo o hablando algo para dañarle a usted, o que anda en malos pasos, no sea malicioso, no de lugar a pensamientos sucios en usted acerca del otro. Cuide su vocabulario, nuestro lenguaje cristiano debe ser respetuoso y delicado con todas las personas. No insulte, tal vez usted no diga grosería pero sus palabras a veces son tan violentas e hirientes que dañan más que un “garabato”.

Necesitamos todos los cristianos, no sólo los niños y jóvenes, aprender a comunicarnos adecuadamente con el prójimo y que ese lenguaje sea edificante. “Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal, para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.” (Colosenses 4:6) ¿Cuál será la sal que necesitamos para que nuestro hablar sea realmente una bendición, un “buen decir”?

8. Quiero huir de casa
¿Por qué un niño o joven quiero huir de casa? Varias pueden ser las razones que conduzcan a un menor a hacer algo así: que esté sufriendo en su hogar por causa de malos tratos, que se sienta atraído por diversiones o experiencias fuera del hogar, que vaya tras sus propias fantasías influido por libros o amigos, etc. Cualquiera sea la razón de su huida, está indicando una falta de comunicación con los padres. Tanto los papás como el joven no están intercambiando ideas y sentimientos, y finalmente el menor opta por arrancar, creyendo que fuera de casa encontrará una realidad menos hostil y más satisfactoria. Este no es el deseo de Dios para los hijos. Él quiere que jovencitos y jovencitas salgan del hogar cuando llegue el momento de casarse. “Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. / Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:23,24) Hoy en día no estamos actuando así, pues los jóvenes se van de casa a convivir con sus novias o a vivir una vida de solteros, fuera de la tutela de sus papás.

Otro es el caso de los misioneros jóvenes, aquellos que reciben el llamado de Dios para evangelizar a las naciones. En cierto modo Jesucristo se refirió a ellos en estas palabras: “…De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, / que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna.” (San Marcos 10:29,30)

Hablando de hijos que se van de casa, podemos referirnos a la Parábola del hijo pródigo: “11 …Un hombre tenía dos hijos; 12 y el menor de ellos dijo a su padre: Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde; y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo el hijo menor, se fue lejos a una provincia apartada; y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14 Y cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia, y comenzó a faltarle. 15 Y fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual le envió a su hacienda para que apacentase cerdos. 16 Y deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17 Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros. 20 Y levantándose, vino a su padre. Y cuando aún estaba lejos, lo vio su padre, y fue movido a misericordia, y corrió, y se echó sobre su cuello, y le besó. 21 Y el hijo le dijo: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo. 22 Pero el padre dijo a sus siervos: Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies. 23 Y traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta; 24 porque este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido, y es hallado. Y comenzaron a regocijarse. 25 Y su hijo mayor estaba en el campo; y cuando vino, y llegó cerca de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. 27 El le dijo: Tu hermano ha venido; y tu padre ha hecho matar el becerro gordo, por haberle recibido bueno y sano. 28 Entonces se enojó, y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrase. 29 Mas él, respondiendo, dijo al padre: He aquí, tantos años te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este tu hijo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo. 31 El entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas. 32 Mas era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano era muerto, y ha revivido; se había perdido, y es hallado.” (San Lucas 15:11-32)

Pródigo es un derrochador, uno que dilapida lo suyo, disipador, manirroto, que desprecia la vida u otra cosa estimable. Este hijo menor que nombra la parábola “desperdició sus bienes viviendo perdidamente” en una lejana provincia. Después de gastarlo todo en fiestas y prostitutas, cayó tan bajo que “deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos” Entonces comparó su experiencia con el tipo de vida que llevaba en la casa paterna. En ese momento valoró el amor, la protección, el trabajo y las comodidades del hogar: “Y volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre!” Sería muy bueno que los jóvenes hicieran esta reflexión, sin necesidad de vivir la experiencia del hijo pródigo. No es necesario pasar por una porqueriza para aprender a valorar cuánto amor de Dios tenemos en el hogar.

