domingo, septiembre 26, 2010

DIOS TE AMA.


EL LLAMADO DE DIOS
II PARTE

Lectura bíblica: 1 Juan 4:7-12

Propósitos de la charla: a) Saber que Dios nos ha creado por amor y para amar; b) Aceptar el amor de Dios en la Persona de Jesucristo.

“7 Amados, amémonos unos a otros; porque el amor es de Dios. Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios. / 8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. / 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. / 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. / 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros. / 12 Nadie ha visto jamás a Dios. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros, y su amor se ha perfeccionado en nosotros.” (1 Juan 4:7-12)

Hay un sentimiento que domina la vida de todo ser humano; se nace como consecuencia de ese sentimiento; se crece ayudado por él, durante la juventud mueve a las personas a buscar una pareja; en la edad adulta forma y fortalece a la familia; y durante la ancianidad muchos lo añoran. Nos referimos al “amor”. Hay amor a los padres, entre hermanos, a los hijos, al amigo, a una mascota y, por cierto, a Dios. Son diferentes expresiones de un mismo sentimiento. Se ha escrito, investigado y discutido mucho el asunto, pero la Sagrada Escritura también tiene algo importante que decirnos: El amor es de Dios, no es una creación humana sino Divina.

A pesar de ser el amor tan importante y necesario, no es siempre la característica distintiva de los seres humanos. Solemos odiar, rechazar, ser indiferentes y tener toda una gama de actitudes negativas hacia los demás, mayormente si no son de la familia. No será así entre los discípulos de Jesucristo. La prueba de ser hijo de Dios, nacido de Él, es que tengo amor. Así como se reconoce que alguien es hijo de otro por su similitud de facciones, gestos o personalidad, también se descubre al hijo de Dios.

Por el contrario, es fácil identificar al que no conoce a Dios: no ama. El sello del que no conoce a Dios es su falta de amor, indiferencia y desinterés por el otro.

Si ponemos ahora la mirada en Dios, tenemos que la venida de Jesucristo a la tierra fue una demostración de Su gran amor.

La Biblia nos sorprende con una nueva definición. Amor es la encarnación de Jesucristo y Su sacrificio en la cruz. El Apóstol Juan concluye: si Dios nos amó así, nosotros debemos amarnos unos a otros. Es necesario que cada uno de nosotros se pregunte: ¿Estoy amando a mi prójimo? ¿Está la Iglesia amando al mundo? ¿Se aman los cristianos entre sí?

Para conocer y experimentar el verdadero amor necesitamos ver a Dios. La forma de ver a Dios es a través del amor. Por eso se dice que el que ama está en luz. Si nos amamos entre cristianos, el mundo verá a Dios en la Iglesia. Si practicamos el verdadero amor, veremos a Dios en la práctica del amor pues Él se manifiesta en el amor.

En la lección anterior aprendimos que Dios llama al ser humano para darle descanso y salvación eterna. En ésta vamos a acercarnos a Dios para conocer Su corazón y comprender que el Suyo es un llamado de amor. Dios nos ha creado por amor y para amar. Esperamos que usted acepte el amor de Dios en la Persona de Jesucristo.

Actualmente vemos en el mundo guerras, pobreza, injusticia social, racismo, extremismo, pedofilia y abuso de menores, mujeres golpeadas y explotadas, en fin tanto sufrimiento. Así y todo la Iglesia sigue hablando de un Dios de amor ¿Cómo puede ser esto?

¿Cómo puedo saber que Dios realmente ama al ser humano?
Podemos estar seguros del gran amor de Dios porque:
1. La sustancia de Dios es el Amor.
2. Dios creó al ser humano con amor.
3. Dios nos ama personalmente.
4. Él nos rescata de Satanás.
5. Él perdona nuestras rebeliones.
6. Él quiere hacer un pacto con nosotros.
7. Él desea darnos Su Espíritu de Amor.

1. La sustancia de Dios es el Amor.
Si hay algo que caracterice a Dios es el amor. Él creó el universo, los seres celestiales, los seres vivientes del planeta y al ser humano, por amor. El amor es la esencia de Dios. Si nosotros somos criaturas de Dios, entonces debemos llevar en la conducta, pensamientos y emociones, el amor que proviene de Dios. Con mayor razón si hemos “nacido de nuevo” y tenemos Su Espíritu Santo morando en el corazón, ahora el amor de Dios debe fluir pues ha “sido derramado en nuestros corazones”

Dice San Juan que “Todo aquel que ama, es nacido de Dios, y conoce a Dios”, viene a ser un distintivo del hijo de Dios, el amor. En esto conoce el mundo que somos hijos de Dios y discípulos de Jesucristo, porque nos amamos unos a otros. Si alguien no tiene amor, significa lisa y llanamente que no ha conocido al Dios de Amor.

