domingo, febrero 25, 2018

ALGUNAS AÑADIDURAS.

LA CASA DEL PAN
REFLEXIÓN Nº6

 
© Pastor Iván Tapia Contardo

Lectura bíblica: “15 Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. / 16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: / 17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban. / 18 Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. / 19 Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? / 20 Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. / 21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.” (Génesis 50:17-21) 

Idea central: Las añadiduras de la salvación. 

Objetivos: a) Comprender y valorar lo que Dios ha añadido a nuestra salvación; b) Apreciar e imitar el testimonio de vida de José, hijo de Jacob; c) Comprender, valorar y aceptar que el discípulo de Jesucristo es  formado en el dolor y probado en la tentación; d) Comprender, valorar y descubrir que el discípulo es dotado con un don y una misión especial; y e) Comprender y experimentar el llamado a proteger y unir la familia. 

Resumen: La vida de José es un testimonio de fidelidad a Dios y a la familia. A través de ese testimonio podemos comprender algunas de las principales añadiduras de Dios a la vida cristiana: el dolor, la tentación, el don, la misión y la familia.
 

C
reo que los cristianos somos bendecidos desde nuestro nacimiento. No creo que Dios improvise, Él sabe exactamente quién se convertirá a Jesucristo en un momento de su vida y quien no lo hará y rechazará para siempre. Dios sabe qué personas creerán en Él y Su mensaje, le amarán y  servirán durante el resto de sus días. Es como si al nacer trajésemos una marca o señal que Dios puede interpretar. En la Antigüedad los padres nombraban a sus hijos con un nombre que daba significado a sus vidas y también a la familia y la sociedad en que vivían. Así sucedió con José, un niño hebreo, hijo de Jacob y Raquel. 

El nombre de José significa “que Él añada” o sea “que Dios añada”. En hebreo es Yãsaph. Le fue dado ese nombre por su madre Raquel, dada la petición que ella hizo al Señor: “22 Y se acordó Dios de Raquel, y la oyó Dios, y le concedió hijos. / 23 Y concibió, y dio a luz un hijo, y dijo: Dios ha quitado mi afrenta; / 24 y llamó su nombre José, diciendo: Añádame Jehová otro hijo.” (Génesis 30:22-24) No tener hijos en esa época era una vergüenza para la mujer y la familia. Raquel había rogado mucho al Señor hasta que por fin pudo quedar embarazada y dar a luz a un niño, que sería el muy amado de su padre.  

Puesto que Raquel rogó a Dios que le “añadiera” otro hijo, pero uno de su misma entraña y no de una de sus sirvientas, cuando nació el bebé le dio por nombre “que Dios añada”. Y el hijo que tuvo iba a ser uno de los hombres grandes de Israel, inteligente, bueno, misericordioso, tolerante, uno que sería capaz de administrar una nación y además, lo más importante, perdonar las ofensas. La vida de José es un ejemplo para todo cristiano en diversos aspectos, pero también es un ejemplo de cómo debemos comportarnos los hijos de Dios con nuestros seres queridos. Dios no sólo añadió un hijo a Raquel y Jacob, sino que añadió hermosas virtudes a su hijo José. Su corazón y fe fueron probados en medio de dolorosas circunstancias y en ellas se desarrolló la misión que Dios le había asignado para con la sociedad y su propia familia. 

Dios nada hace sin un propósito y añade bendición tras bendición: “La bendición de Jehová es la que enriquece, Y no añade tristeza con ella.” (Proverbios 10:22). Quien busca como prioridad las cosas de Dios, recibe por añadidura la satisfacción de sus necesidades más básicas: “Mas buscad el reino de Dios, y todas estas cosas os serán añadidas” (San Lucas 12:31). Todo lo que sucede a un cristiano es una añadidura Divina, una circunstancia que le ayudará en su camino de crecimiento, en cambio para el no cristiano es un dolor sin sentido: “28 Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. / 29 Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.” (Romanos 8:28,29).  