Quizás la principal razón por la que un hijo o hija abandonan el hogar sea que quiere una vida con menos disciplina y mayor libertad de acción, sin restricciones. La respuesta de Dios para ello es taxativa: “Bueno le es al hombre llevar el yugo desde su juventud.” (Lamentaciones 3:27)

9. Necesito amigos verdaderos
El joven siente la necesidad de agruparse con otros de su misma edad e intereses. Quiere tener amigos con los cuales confidenciar sus sueños, sus gustos, sus amores. Pero ¿cuáles serán los amigos que le convengan? Aquellos que no le conducirán al despeñadero, sino los que le darán buenos consejos y advertirán de los peligros; esos que cuando él manifieste deseos o actividades que no son provechosas o peligrosas, le salvarán comunicándoselo si es necesario, a los adultos; esos que estarán con él tanto en buenos como en malos tiempos. El buen amigo es fiel, es correcto, busca nuestra persona y no nuestros bienes, es leal y nos ama. “En todo tiempo ama el amigo, Y es como un hermano en tiempo de angustia.” (Proverbios 17:17)

Las compañías definen en gran medida nuestro futuro, como dice la Palabra de Dios: “El que anda con sabios, sabio será; Mas el que se junta con necios será quebrantado.” (Proverbios 13:20) Indudablemente juntarnos con personas que no viven la vida de acuerdo a la voluntad de Dios, nos traerá muy malos resultados, terminaremos siendo tan insensatos como ellos.

Hay una amistad ejemplar en la Biblia, la de Jonatán con el rey David. Este último llegó a quererlo como un hermano de sangre: “Aconteció que cuando él hubo acabado de hablar con Saúl, el alma de Jonatán quedó ligada con la de David, y lo amó Jonatán como a sí mismo.” (1 Samuel 18:1) Este tipo de amistad hay que valorarla, apreciarla y ser siempre leal a ella. A veces los amigos son más unidos que un hermano, “El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano.” (Proverbios 18:24)

El buen amigo siente como nosotros, es compasivo y no nos ofende ni arremete, no es envidioso, es fraternal y siempre tiene misericordia cuando nos encontramos en dificultades, como enfermedad, pobreza, etc. “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 Pedro 3:8)

Jesús consideró a Sus apóstoles verdaderos amigos, pero resaltaba que sería así sólo si ellos ponían por obra Sus enseñanzas, es decir si compartían Sus valores. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando.” (San Juan 15:14)

10. Otros niños o jóvenes me presionan.
El joven y el niño cristiano tienen que convivir en un mundo que está en tinieblas, donde no se manejan los valores de convivencia en el amor al prójimo, y es presionado por sus pares a actuar muchas veces en contra de sus principios. Le invitan a fumar, a robar, a maltratar a otro compañero de estudios, a proceder de modo innoble con una joven, desobedecer a los adultos y otras tropelías. La Biblia nos llama a no dejarnos manipular por esas malas compañías y no advierte: “Dejadlos; son ciegos guías de ciegos; y si el ciego guiare al ciego, ambos caerán en el hoyo.” (San Mateo 15:14)

Ya que nos sabemos conocedores de la verdad expuesta en la Sagrada Escritura y poseemos principios universales dados por Dios, los cristianos no debemos callar sino hablar sin temor en defensa de los valores cristianos, cuando estamos siendo presionados o cuando vemos que otras personas no están actuando correctamente. Así le sucedió al apóstol Pedro cuando procedía de un modo con los judíos y de manera diferente con los gentiles. ¿No es acaso este ejemplo muy común en nuestros días? A veces guardamos una apariencia de santidad con los hermanos en la fe y somos muy de acuerdo a las costumbres mundanas con los inconversos. Observe lo que cuenta el apóstol Pablo acerca de esto: “11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. / 12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. / 13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos. / 14 Pero cuando vi que no andaban rectamente conforme a la verdad del evangelio, dije a Pedro delante de todos: Si tú, siendo judío, vives como los gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a los gentiles a judaizar?” (Gálatas 2:11-14) El pecado de Pedro era la simulación y la hipocresía, fácilmente podemos caer en eso que hoy se llama “doble Standard”

Ante la presión social, ante la exigencia de otros a hacer lo incorrecto, debemos resistir. Resistid a la tentación. Los incrédulos procuran obligarnos a hacer lo que no debemos tentándonos por medio de nuestras propias debilidades: el dinero, la vergüenza, las pasiones, los deseos incumplidos, el miedo, temor al ridículo, etc. No todos son así, hay personas no creyentes pero muy éticas, esas son las buenas amistades que necesitamos cultivar. La influencia mutua que pueden darse los amigos y buenos compañeros de estudio o trabajo, se destaca en este proverbio: “El que anda con sabios, sabio será; Mas el que se junta con necios será quebrantado.” (Proverbios 13:20)

11. Mi apariencia.
Para el joven es muy importante la apariencia externa, quizás porque ha despertado a la sexualidad y le interesa conquistar al otro sexo, quizás porque está formando una personalidad propia y el cuerpo es parte de ella, quizás porque sienta inseguridad acerca de su apariencia; como sea es comprensible, pero debe equilibrarse con la opinión de Dios. Él nos dice: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta.” (Romanos 12:2) Esto es lo más importante: conocer la voluntad del Señor para nuestra vida. Es más interesante preocuparse por descubrir qué quiere Dios que haga con mi vida a cómo vestirme o cuidar el cuerpo, aún cuando también la Palabra de Dios nos da enseñanza sobre ello. Pero es prioritario ser transformados interiormente, ser renovados en el entendimiento.