El gran amor de Dios por su creación quedó demostrado con la muerte de Jesucristo en la cruz. Dios Padre envió al Hijo para darnos la vida sobrenatural. Antes teníamos sólo la vida natural: cuerpo y alma. Nuestro espíritu estaba seco, hambriento y sin vida. con Cristo, ahora tenemos el Espíritu Santo vivificando permanentemente nuestro espíritu y plena conciencia de que poseemos vida eterna.

El amor nace en Dios, no en el hombre, es un sentimiento y una convicción Divino: “En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.”

Si Dios nos amó de ese modo, lo más correcto es que, como imitadores del Padre, Sus hijos amen a todas las criaturas de Dios. Es preciso que se perfeccione ese amor, que podamos perdonar, comprender, aceptar, tener empatía con el que sufre y aún con el que no ama, y amar no sólo a los que nos aman sino incluso a los enemigos. Su amor debe perfeccionarse en el cristiano.

Como el Señor, seamos tardos para la ira, perdonando al que nos daña y rogando por él.[1] La sabiduría de Dios es inmensa, es una sabiduría distinta a la humana, es conocimiento más amor, que ve mucho más allá que nosotros.[2] Si aprendemos a amar a la manera de Dios, su misericordia habitará en nuestro corazón y nos hará personas diferentes y más felices.[3]

2. Dios creó al ser humano con amor.
“Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que nacieses te santifiqué, te di por profeta a las naciones.” (Jeremías 1:5)

Dios nos conoce desde antes de la fundación del mundo, antes que Él nos crease ya sabía de nosotros pues Él es Omnisciente, todo lo sabe y conoce, y sabía que un día naceríamos en esta tierra en un determinado contexto socio-cultural; también sabía de nuestras rebeliones y que algún día nos arrepentiríamos y creeríamos en Su Hijo Jesucristo.

Por ello dice el texto que antes que naciésemos Él nos santificó, porque un día seríamos Sus santos, santificados por la sangre de Jesús. Así como a Jeremías lo dio “por profeta a las naciones”, a nosotros también nos ha asignado dones y una misión que cumplir como cristianos. Y todo ello lo ha hecho por amor a nosotros, Sus criaturas.

Es necesario que nos demos cuenta que Él nos ama desde el principio.[4] Por eso nos hizo semejantes a Él, nos hizo seres trinitarios y con un espíritu eterno.[5] Lamentablemente el ser humano se desconectó de Dios por el pecado, mas Dios ha provisto un medio para reconciliarnos con Él. Desea hacernos sus hijos espirituales.[6]

3. Dios nos ama personalmente.
“Ahora, así dice Jehová, Creador tuyo, oh Jacob, y Formador tuyo, oh Israel: No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.” (Isaías 43:1)

Dios es su Creador, en el sentido que todos pertenecemos a la “raza humana” descendiente de Adán y Eva. El primer hombre creado es Adán; de su costilla fue formada Eva y de la unión de ambos surgen todos los seres humanos. Pero el Creador conoce a cada uno de nosotros, Él es nuestro “Formador”.

En este texto Dios se presenta de siete maneras distintas:
a) Jehová, Yo Soy El Que Soy, Él es el Único que puede decir “Soy”, pues todos los seres humanos estamos en permanente cambio, pero Él es Inmutable;
b) Creador, el que ha hecho todas las cosas y al ser humano;
c) Formador del Hombre, dio forma a nuestro ser;
d) Protector, “No temas” dice Dios;
e) Redentor, dice “yo te redimí” pues encontramos nuestra liberación de esclavitud, en Jesucristo;
f) El que Nombra, “te puse nombre”, el nombre y la personalidad que usted tiene fue pensada por Él;
g) Propietario, “mío eres tú” le dice ahora el Señor, su Dueño.

Dios te ama personalmente y quiere lo mejor para ti, entrégale tu vida a Él.[7]

4. Él nos rescata de Satanás.
“sino por cuanto Jehová os amó, y quiso guardar el juramento que juró a vuestros padres, os ha sacado Jehová con mano poderosa, y os ha rescatado de servidumbre, de la mano de Faraón rey de Egipto” (Deuteronomio 7:8)

Dios le ha amado a usted, a mí, como a toda la Humanidad y ha enviado a Su Hijo Jesucristo a salvarnos. Él prometió en el Edén la victoria de la raza humana sobre la serpiente antigua, es decir Satanás: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.” [8] El diablo sería aplastado por la simiente de Eva. Esa es la primera promesa de salvación; la simiente sería Jesucristo.