La palabra “añadidura” significa anexo, secundario o en adición a algo. Como discípulos hemos recibido la salvación eterna de nuestras almas por medio del sacrificio de Jesucristo en la cruz. Esta salvación implica: a) El perdón de los pecados; b) La vida nueva con la renovación de nuestro entendimiento; y c) La recepción del Espíritu Santo que habita, regenera, convence, guía, enseña,  da poder y santifica. Pero además, el discípulo recibe de Dios algunas importantes añadiduras, las que se pueden observar en la vida de José. 

¿Qué añadiduras recibe el discípulo de Jesucristo? 

1.      Es  formado en el dolor y probado en la tentación.

a)      Formado en el dolor.

José fue formado en el dolor. Su padre Jacob tenía 90 años cuando él nació y fue, como hermano más pequeño, aparte de Benjamín, su favorito, lo que provocó la envidia de sus hermanos. A tal punto llegó su encono contra José, que quisieron darle muerte pero finalmente lo vendieron a una caravana de mercaderes que se dirigía a Egipto. En Egipto fue comprado por Potifar, oficial de la guardia de Faraón: “Y los madianitas lo vendieron en Egipto a Potifar, oficial de Faraón, capitán de la guardia” (Génesis 37:36) 

Este hombre escogido por Dios, pues desde pequeño el Señor le revelaba en sueños, sufrió la envidia y el odio de sus hermanos. Ese dolor fortalecería su fe y esperanza en Dios: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os perfeccione, afirme, fortalezca y establezca.” (1 Pedro 5:10) 

El dolor es una “añadidura” a nuestra salvación, necesario para el perfeccionamiento de nuestro ser cristiano. 

b)      Probado en la tentación.

José fue probado en la tentación. La esposa de Potifar intentó seducirlo pero él huyó de la tentación. La mujer, despechada, mintió acusándole falsamente y fue encarcelado: “19 Y sucedió que cuando oyó el amo de José las palabras que su mujer le hablaba, diciendo: Así me ha tratado tu siervo, se encendió su furor. / 20 Y tomó su amo a José, y lo puso en la cárcel, donde estaban los presos del rey, y estuvo allí en la cárcel.” (Génesis 39:19,20) 

La tentación a pecar, a no hacer la voluntad de Dios, está siempre a la puerta. Somos tentados por nuestra propia concupiscencia o debilidad carnal y también por los demonios a: 1) Actuar con soberbia; 2) Tener envidia de los éxitos de otros; 3) Actuar con ira y rencor cuando algo no nos agrada;  4) Ser avaros y no compartir las bendiciones materiales; 5) Ser lujuriosos, sucios de pensamiento, adúlteros, fornicarios;  6) No dominar la gula, intemperantes y viciosos; o 7) dejarnos dominar por la pereza o la acidia. El consejo de Dios es: a) Orar, “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil.” (San Mateo 26:41); b) Resistir la prueba, “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de vida, que Dios ha prometido a los que le aman.” (Santiago 1:12) 

La tentación es una “añadidura” a nuestra salvación, necesaria para desarrollar templanza. 

2.      Es dotado con un don y una misión especial.

a)      Un don especial.

José tenía un don especial. Estando en la cárcel interpretó los sueños del copero y panadero de Faraón, encarcelados con él: “Ellos le dijeron: Hemos tenido un sueño, y no hay quien lo interprete. Entonces les dijo José: ¿No son de Dios las interpretaciones? Contádmelo ahora.” (Génesis 40:8) 

Descubrir el don específico que el Espíritu Santo nos ha entregado es muy importante para trabajar en la Iglesia. Dios nos ha dado a cada uno un don para servirlo: “6 De manera que, teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada, si el de profecía, úsese conforme a la medida de la fe; / 7 o si de servicio, en servir; o el que enseña, en la enseñanza; / 8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con liberalidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.” (Romanos 12:6-8) 

El don es una “añadidura” a nuestra salvación, necesario para ser útiles en la Obra de Dios. 

b)      Una misión especial.