Los jóvenes son atraídos por la moda, que es una industria muy bien montada por empresarios, publicistas y psicólogos. Actualmente la publicidad manipula hábilmente a los jóvenes para venderles bebidas alcohólicas, ropas, tarjetas de crédito, préstamos bancarios, etc. La industria de la música, que también ha penetrado en el mundo cristiano, impone modos de vestir, peinar, adornarse el cuerpo y, junto con ello, valores y antivalores. ¿Qué nos dice la Biblia?: “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” (Proverbios 31:30) Sobre la gracia externa y apariencias, está el temor de Dios, principio de la sabiduría.

No sólo los más jóvenes se preocupan tantas veces de la apariencia, es un error que también cometen los adultos. Es el caso de Samuel cuando buscaba al futuro rey de Israel: “Y aconteció que cuando ellos vinieron, él vio a Eliab, y dijo: De cierto delante de Jehová está su ungido. / Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16:6,7) Aquí claramente se define lo que Dios valora: el corazón del ser humano, que sea recto, honesto, obediente a Él, sumiso, amante de Su Verdad. Eso es lo que el Señor busca y es lo que los cristianos necesitamos valorar, sobre todo en la actual sociedad superficial y materialista.

12. No estoy contento conmigo.
A veces no estamos satisfechos con lo que somos. Para el joven se presenta un futuro que dependerá del esfuerzo que él ponga en sus estudios, de la atención que brinde a los consejos de sus padres, maestros y pastores. Necesita comprender que de su responsabilidad actual dependerá su futuro. Un descuido en estos aspectos puede ser decisivo para su felicidad en la vida, como la Palabra de Dios asegura: “¿Has visto hombre solícito en su trabajo? Delante de los reyes estará; No estará delante de los de baja condición.” (Proverbios 22:29)

Comprender y valorar el servicio al prójimo como base de cualquier trabajo en la sociedad, hará del futuro adulto un hombre de bien, satisfecho consigo mismo y agradable a Dios y el prójimo. El espíritu de servicio es un principio básico del Reino de Dios. En el mundo se valora las posiciones de autoridad y la notoriedad pública, mas Jesucristo nos dice: “43 Pero no será así entre vosotros, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, / 44 y el que de vosotros quiera ser el primero, será siervo de todos. / 45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (San Marcos 10:43-45)

Solemos envanecernos por nuestra apariencia, inteligencia, situación económica, etc. A veces sobrevaloramos algunas capacidades personales. El Señor nos llama a la humildad, a pensar acerca de nuestra persona con realismo, sin menoscabarnos ni tampoco sobrestimarnos. “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.” (Romanos 12:3) La sencillez y la humildad son hermosas virtudes cristianas.

13. Me deprimo.
Depresión significa abatido, derribado y es un trastorno del estado de ánimo que se presenta como un estado de abatimiento e infelicidad que puede ser transitorio o permanente. Suele ser frecuente en los jóvenes. En la mayoría de los casos, según los especialistas, no se trata de un simple estado de tristeza, sino más bien de una enfermedad que requiere de tratamiento médico para su superación definitiva. Desde el punto de vista médico “se denomina depresión al trastorno de la afectividad que provoca una variación en la percepción, en el sueño y por lo tanto, en la forma de vivir.” Existen dos tipos de depresiones: a) Endógenas, provocadas por un problema cerebral biológico; y b) Distimias tristes, causadas por factores ambientales. Ambas necesitan tratamiento médico para ser superadas. Pensar que cualquier persona puede dejar atrás este tipo trastornos por sus propios medios es uno de los errores más comunes. Hoy por hoy, se encuentra perfectamente demostrado que sólo un porcentaje mínimo de jóvenes entre 20 y 30 años con depresiones leves consiguen salir del problema por sí mismos.