Dios cumplió Su promesa con nosotros, nos amó, y sacó con Su mano poderosa del reino de tinieblas. Jesucristo nos rescata de la esclavitud del pecado, del mundo y del diablo, simbolizado por el Faraón rey de Egipto.

5. Él perdona nuestras rebeliones.
“Acuérdate, oh Jehová, de tus piedades y de tus misericordias, Que son perpetuas. / De los pecados de mi juventud, y de mis rebeliones, no te acuerdes; Conforme a tu misericordia acuérdate de mí, Por tu bondad, oh Jehová.” (Salmo 25:6,7)

Dios es un Ser piadoso, se compadece del afligido. Cualquier dolor que usted tenga, Él no es insensible a ello, porque es una Persona misericordiosa. Aún más, su misericordia es eterna, no es para hoy y mañana ya se olvida, no, Dios cuando da Su amor lo da eternamente. Jehová es todo lleno de bondad. Sin embargo Él nos exige respeto, obediencia, que guardemos Su Palabra.[9]

6. Él quiere hacer un pacto con nosotros.
“8 Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento; pero con misericordia eterna tendré compasión de ti, dijo Jehová tu Redentor. / 9 Porque esto me será como en los días de Noé, cuando juré que nunca más las aguas de Noé pasarían sobre la tierra; así he jurado que no me enojaré contra ti, ni te reñiré. / 10 Porque los montes se moverán, y los collados temblarán, pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.” (Isaías 54:8-10)

A veces pareciera que Dios se esconde de nosotros, pero en realidad Él siempre está siempre allí, observando nuestro comportamiento y enviando a Sus ángeles para protegernos y ministrarnos. Pero cuando pecamos, Él nos deja sufrir el resultado doloroso de nuestra mala actuación. Por eso dice el Señor: “Con un poco de ira escondí mi rostro de ti por un momento” porque Él no se agrada de nuestro pecado, aunque sí se agrada de nosotros, como un Padre con sus hijos.

La ira de Dios hacia el pecado contrasta con la gran misericordia que Él tiene hacia los seres humanos, una misericordia que cubre la miseria humana –he allí el significado de la palabra misericordia- y que en el caso de Dios se califica como eterna, es sin fin, infinita. Ningún ser humano puede tener este tipo de misericordia, a no ser que esté profundamente inspirado por el Espíritu de Dios. La misericordia de hombres y mujeres es limitada, cesa cuando no hay retribución o cuando surgen otras preocupaciones, o decae con el tiempo, en fin es sólo humana, no Divina.

Dios tiene compasión del ser que sufre, que está sólo y frustrado, del pobre, del enfermo, no esconde Su Rostro de la humanidad sufriente. Prueba de ello es que Él mismo se hizo hombre en Jesucristo, se compadeció de los dolores humanos llegando a morir en la cruz por todos. Jehová es nuestro Redentor, el que nos redimió de nuestros pecados. La palabra redimir significa: Rescatar o sacar de esclavitud al cautivo mediante precio. Es lo que hizo el Hijo de Dios, Jesucristo, pagando el precio de nuestra vida al derramar Su sangre por nosotros; con ese sacrificio nos rescató de las garras de Satanás, de la esclavitud del pecado y del reino de las tinieblas que nos tenía en esclavitud. Ahora usted es libre, si ha creído en el Hijo de Dios y Su Evangelio.

En los tiempos de Noé, Dios prometió que nunca más las aguas inundarían la tierra. Del mismo modo, promete al profeta Isaías que no se enojará con él ni le reñirá, si él le ama. Tal promesa no es sólo para el profeta, sino también para usted y para mí, para todo cristiano; Dios se compromete a amarnos y a no reñirnos, a tratarnos benévolamente, como un buen Padre Celestial. Podrá temblar la tierra, “pero no se apartará de ti mi misericordia, ni el pacto de mi paz se quebrantará, dijo Jehová, el que tiene misericordia de ti.”