José tenía una misión especial. Tiempo después interpretó un sueño del Faraón, anunciando siete años de prosperidad y siete de hambre, lo que significó que le liberaran de la cárcel y lo ascendieran a primer ministro del reino: “38 y dijo Faraón a sus siervos: ¿Acaso hallaremos a otro hombre como éste, en quien esté el espíritu de Dios? / 39 Y dijo Faraón a José: Pues que Dios te ha hecho saber todo esto, no hay entendido ni sabio como tú. / 40 Tú estarás sobre mi casa, y por tu palabra se gobernará todo mi pueblo; solamente en el trono seré yo mayor que tú.”  (Génesis 41:38-40 

Cuando hubo hambre en el reino, llegaron los hermanos de José para comprar alimentos, y éste trató de tal modo con ellos para que se arrepintieran. No le reconocieron hasta que él se lo manifestó: “4 Entonces dijo José a sus hermanos: Acercaos ahora a mí. Y ellos se acercaron. Y él dijo: Yo soy José vuestro hermano, el que vendisteis para Egipto. / 5 Ahora, pues, no os entristezcáis, ni os pese de haberme vendido acá; porque para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros. / 6 Pues ya ha habido dos años de hambre en medio de la tierra, y aún quedan cinco años en los cuales ni habrá arada ni siega. / 7 Y Dios me envió delante de vosotros, para preservaros posteridad sobre la tierra, y para daros vida por medio de gran liberación. / 8 Así, pues, no me enviasteis acá vosotros, sino Dios, que me ha puesto por padre de Faraón y por señor de toda su casa, y por gobernador en toda la tierra de Egipto.” (Génesis 45:4-8) 

Jacob y toda su familia emigraron a Egipto y se estableció en la tierra de Gosén bajo la protección de Faraón y de José: “5 Entonces Faraón habló a José, diciendo: Tu padre y tus hermanos han venido a ti. / 6 La tierra de Egipto delante de ti está; en lo mejor de la tierra haz habitar a tu padre y a tus hermanos; habiten en la tierra de Gosén; y si entiendes que hay entre ellos hombres capaces, ponlos por mayorales del ganado mío.” (Génesis 47:5,6) 

En su lecho de muerte el padre de José bendijo a los hijos de éste y a cada uno de sus doce hijos, los que conformarían después las 12 tribus de Israel. A José bendijo así: “22 Rama fructífera es José, Rama fructífera junto a una fuente, Cuyos vástagos se extienden sobre el muro. / 23 Le causaron amargura, Le asaetearon, Y le aborrecieron los arqueros; / 24 Mas su arco se mantuvo poderoso, Y los brazos de sus manos se fortalecieron Por las manos del Fuerte de Jacob (Por el nombre del Pastor, la Roca de Israel), / 25 Por el Dios de tu padre, el cual te ayudará, Por el Dios Omnipotente, el cual te bendecirá Con bendiciones de los cielos de arriba, Con bendiciones del abismo que está abajo, Con bendiciones de los pechos y del vientre. / 26 Las bendiciones de tu padre Fueron mayores que las bendiciones de mis progenitores; Hasta el término de los collados eternos Serán sobre la cabeza de José, Y sobre la frente del que fue apartado de entre sus hermanos.” (Génesis 49:22-26 

La misión de José fue administrar exitosamente los bienes agrícolas de Egipto en tiempos de abundancia y carencia; y adelantarse a su familia para salvarlos de la hambruna y así preservar la simiente de Cristo, pues de una de las tribus de Jacob vendría el Mesías.  

Todo discípulo tiene una misión que cumplir. Ésta se va desvelando paulatinamente a través de la vida cristiana. En el caso de Pablo fue revelar los misterios del Evangelio: 8 A mí, que soy menos que el más pequeño de todos los santos, me fue dada esta gracia de anunciar entre los gentiles el evangelio de las inescrutables riquezas de Cristo, / 9 y de aclarar a todos cuál sea la dispensación del misterio escondido desde los siglos en Dios, que creó todas las cosas” (Efesios 3:8,9). Todos los apóstoles tuvieron la misión general de todo cristiano: “19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20).  