A propósito de depresión, la Biblia nos habla de un personaje llamado Epafrodito. Él era un líder de la iglesia en Filipos, quien realmente amaba a su congregación. Pero el Espíritu Santo decidió apartarlo de su iglesia de Filipos y llevarlo a Roma con el apóstol Pablo. Epafrodito era una bendición espiritual para Pablo, igual que el Apóstol era para Epafrodito. Recién entonces la congregación comenzó a apreciar realmente a Epafrodito. Los filipenses no solamente apoyaron financieramente a su pastor sino también al apóstol durante los próximos veinte años de ministerio. Pablo y Epafrodito tuvieron más que lo suficiente. Después que Nerón liberó a San Pablo, éste usó ese dinero para viajar por todo el mundo antiguo, incluyendo España. Epafrodito enfermó gravemente. Cuando sus discípulos oyeron que él estaba por morir y tal vez nunca más le verían, la congregación desesperó. Como él tenía una gran capacidad para amar, se deprimió al pensar que traía malestar a sus hermanos; estaba afligido porque los Filipenses estaban afligidos al saber de su terrible enfermedad. La Iglesia de Filipos amó tanto a este hombre que no quería que él muriese. La solución que da San Pablo a este problema es muy práctica, les devuelve a Epafrodito por un tiempo, para que todos se gocen: “25 Mas tuve por necesario enviaros a Epafrodito, mi hermano y colaborador y compañero de milicia, vuestro mensajero, y ministrador de mis necesidades; / 26 porque él tenía gran deseo de veros a todos vosotros, y gravemente se angustió porque habíais oído que había enfermado. / 27 Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza. / 28 Así que le envío con mayor solicitud, para que al verle de nuevo, os gocéis, y yo esté con menos tristeza. / 29 Recibidle, pues, en el Señor, con todo gozo, y tened en estima a los que son como él; / 30 porque por la obra de Cristo estuvo próximo a la muerte, exponiendo su vida para suplir lo que faltaba en vuestro servicio por mí.” (Filipenses 2:25-30)

La experiencia del dolor, la tribulación, la prisa, la persecución, estar en el suelo… son frecuentes en la vida de cualquier persona, no sólo de los cristianos de épocas conflictivas. Todos los seres humanos vivimos tiempos de crisis y necesitamos aprender a enfrentarlos. Los discípulos de Jesucristo contamos con algo que la Escritura llama “tesoro en vaso de barro”. El vaso de barro es la naturaleza humana débil y pecadora, el tesoro es Dios, Su Espíritu Santo, la Palabra de Dios, el Evangelio. Esta Presencia en el interior del cristiano le da las claves para no llegar a la angustia, ni a la desesperación, ni al desamparo, ni a la destrucción. El cristiano no se deprime porque hace uso de ese poder Divino presente en su interior: “7 Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros, / 8 que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; / 9 perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:7-9)

Jesús también es una Persona sensible. Lo observamos cuando murió su amigo Lázaro. Él se emocionó con la tristeza de los deudos y por la pérdida del amigo. Algunos espiritualizan el asunto y dicen que lo hizo por la falta de fe de ellos, su poca confianza en Él, pero creo que es algo más sencillo lo que este evangelio quiere transmitirnos: Dios es capaz de sentir tristeza y llorar junto con nosotros, más Él, que es la Resurrección y la Vida, no llega hasta la angustia: “33 Jesús entonces, al verla llorando, y a los judíos que la acompañaban, también llorando, se estremeció en espíritu y se conmovió, / 34 y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve. / 35 Jesús lloró. / 36 Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba.” (San Juan 11:33-36)

Para la depresión el Señor tiene una sola respuesta y solución: “Echa sobre Jehová tu carga, y él te sustentará; No dejará para siempre caído al justo.” (Salmo 55:22) En el Nuevo Testamento se expresa así: “echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.” (1 Pedro 5:7)

Finalmente digamos a los jóvenes, como a todo cristiano: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. / Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.” (Filipenses 4:6,7)

14. Me siento muy solo.
El joven comienza a separarse de sus padres como un proceso natural. Desea construir su propio mundo, tener amistades de su edad, compartir con jóvenes del otro sexo, pero no siempre le es fácil lograrlo. Entonces, se siente solo. La Palabra de Dios dice: “18 …No es bueno que el hombre esté solo; le haré ayuda idónea para él. / …/ 23 Dijo entonces Adán: Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. / 24 Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:18,23,24) La compañía más adecuada para un hombre es una mujer y viceversa. Dios ha hecho así nuestra naturaleza. Por lo tanto, lo más natural será que tanto jóvenes como jovencitas quieran tener novio o novia.