Este es el pacto que Dios Padre desea hacer con cada ser humano, un pacto en que Él nos atrae con su amor[10] y se entrega por completo[11], pero exige de nosotros la fe, que creamos en Aquél que Él ha enviado a salvarnos, Jesucristo; pues el Padre ama al que ama a Jesús.[12]

7. Él desea darnos Su Espíritu de Amor.
“5 y la esperanza no avergüenza; porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. / 6 Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. / 7 Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. / 8 Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” (Romanos 5:5-8)

Los cristianos tenemos una maravillosa esperanza. Esperamos con completa certeza que seremos transformados a la imagen de Jesucristo y estaremos eternamente con Él. Esta esperanza, dice la Escritura, no nos da vergüenza. No importa que el mundo se burle de nosotros y diga que estamos locos, que somos ilusos o ingenuos, porque tenemos certeza de que la Palabra de Dios no miente. Esta confianza se funda en el gran amor que Dios ya nos ha demostrado dándonos el perdón y la salvación, y viniendo a habitar dentro de nosotros, por medio de Su Espíritu Santo.

Al morar en el cristiano, es el Amor mismo el que vive en él, pues Dios es Amor. Dice la Escritura: “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado.” Tengo el amor en mí porque habita el Espíritu y tengo el Espíritu porque he creído en Jesús y Su obra redentora.

Cuando estábamos en pecado, en desobediencia a Dios, cuando no teníamos claridad sobre el verdadero propósito de la vida, cuando la conciencia y la Ley nos acusaban, “cuando aún éramos débiles”, vino el Hijo de Dios, Jesucristo, a limpiarnos de culpa, a ponernos en una correcta relación con el Padre, a justificarnos ante Él, para ser nuestra Sabiduría. Para eso murió Jesús, para salvarnos de eterna condenación.

Ningún ser humano moriría por un pecador. Lo propio es que alguien pueda dar su vida por una causa correcta, como aquél hombre soltero, un sacerdote, que intercambió su vida por la de un padre de familia, en un campo de concentración en la Alemania nazi. Él heroicamente dio su vida por una noble causa: devolver el padre a una familia. Arturo Prat dio su vida por la patria. Pero ¿quién daría la vida por un injusto? ¡Menos por un millón de pecadores! Pues, aquí tenemos un escándalo: Jesucristo dio Su vida para salvar a la totalidad de los pecadores, a los injustos de ayer, hoy y mañana; Él “a su tiempo murió por los impíos.”

Esta es la principal comprobación de que Dios nos ama: “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros.” Es un amor incondicional y eterno, nada apagará el amor de Dios por nosotros.[13] Su amor jamás cesa, es inextinguible, pues tenemos un Padre rico en amor.[14] El amor del Padre es tan grande por nosotros que nos ha dado el mismo nombre que al Verbo, “hijos de Dios”. El mundo no puede percibir esta realidad porque no le conoce a Él y Su gran amor.[15]

Dios Padre no se conforma con ser y vivir el amor, Él lo da a conocer a la humanidad por medio de Su Hijo Jesucristo. Dios Hijo no se conforma con mostrar y dar el amor al mundo, sino que brinda Su propio Espíritu a la Iglesia. El Espíritu Santo no se conforma con brindarse a la Iglesia sino que quiere llenar de Su amor a cada cristiano. El don del Espíritu Santo es una demostración de Su inmenso amor.

CONCLUSIÓN.
Podemos saber que Dios realmente ama al ser humano y estar seguros de Su gran amor, al entender que Su misma sustancia es el Amor y que Él nos creó con profundo amor. Su sentimiento es para cada hombre y mujer que Él ha creado, por lo tanto nos ama personal e individualmente. Porque nos ama vino a rescatarnos de las garras de Satanás; si no nos hubiese amado no habría perdonado nuestras rebeliones. Ahora desea hacer un pacto con todo ser humano, que reconozcamos a Su Hijo y nos arrepintamos de nuestra vana manera de vivir; así Él nos dará Su Espíritu Santo de Amor.

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1) Revise los textos a pie de página y memorice el que más le impacta.
2) Cuente una experiencia en que usted haya experimentado directamente el amor de Dios por su persona.

[1] Éxodo 34:6
[2] Isaías 55:9
[3] Éxodo 20:6
[4] Efesios 1:5
[5] Génesis 1:27
[6] 1 San Juan 1:31
[7] Romanos 8:28
[8] Génesis 3:15
[9] Salmo 103:17; Deuteronomio 5:10; San Juan 14:23
[10] Oseas 11:1-4
[11] San Juan 3:16
[12] San Juan 16:27
[13] Romanos 8:39
[14] Efesios 2:4
[15] 1 Juan 3:1