Un don es una capacidad. Una misión es un encargo o comisión a cumplir. La misión dada por el Señor a un discípulo puede requerir de más de una capacidad. Un don no tiene tiempo, en cambio una misión es un encargo para un tiempo determinado. Toda misión tiene una base bíblica. En mi caso así entiendo hoy mi misión: 4 Y sabréis que yo os envié este mandamiento, para que fuese mi pacto con Leví, ha dicho Jehová de los ejércitos. / 5 Mi pacto con él fue de vida y de paz, las cuales cosas yo le di para que me temiera; y tuvo temor de mí, y delante de mi nombre estuvo humillado. / 6 La ley de verdad estuvo en su boca, e iniquidad no fue hallada en sus labios; en paz y en justicia anduvo conmigo, y a muchos hizo apartar de la iniquidad. / 7 Porque los labios del sacerdote han de guardar la sabiduría, y de su boca el pueblo buscará la ley; porque mensajero es de Jehová de los ejércitos.(Malaquías 2:4-7) Es el llamado de Dios a ser un sacerdote que transmite Su Palabra, ser un pastor de almas. 

La misión es una “añadidura” a nuestra salvación, necesaria para cumplir el propósito de Dios. 

3.      Es llamado a proteger y a unir la familia.

A la muerte de Jacob, los hermanos de José temieron que él les trataría mal, pero José estuvo dispuesto a amarles: “15 Viendo los hermanos de José que su padre era muerto, dijeron: Quizá nos aborrecerá José, y nos dará el pago de todo el mal que le hicimos. / 16 Y enviaron a decir a José: Tu padre mandó antes de su muerte, diciendo: / 17 Así diréis a José: Te ruego que perdones ahora la maldad de tus hermanos y su pecado, porque mal te trataron; por tanto, ahora te rogamos que perdones la maldad de los siervos del Dios de tu padre. Y José lloró mientras hablaban. / 18 Vinieron también sus hermanos y se postraron delante de él, y dijeron: Henos aquí por siervos tuyos. / 19 Y les respondió José: No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? / 20 Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. / 21 Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos. Así los consoló, y les habló al corazón.” (Génesis 50:17-21) 

Los hermanos de José temieron que al morir su padre les aborrecería y se vengaría de ellos. Entonces le recordaron lo que Jacob les había encargado, que le dijeran a él que perdonara su maldad y pecado. José lloró mientras hablaban, vino a su memoria todo el sufrimiento que debió vivir cuando le arrojaron al pozo, cuando le vendieron como esclavo, cuando fue humillado en casa de Potifar y luego encarcelado. Pero también lloró porque lo separaron de su amado padre Jacob y, a pesar de todo, amaba a su familia. La nobleza del corazón de José, como la nobleza de Jesús con los pecadores, quedó retratada en la respuesta que dio a sus hermanos: “No temáis; ¿acaso estoy yo en lugar de Dios? / Vosotros pensasteis mal contra mí, mas Dios lo encaminó a bien, para hacer lo que vemos hoy, para mantener en vida a mucho pueblo. /  Ahora, pues, no tengáis miedo; yo os sustentaré a vosotros y a vuestros hijos.” 

El corazón de José era sabio, lleno de amor misericordioso y fraternal, estaba dispuesto a perdonar, tal como Dios nos enseña: “21 Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? / 22 Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete.” (San Mateo 18:21,22) 

El Señor quiere que la familia cristiana viva en mutua tolerancia, desarrollando virtudes como: a) Perdón; b) Amor filial; c) Amor fraternal; d) Amor misericordioso; e) Sabiduría; f) Unidad. 

El llamado a proteger y unir la familia es una “añadidura” a nuestra salvación, necesaria para fortalecer el testimonio y cumplir el eterno propósito de Dios, que es formar una Familia eterna en los cielos.

CONCLUSIÓN.

Una añadidura es algo que se agrega a algo que es más importante. En relación a nuestra relación con Dios, lo más importante es la salvación que hemos alcanzado en Cristo crucificado y resucitado. Mas a esa salvación Dios ha añadido algunas cosas que podemos ver reflejadas en el testimonio de vida de un hombre llamado José. Así el discípulo de Jesucristo, además de ser salvo: 1) Es  formado en el dolor y probado en la tentación; 2) Es dotado con un don y una misión especial; y 3) Es llamado a proteger y a unir la familia.

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Qué añadidura ha vivido usted en su vida cristiana?

2)      ¿Cuál es para usted el más importante legado de Jesucristo?

3)      ¿Qué lección deja la vida de José?

4)      ¿Qué significa que “el discípulo de Jesucristo es  formado en el dolor” y cómo lo ha experimentado?