Quien se siente o está solo tal vez sea a causa de timidez o falta de sociabilidad. Necesitamos agrandar nuestro círculo de amistades, ser más sociables, como dice la Escritura “ensanchar el corazón”. Hay personas que son espontáneamente sociables, amistosas; de ellas debemos aprender los cristianos y jamás nos sentiremos solos. Quizás ese sentimiento provenga de cierta actitud egoísta. El apóstol Pablo le reclamaba y exhortaba a los hermanos de Corinto:“11 Nuestra boca se ha abierto a vosotros, oh corintios; nuestro corazón se ha ensanchado. / 12 No estáis estrechos en nosotros, pero sí sois estrechos en vuestro propio corazón. / 13 Pues, para corresponder del mismo modo (como a hijos hablo), ensanchaos también vosotros.” (2 Corintios 6:11-13)

Practicar el amor al prójimo, la preocupación por otros, la generosidad, nos reportará con el cariño del prójimo y nuestra alma será saciada de afecto, jamás volveremos a sentirnos solos, como dice el proverbio: “El alma generosa será prosperada; Y el que saciare, él también será saciado.” (Proverbios 11:25)

15. Soy tímido.
Un joven tímido es un niño temeroso, que medra ante cualquier circunstancia difícil en que tenga que enfrentar los caracteres de otras personas o una situación difícil. Es un joven que puede aparecer encogido físicamente, no se atreve y puede, por ese motivo, ser burla de sus compañeros de estudio. Como es corto de ánimo preferirá la soledad, las actividades solitarias y tal vez desarrolle condiciones para el estudio, las artes, la investigación. Pero la timidez no es una cualidad cristiana.

En el Antiguo Testamento encontramos un personaje que, a pesar de tener en sí muchas condiciones para el liderazgo, se presentó muy tímido ante Jehová: “1 Entonces Moisés respondió diciendo: He aquí que ellos no me creerán, ni oirán mi voz; porque dirán: No te ha aparecido Jehová. / …/ 10 Entonces dijo Moisés a Jehová: ¡Ay, Señor! nunca he sido hombre de fácil palabra, ni antes, ni desde que tú hablas a tu siervo; porque soy tardo en el habla y torpe de lengua. / … /13 Y él dijo: ¡Ay, Señor! envía, te ruego, por medio del que debes enviar.” (Éxodo 4:1,10,13) Moisés dudaba de si mismo, de sus capacidades y estaba temeroso de asumir una misión tan grande como la que el Señor le encargaba. ¿Les habrá sucedido así a otros?

Al parecer el discípulo de San Pablo, Timoteo, era un joven un tanto tímido. Podría sentirse menoscabado por su edad e inexperiencia ante personas más maduras. Por ello el apóstol le aconseja: “Ninguno tenga en poco tu juventud, sino sé ejemplo de los creyentes en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza.” (1 Timoteo 4:12)

Le recuerda que el Señor ha dado a los cristianos Su Espíritu Santo, el cual está lleno de valentía, arrojo para enfrentar a las tinieblas, nos “nos ha dado Dios espíritu de cobardía” sino un Espíritu poderoso para vencer toda circunstancia difícil. “6 Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos. / 7 Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio. / 8 Por tanto, no te avergüences de dar testimonio de nuestro Señor, ni de mí, preso suyo, sino participa de las aflicciones por el evangelio según el poder de Dios” (2 Timoteo 1:6-8) No se avergüence el joven de testificar de Jesucristo, de confesar que él es cristiano y cree en la vida eterna, piense que muchos en el mundo están acompañándole en esta noble y sublime misión. Pero también afirme su carácter en toda situación de estudio, romance, trabajo, etc. Deje a un lado la timidez y crea que el Señor le acompaña con Su espíritu poderoso.

16. Quiero dejar la escuela / no me agrada estudiar / no aprendo.
La sabiduría y el conocimiento son útiles. “1 Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel. / 2 Para entender sabiduría y doctrina, Para conocer razones prudentes, / 3 Para recibir el consejo de prudencia, Justicia, juicio y equidad; / 4 Para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura. / 5 Oirá el sabio, y aumentará el saber, Y el entendido adquirirá consejo, / 6 Para entender proverbio y declaración, Palabras de sabios, y sus dichos profundos. / 7 El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; Los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.” (Proverbios 1:1-7)

El alma de los diligentes prosperará. “El alma del perezoso desea, y nada alcanza; Mas el alma de los diligentes será prosperada.” (Proverbios 13:4)

Es bueno conocer nuestras limitaciones. “¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo?” San Mateo 6:27)

17. Me molestan (El bullyng bíblico)
El acoso escolar, también conocido como hostigamiento escolar, matonaje escolar o por su término inglés bullying, es cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado. Estadísticamente, el tipo de violencia dominante es el emocional y se da mayoritariamente en el aula y patio de los centros escolares. Los protagonistas de los casos de acoso escolar suelen ser niños y niñas en proceso de entrada en la adolescencia (12-13 años), siendo ligeramente mayor el porcentaje de niñas en el perfil de víctimas.

El caso de Isaac: “8 Y creció el niño, y fue destetado; e hizo Abraham gran banquete el día que fue destetado Isaac. / 9 Y vio Sara que el hijo de Agar la egipcia, el cual ésta le había dado a luz a Abraham, se burlaba de su hijo Isaac. / 10 Por tanto, dijo a Abraham: Echa a esta sierva y a su hijo, porque el hijo de esta sierva no ha de heredar con Isaac mi hijo. / 11 Este dicho pareció grave en gran manera a Abraham a causa de su hijo. / 12 Entonces dijo Dios a Abraham: No te parezca grave a causa del muchacho y de tu sierva; en todo lo que te dijere Sara, oye su voz, porque en Isaac te será llamada descendencia. / 13 Y también del hijo de la sierva haré una nación, porque es tu descendiente. / 14 Entonces Abraham se levantó muy de mañana, y tomó pan, y un odre de agua, y lo dio a Agar, poniéndolo sobre su hombro, y le entregó el muchacho, y la despidió. Y ella salió y anduvo errante por el desierto de Beerseba.” (Génesis 21:8-14)

El caso de José: “4 Y viendo sus hermanos que su padre lo amaba más que a todos sus hermanos, le aborrecían, y no podían hablarle pacíficamente. / … / 11 Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto. / … / 20 Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños.” (Génesis 37:4,11,20)

A nadie que nos haga daño debemos responder mal, si queremos ganarlo para Cristo. “17 No paguéis a nadie mal por mal; procurad lo bueno delante de todos los hombres. / 18 Si es posible, en cuanto dependa de vosotros, estad en paz con todos los hombres. / 19 No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor. / 20 Así que, si tu enemigo tuviere hambre, dale de comer; si tuviere sed, dale de beber; pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonarás sobre su cabeza. / 21 No seas vencido de lo malo, sino vence con el bien el mal.” (Romanos 12:17-21)

Considera a Jesucristo que soportó el escarnio. “Considerad a aquel que sufrió tal contradicción de pecadores contra sí mismo, para que vuestro ánimo no se canse hasta desmayar.” (Hebreos 12:3)



18. No me llevo bien con el profesor.
Todos, incluso un profesor, puede ofender, se lo proponga o no. “Porque todos ofendemos muchas veces. Si alguno no ofende en palabra, éste es varón perfecto, capaz también de refrenar todo el cuerpo.” (Santiago 3:2)

No ofusques al que está en autoridad. “Si el espíritu del príncipe se exaltare contra ti, no dejes tu lugar; porque la mansedumbre hará cesar grandes ofensas.” (Eclesiastés 10:4)

No contestes mal a tu profesor, aunque él esté molesto contigo. “La blanda respuesta quita la ira; Mas la palabra áspera hace subir el furor.” (Proverbios 15:1)

19. Qué carrera escoger.
Jesús tenía su profesión secular, era carpintero, aparte del ministerio. Igual cosa San Pablo, quien trabajaba haciendo tiendas de campaña. “¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.” (San Marcos 6:3)

Al tener una profesión colaboramos con Dios. “Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y vosotros sois labranza de Dios, edificio de Dios.” (1 Corintios 3:9)

Lo importante, al escoger una profesión, es siempre tener en cuenta cual es la prioridad en nuestra vida cristiana: el Reino de Dios. La verdadera riqueza es Cristo, más allá del ejercicio de una profesión, el sustento y las comodidades, está la eternidad. Por ello Jesús nos enseña: “20 sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. / … / 33 Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas.” (San Mateo 6:20,33)

Hay profesionales de la orientación vocacional, acerquémonos a ellos y también a aquellos que nos conocen de toda una vida, nuestros padres. Una forma de honrar a los padres es pidiéndole consejo para escoger profesión. “Hijos, obedeced en el Señor a vuestros padres, porque esto es justo. / Honra a tu padre y a tu madre, que es el primer mandamiento con promesa; / para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra.” (Efesios 6:1-3)

20. ¿Puedo tener relaciones con mi novia? ¿Cómo evito el sexo?
La Biblia nos ordena no fornicar, dejar toda impureza, dominar las pasiones de la carne, rechazar todo mal deseo: “Haced morir, pues, lo terrenal en vosotros: fornicación, impureza, pasiones desordenadas, malos deseos y avaricia, que es idolatría” (Colosenses 3:5)

El corazón es engañoso, la carne siempre buscará satisfacción inmediata, pasando por alto los valores y virtudes. Se valdrá de diversos subterfugios hablando a nuestra mente con palabras persuasivas, como la serpiente habló a Eva, porque “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá?” (Jeremías 17:9)