5)      ¿Cuáles son las tentaciones actuales que sufren los cristianos?

6)      ¿Qué dones identifica en esta iglesia?

7)      ¿Cuál es la misión especial que Dios le ha dado?

8)      ¿Cómo podemos proteger y unir a nuestras familias?

9)      ¿Qué hizo que José fuera capaz de perdonar a sus hermanos?

10)  ¿Qué similitudes hay entre José y Jesucristo?

11)  ¿Cómo podemos dejar de: Actuar con soberbia; tener envidia de los éxitos de otros; actuar con ira y rencor cuando algo no nos agrada;  ser avaros y no compartir las bendiciones materiales; ser lujuriosos, sucios de pensamiento, adúlteros, fornicarios;  ser dominados por la gula, intemperancia y vicios, o por la pereza o la acidia?

 

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

·         Reina, Casiodoro de (1960) “La Santa Biblia” Estados Unidos: Broadman & Holman Publishers.

·         MacArthur, John (2011) “Biblia de Estudio MacArthur” Estados Unidos: Thomas Nelson Inc. 

·         (1979) “Dios Habla Hoy, La Biblia Versión Popular” Sociedades Bíblicas Unidas.

·         (1960) “La Santa Biblia” Sociedades Bíblicas Unidas. Recuperado de: http://www.gentle.org/biblia/

·         (1974) “Nuevo Testamento, Edición Pastoral” Chile, Ediciones Mundo.

·         “Diccionario de la Real Academia de la Lengua de España” Disponible en: http://www.rae.es/

·         Concordancia electrónica de la Biblia” Disponible en: http://www.miconcordancia.com/concordancia.php

·         Rizo Martínes, José L. “Diccionario Bíblico” Recuperado de: http://es.scribd.com/doc/50636670/Diccionario-Biblico-Jose-L-Rizo-Martinez#scribd

·         (1966, 1970, 1979, 1983, 1996) Dios habla hoy” ®, © Sociedades Bíblicas Unidas, Disponible en: https://www.biblegateway.com/versions/Dios-Habla-Hoy-DHH-Biblia/

·         Rollo Marín, Antonio (1954) “Teología de la Perfección Cristiana” Biblioteca de Autores Cristianos.

·         (2011) “Nuevo Testamento Interlineal Griego Español” Argentina, Iglesia en Salta, Ministerio Apoyo Bíblico.

 

domingo, febrero 11, 2018

LA FAMILIA UNIDA.


LA CASA DEL PAN
REFLEXIÓN Nº5
© Pastor Iván Tapia Contardo 

Lectura bíblica: “1 ¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es Habitar los hermanos juntos en armonía! / 2 Es como el buen óleo sobre la cabeza, El cual desciende sobre la barba, La barba de Aarón, Y baja hasta el borde de sus vestiduras; / 3 Como el rocío de Hermón, Que desciende sobre los montes de Sion; Porque allí envía Jehová bendición, Y vida eterna.” (Salmos 133:1-3 

Idea central: Amarnos los unos a los otros. 

Objetivos: a) Aprender a convivir los cristianos como lo enseña el Señor; b) Aprender a vivir en unidad a pesar de nuestras diferencias; c) Comprender que el Señor nos ha concedido Su Espíritu Santo para poder amarnos los unos a los otros; d) Construir y mantener la unidad en la familia y la Iglesia; e) Sujetamos los unos a los otros, considerándonos miembros del Cuerpo de Cristo y siendo veraces entre nosotros; f) Cultivar la paz de unos por otros, tolerándonos y confesándonos para sanidad; g) Tener comunión unos con otros, edificándonos y animándonos en la unidad; y h) Practicar el amor fraternal los unos por los otros. 

Resumen: El Evangelio y la enseñanza apostólica es pródiga en señalar cómo debemos vivir y propiciar la unidad en la Iglesia, de lo cual la familia es ejemplo, ya que las relaciones en ella se basan en el amor. La presente enseñanza toma aquellos textos en que se destaca cómo debe ser la relación de “los unos con los otros” en cuatro áreas: el corazón, la conciencia, la mente y el espíritu. La unidad de los cristianos es un anhelo de Jesús.
 