“Porque del corazón salen los malos pensamientos, los homicidios, los adulterios, las fornicaciones, los hurtos, los falsos testimonios, las blasfemias.” (San Mateo 15:19)

¿Cómo puede evitar el (la) joven tener sexo con su novia (o)?
1. Poniendo límites
2. Evitando situaciones peligrosas
3. Reconociendo sus limitaciones
4. Diciendo que no y en serio
5. Que alguien los acompañe
6. Desarrollando amistad con Dios

La pureza es un tesoro que debemos cuidar. Dios está interesado en la pureza del soltero. Él quiere que los discípulos solteros se conserven puros para el matrimonio. Lejos de ser una idea anticuada, esta es la voluntad del Señor. Él desea que el sexo se desarrolle dentro del matrimonio, no fuera. “Pero tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7)

21. Tengo dudas si es amor verdadero. No sé si casarme.
Muchos jóvenes se preguntan si realmente aman a su novia (o). Una clave para descubrir la realidad de sus sentimientos es que se hagan las siguientes preguntas:

1) ¿Estoy siendo atraído (a) por lo interno o lo externo de la otra persona? “sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.” (1 Pedro 3:4)

2) ¿Tengo convicción de que ésa es la persona con quien debo formar una familia y vivir toda mi vida? ¿Tengo dudas? Si es la voluntad del Señor, no habrá dudas sino paz en mi corazón. “Engañosa es la gracia, y vana la hermosura; La mujer que teme a Jehová, ésa será alabada.” (Proverbios 31:30)

3) ¿Lo que siento, es amor o capricho? Una cosa es sentir amor y otra querer cumplir un capricho. Este último se define como una determinación que se toma arbitrariamente, inspirada por un antojo, por humor o por deleite en lo extravagante y original. Una vida no se debe edificar sobre una base tan débil.

4) ¿Mi amor cumple con los parámetros bíblicos? “El amor es sufrido, es benigno; el amor no tiene envidia, el amor no es jactancioso, no se envanece; / no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; / no se goza de la injusticia, mas se goza de la verdad.” (1 Corintios 13:4-6) Estas son las características del verdadero amor. Si usted hace el siguiente ejercicio, podrá ayudarse a descubrir si su amor es verdadero: Reemplace en estos versículos las palabras “el amor” por “mi amor por mi novia (o)”… es sufrido, es benigno, es sin envidia, no jactancioso, es sin vanidad, no hace nada indebido, no busca lo suyo, no se irrita, no guarda rencor; no se goza de la injusticia, se goza de la verdad.

“Así sirvió Jacob por Raquel siete años; y le parecieron como pocos días, porque la amaba. / Entonces dijo Jacob a Labán: Dame mi mujer, porque mi tiempo se ha cumplido, para unirme a ella.” (Génesis 29:20,21) Jacob amaba tanto a Raquel que estuvo dispuesto a servir como empleado a Labán durante siete años, para poder casarse con ella. Tal vez la vida nos exija algunos sacrificios antes de consumar una relación matrimonial.

22. ¿Hay que ser honrado siempre?
Dios nos enseña a ser honrados, a no dar falso testimonio ni mentir. “El testigo falso no quedará sin castigo, Y el que habla mentiras no escapará.” (Proverbios 19:5)

No es correcto engañar a otros para hacer dinero: “Amontonar tesoros con lengua mentirosa Es aliento fugaz de aquellos que buscan la muerte.” (Proverbios 21:6)

La soberbia, la mentira, el asesinato, la discordia entre hermanos no agradan al Señor. Él quiere que llevemos una vida honrada: “16 Seis cosas aborrece Jehová, Y aun siete abomina su alma: / 17 Los ojos altivos, la lengua mentirosa, Las manos derramadoras de sangre inocente, / 18 El corazón que maquina pensamientos inicuos, Los pies presurosos para correr al mal, / 19 El testigo falso que habla mentiras, Y el que siembra discordia entre hermanos.” (Proverbios 6:16-19)

El homicidio y la mentira son obras del diablo. “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre queréis hacer. El ha sido homicida desde el principio, y no ha permanecido en la verdad, porque no hay verdad en él. Cuando habla mentira, de suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira.” (San Juan 8:44)

Joven: camina en integridad (dicho de una persona: Recta, proba, intachable), actúa con justicia, habla sólo la verdad, no dañes a tu prójimo, no murmures de él ni admitas la murmuración, honra a los hijos de Dios, no te aproveches del pobre ni permitas el cohecho (Delito consistente en sobornar a un juez o a un funcionario en el ejercicio de sus funciones, o en la aceptación del soborno por parte de aquellos). “1 Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo? / 2 El que anda en integridad y hace justicia, Y habla verdad en su corazón. / 3 El que no calumnia con su lengua, Ni hace mal a su prójimo, Ni admite reproche alguno contra su vecino. / 4 Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, Pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; / 5 Quien su dinero no dio a usura, Ni contra el inocente admitió cohecho.” (Salmo 15:1-5)

El cristiano siempre ha de ser honrado.