E
l deseo del Señor es que los hermanos en una familia se amen, se aprecien, se cuiden, se preocupen unos de otros, que convivan en armonía. Mayormente los hermanos en la fe; están unidos espiritual y psicológicamente por el Espíritu Santo, por tanto no pueden ni deben establecer separaciones, ser fríos, enemistarse ni odiarse. Es bueno para Dios que los cristianos permanezcamos unidos, pues somos la Familia de Dios.  

La oración del Señor la noche en que estuvo compartiendo por última vez con Sus discípulos, fue por la unidad de ellos y nosotros: “20 Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos,  / 21 para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste.” (San Juan 17:20,21)

Dios quiere que las familias estén unidas y a su vez se unan a otras familias para formar la comunidad de hermanos cristianos. Eso es la comunidad, la “común unidad”. Lograr la verdadera comunión de espíritus, ser esa comunidad de “un corazón y un alma” es el mayor desafío para la familia y la Iglesia. Sólo el amor puede lograr esa unidad. Es necesario que nos amemos unos a otros. En el Nuevo Testamento aparece 46 veces la expresión “unos a otros” en forma positiva, refiriéndose al comportamiento que debe haber entre hermanos cristianos. 

¿Cómo se logrará construir y mantener la unidad? 

1.      EN EL ÁREA DEL CORAZÓN Y LA FE:

a)      Sujetarse los unos a los otros.
Someteos unos a otros en el temor de Dios.” (Efesios 5:21) Un corazón que ha creído en Jesucristo es un corazón que se somete a la autoridad delegada por Dios. Los más jóvenes en las familias y la Iglesia se someterán a los que tienen más años y experiencia, a los que han acumulado sabiduría: Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, Y da gracia a los humildes.” (1 Pedro 5:5). Nada más desagradable a Dios que el orgullo que cree que no necesita someterse. La sujeción es vital en la Iglesia para conformar un solo Cuerpo. 

b)      Considerarse miembros los unos de los otros.
Cada familia es una célula del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia. Por eso nosotros hablamos de casa-iglesia o cenáculos. En esa instancia el Señor se manifiesta con Su amor y sabiduría, allí se desarrolla la verdadera fe. Todos los cristianos constituimos espiritualmente un solo organismo: así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.” (Romanos 12:5).  

Considérate una prolongación de tu hermano o hermana, así como la pierna se une al muslo por medio de una coyuntura que es la rodilla. Los cristianos estamos unidos por nuestras coyunturas o articulaciones. Las familias son miembros del Cuerpo que es la Iglesia y se unen unas a otras por las coyunturas que son los ministros y líderes. 

c)      Ser veraces los unos con los otros.
Para que la fe funcione debe haber una relación de veracidad, transparencia y honestidad entre los hermanos: No mintáis los unos a los otros, habiéndoos despojado del viejo hombre con sus hechos,” (Colosenses 3:9). Así podrá desarrollarse la fe en sumisión, sujeción, obediencia, fidelidad y responsabilidad. El máximo desarrollo de la fe nos conduce al compromiso con Cristo y Su obra. 

Si somos sujetos los unos a los otros, considerándonos miembros del Cuerpo de Cristo y somos verdaderos con nuestro prójimo, se desarrollará la fe en el corazón de la familia y la Iglesia, conduciéndola a la unidad de sus miembros.
 

2.      EN EL ÁREA DE LA CONCIENCIA Y LA PAZ:

a)      Tener paz los unos con los otros.
Es imprescindible la paz en la familia y la comunidad cristiana, si desea vivir feliz y transmitir esa alegría de vivir en Cristo al resto de la sociedad: Buena es la sal; mas si la sal se hace insípida, ¿con qué la sazonaréis? Tened sal en vosotros mismos; y tened paz los unos con los otros.” (San Marcos 9:50). Una cristiandad que no vive en paz, que se divide, se critica entre sí, habla mal de los hermanos y otras comunidades de su fe, es una sal insípida. El mensaje de Jesús es de paz y perdón, de comprensión y no de venganza ni de culpabilidades. 

b)      Tolerarse unos a otros.
Si tenemos la paz en nuestra conciencia no juzgaremos a otros, ni a nosotros mismos: Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano.” (Romanos 14:13). Ni juicios ni murmuraciones son adecuadas: Hermanos, no murmuréis los unos de los otros. El que murmura del hermano y juzga a su hermano, murmura de la ley y juzga a la ley; pero si tú juzgas a la ley, no eres hacedor de la ley, sino juez.” (Santiago 4:11). Debemos recibirnos como Cristo nos recibió, para gloria de Dios, y evitar quejarnos unos de otros. No nos constituyamos en jueces pues hay un solo Juez y está a la puerta. 

c)      Confesarse y orar unos por otros.
Hay muchos aspectos en el alma que necesitan ser sanados, para lo que es útil la confesión, el abrirse a un hermano mayor, como al Señor. Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.” (Santiago 5:16). A pesar de que la conciencia fue lavada por la sangre de Cristo de toda culpabilidad, persisten algunas cuestiones molestándola; la sanidad de esas heridas, traumas o complejos implica un proceso de sanidad interior guiado por el Espíritu Santo, a través del tutor.  

Si tenemos paz unos con otros, aceptamos nuestras diferencias y somos capaces de confesar las culpas, se desarrollará la paz en las conciencias de la familia y la Iglesia, lo que ayudará a la unidad en Cristo. 


3.      EN EL ÁREA DE LA MENTE Y LA ESPERANZA:

a)      Tener comunión los unos con los otros.
No se puede crecer aislado del Cuerpo de Cristo; es preciso desarrollarse en comunidad con otros cristianos. En la familia de Dios se desarrolla integralmente el discípulo: Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones.” (Hechos 2:42). En comunidad aprendemos la doctrina, practicamos los valores y virtudes cristianas, participamos de los sacramentos y oramos los unos por los otros.  

b)      Edificarse unos a otros.
La comunión entre hermanos casi siempre está unida a la alimentación y edificación de la mente con la Verdad: La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales.” (Colosenses 3:16). La Palabra en todas sus modalidades de expresión: testimonio, enseñanza, exhortación, canto, etc. A veces esta Palabra es amonestación, otras es ciencia o conocimiento y otras consejo. Dice el Espíritu Santo: amonestaros los unos a los otros; exhortaos los unos a los otros cada día para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado. 

c)      Animarse unos a otros.
Para que podamos conocer la Verdad tenemos que experimentarla en el Cuerpo de Cristo. La familia cristiana y la Iglesia nos estimulan al amor y a las buenas acciones. En su seno podemos crecer y ser edificados en la Verdad de Jesús. Sus miembros deben alentarse y animarse a vivir el Evangelio: Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis.” (1 Tesalonicenses 5:11) 

Si tenemos comunión los unos con los otros, si nos edificamos y alentamos mutuamente, se desarrollará la esperanza en nuestras mentes a tal punto que estaremos confiados en la Verdad de Jesucristo, la Roca, y nada ni nadie nos desplazarán de esa posición. Ayudándonos unos a otros en esta empresa estaremos más unidos y provocaremos la unidad de las familias y la Iglesia. 
 

4.      EN EL ÁREA DEL ESPÍRITU Y EL AMOR:

a)      Ser hospitalarios los unos con los otros.
Al convertirnos el Señor puso Su Espíritu Santo en nuestro espíritu y derramó Su amor en el interior. Tal amor se desarrolla primeramente en devoción a Dios y luego comienza a expandirse hacia el prójimo: primero la familia, luego los hermanos cristianos, después el entorno laboral y social, los compañeros de trabajo y estudio, los vecinos, etc. una expresión de ese amor es la hospitalidad: Hospedaos los unos a los otros sin murmuraciones.” (1 Pedro 4:9) 

b)      Saludarse fraternalmente unos a otros.
Como señal de fraternidad los cristianos se saludaban con un beso. Lo hacían sólo con un hermano o hermana del mismo sexo y no se saludaba así a los no cristianos. Era una señal de hermandad. Hoy en día es costumbre saludarse con un beso, sobre todo si se trata de damas o el joven a un padre o abuelo; es una expresión de cariño y respeto. Cinco veces menciona esta costumbre cristiana el Nuevo Testamento: Saludaos los unos a los otros con ósculo santo. Os saludan todas las iglesias de Cristo.” (Romanos 16:16). Se le nombra como ósculo santo” pues es una acción hecha sin malicia. También se le llama ósculo de amor”