23. Me gusta beber.
El vino acompaña nuestras celebraciones, pero bébelo con prudencia. “Anda, y come tu pan con gozo, y bebe tu vino con alegre corazón; porque tus obras ya son agradables a Dios.” (Eclesiastés 9:7)

Ten cuidado con el alcohol. A veces es preferible no beberlo. “El vino es escarnecedor, la sidra alborotadora, Y cualquiera que por ellos yerra no es sabio.” (Proverbios 20:1)

Desconfía de las bebidas alcohólicas, pues producen: adicción, distorsionan la percepción de la realidad, hacen aparecer lo malo de nuestro corazón, marean. “31 No mires al vino cuando rojea, Cuando resplandece su color en la copa. Se entra suavemente; / 32 Mas al fin como serpiente morderá, Y como áspid dará dolor. / 33 Tus ojos mirarán cosas extrañas, Y tu corazón hablará perversidades. / 34 Serás como el que yace en medio del mar, O como el que está en la punta de un mastelero.” (Proverbios 23:31-34)

Hay gente que bebe para alegrarse y para olvidar los dolores. ¿Será lo que quiere el Espíritu Santo? “6 Dad la sidra al desfallecido, Y el vino a los de amargado ánimo. / 7 Beban, y olvídense de su necesidad, Y de su miseria no se acuerden más.” (Proverbios 31:6,7)

Jesucristo en la hora de máximo dolor escogió no adormecerse y rechazó la bebida adormecedora: “Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. / Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó.” (San Marcos 15:22,23)

24. Me invitaron con drogas.
Si tienes malas amistades que te invitan a drogarte, te aconsejo que:

a) Protejas tu persona y juventud. “La gloria de los jóvenes es su fuerza, Y la hermosura de los ancianos es su vejez.” (Proverbios 20:29)

b) Ni siquiera toques lo inmundo. “Por lo cual, Salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, Y no toquéis lo inmundo; Y yo os recibiré, / Y seré para vosotros por Padre, Y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso.” (2 Corintios 6:17,18)

c) No te contamines. “Así que, amados, puesto que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios.” (2 Corintios 7:1)

d) No te juntes con necios dejándote llevar por sus insinuaciones. “El que anda con sabios, sabio será; Mas el que se junta con necios será quebrantado.” (Proverbios 13:20)

e) Lo que hacen muchos no siempre es lo correcto. “No seguirás a los muchos para hacer mal, ni responderás en litigio inclinándote a los más para hacer agravios” (Éxodo 23:2)

f) No te hagas esclavo de una sustancia. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6:16)

g) Permite que la sabiduría te gobierne. “10 Cuando la sabiduría entrare en tu corazón, Y la ciencia fuere grata a tu alma, / 11 La discreción te guardará; Te preservará la inteligencia, / 12 Para librarte del mal camino, De los hombres que hablan perversidades” (Proverbios 2:10-12)

h) Sigue siendo niño en la malicia pero maduro en tu modo de pensar. “Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar.” (1 Corintios 14:20)

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) Comenta en el cenáculo cuáles son tus principales dificultades para seguir la voluntad de Dios y escucha las propuestas de solución que otros jóvenes dan a tu problema.


BIBLIOLINKOGRAFÍA.
1) “Biblia de Estudio La Biblia de las Américas”; The Lockman Foundation; California; U.S.A.; 2000.
2) Roberto Jamieson, A.R. Fausset & David Brown; “Comentario Exegético y explicativo de la Biblia”; Tomo I: El Antiguo Testamento; Casa Bautista de Publicaciones; 1958.
3) W.W. Rand; "Diccionario de la Santa Biblia"; Editorial Caribe; Miami, Florida, Estados Unidos.
4) “Lo que los Jóvenes preguntan”; Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, 1989, USA.
5) Jaime L. Balmes; “El Criterio”; Editorial Sopena Argentina; 1938, Argentina.
6) “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España”, en línea, Internet.
7) “Wikipedia, la enciclopedia libre”, Internet.
8) “Jóvenes frente a la depresión”; http://www.webislam.com/?idt=4210