c)      Ser pacientes unos con otros.
El mejor lugar para aprender el amor y la Gracia es la familia. En ella se practica la comprensión y la paciencia, una expresión del amor: 4 El amor es sufrido [paciente]...” (1 Corintios 13:4). La Palabra de Dios nos aconseja ser humildes y mansos, es decir no ser orgullosos, para bien relacionarse con los hermanos: con toda humildad y mansedumbre, soportándoos con paciencia los unos a los otros en amor,” (Efesios 4:2). Soportar es sostener al otro sin tener animadversión por él, sino comprendiéndole.  

d)      Ser benignos unos con otros.
Otro aspecto del amor es la “benignidad” que se expresa en la “bondad”. El Espíritu Santo nos insta a tener sentimientos de benignidad hacia nuestro prójimo, en especial con el hermano: Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” (Efesios 4:32). Nos recomienda evitar el pagar mal por mal. No siempre es fácil proceder de este modo. 

e)      Servir los unos a los otros.
El Señor ilustró la actitud que espera de los cristianos, especialmente de los líderes, lavando los pies de Sus discípulos. Esa actitud humilde de servicio entre los hermanos, es la que debe prevalecer en la familia y la Iglesia: Pues si yo, el Señor y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros.” (San Juan 13:14). No debe haber desavenencias en el Cuerpo, sino que preocuparse los unos por los otros. 

f)       Tener amor fraternal los unos con los otros.
Sobre el amor que deben prodigarse unos a otros hay más citas que sobre cualquier otro aspecto. Quince veces se reiteran las palabras de Jesucristo: Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros.” (San Juan 13:34). El amor fraternal es la demostración de que somos discípulos de Jesús: En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.” (San Juan 13:35) 

La Palabra nos habla de preferirnos los unos a los otros; que la única deuda que tenemos entre nosotros es amarnos con un corazón puro. Si lo hacemos significa que Dios permanece en nosotros  y Su amor se ha perfeccionado en nosotros. 

CONCLUSIÓN.

Todo lo que se ha expuesto en esta enseñanza encierra la voluntad del Señor en cuanto a cómo debemos convivir las familias y todos los cristianos en general. Vivir en unidad no es algo fácil porque todos somos diferentes, tenemos defectos, gustos personales y somos pecadores. Pero el Señor nos ha concedido Su Espíritu Santo para poder alcanzar en parte este ideal que aquí se nos muestra: “amarnos los unos a los otros”. 

Podremos construir y mantener la unidad si: 1) En el área del corazón y la fe, nos sujetamos los unos a los otros, considerándonos miembros del Cuerpo de Cristo y siendo veraces entre nosotros; 2) En el área de la conciencia y la paz, cultivamos la paz de unos por otros, nos toleramos y confesamos para sanidad; 3) En el área de la mente y la esperanza, teniendo comunión unos con otros, edificándonos y animándonos en la unidad; y 4) En el área del espíritu y el amor, ser hospitalarios los unos con los otros, saludándonos fraternalmente, siendo pacientes y benignos, sirviéndonos y manifestando siempre el amor fraternal por unos y otros.

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:
1)      ¿Qué debemos considerar al amonestar a un familiar o hermano en la fe?
2)      ¿Cómo se puede estimular la unidad de las familias en la Iglesia?
3)      ¿Qué situaciones hacen difícil la unidad en una familia o en una comunidad cristiana?
4)      ¿Qué desafío le planteó el sermón?
5)      ¿De qué manera está practicando usted la sujeción al Cuerpo de Cristo?
6)      ¿Qué diferencias le cuesta a usted aceptar en los demás?
7)      ¿Qué práctica, a su juicio, nos permite permanecer firmes en la Roca?
8)      ¿Qué aspecto expuesto en esta enseñanza considera usted más difícil de alcanzar?


 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.

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·         Ortiz,  Juan Carlos (2001) “Célula: Enfocando el Propósito” Ministerio Hispano de la Catedral de Cristal, Garden Grove, California.