domingo, mayo 13, 2018

HABLA EL IDIOMA DE CRISTO.

EL CAMINO PARA ESTA IGLESIA.
LECCIÓN 3
 
© Pastor Iván Tapia Contardo 

Lectura bíblica: 18 No os embriaguéis con vino, en lo cual hay disolución; antes bien sed llenos del Espíritu, / 19 hablando entre vosotros con salmos, con himnos y cánticos espirituales, cantando y alabando al Señor en vuestros corazones; / 20 dando siempre gracias por todo al Dios y Padre, en el nombre de nuestro Señor Jesucristo.(Efesios 5:19) 

Idea central: El idioma cristiano. 

Objetivos: a) Comprender que Dios nos llama a tener un idioma diferente al que posee el mundo; b) Valorar y practicar un lenguaje que edifique al prójimo; c) Transmitir el mensaje del Evangelio en palabras y acción; d) Buscar, descubrir y practicar un idioma común entre cristianos; e) Adquirir un lenguaje sencillo para transmitir la Verdad; y 3) Comprender, valorar y practicar el idioma del amor de Jesús. 

Resumen: Como toda nación, el Reino de Dios tiene su propio idioma. Tal lenguaje encierra todos los valores que Jesucristo nos legó y es la comunicación, en palabras y obras, que tenemos con los hermanos en la fe y con el mundo. Nuestro idioma es el amor.
 

U
n lunes de Oración Mística le preguntamos al Señor ¿Cuál es el camino para esta Iglesia? y Él respondió así: 1) Descubre tu desnudez (pecado, debilidad) y luego cúbrela con Cristo; 2)  Aliméntate de Cristo pues desfalleces de hambre, por falta del Pan de Vida. Y como tercer aspecto nos invitó a: 3) Hablar el mismo idioma y que sea un lenguaje comprensible, un idioma que los cristianos comprendan; un idioma que niños, adultos, jóvenes y ancianos entiendan.  

¿Cuál es el idioma que el Señor desea que hablemos?
 

1.      Un idioma común.

A veces pensamos que todos los cristianos, por el hecho de creer en Jesús y Su Evangelio, estamos hablando el mismo idioma y nos entenderemos muy bien entre nosotros, pero al acercarnos y compartir la fe nos damos cuenta que somos muy distintos. Nos separan las doctrinas, las interpretaciones, el modo de ver y vivir el cristianismo; a veces nos separan hasta las palabras. Hablamos idiomas distintos, o tal vez debería llamarlos dialectos; así como hay diversas formas de hablar el castellano y es muy distinto cómo se hace en España a como se da en Chile o Colombia, en que cada país y región tiene modos de hablar diferente y palabras con significado propio.

La iglesia de Corinto ya sufría este problema: “10 Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer. / 11 Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas. / 12 Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. / 13 ¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1:10-13) 

Entre cristianos, por ejemplo, para unos “hablar en lenguas” será decir palabras inspiradas en un idioma desconocido, para otros será sencillamente una habilidad para hablar idiomas extranjeros;  para unos la “Virgen” será el nombre que darán a la madre de Jesús, para otros será el modo de llamar a cualquier mujer soltera; para unos el Espíritu es el Espíritu Santo de Dios, Persona de la Trinidad que habita en cada creyente, para otros será el énfasis de una idea o principio divino; para unos “evangélico” es sinónimo de protestante, no católico, para otros es todo lo que se desprende del Evangelio; en fin para unos iglesia es el Cuerpo de Cristo, la comunidad de cristianos, y para otros es sólo el templo.  

En la primera iglesia ya se daba este conflicto entre posturas o doctrinas distintas, por ejemplo entre los “conservadores” liderados por Santiago o Jacobo, los “centristas” como Pedro y los más “avanzados” como Pablo, lo cual se deja ver en este pasaje: 11 Pero cuando Pedro vino a Antioquía, le resistí cara a cara, porque era de condenar. / 12 Pues antes que viniesen algunos de parte de Jacobo, comía con los gentiles; pero después que vinieron, se retraía y se apartaba, porque tenía miedo de los de la circuncisión. / 13 Y en su simulación participaban también los otros judíos, de tal manera que aun Bernabé fue también arrastrado por la hipocresía de ellos.” (Gálatas 2:11-13) Los conservadores no querían apartarse de las tradiciones judías, los avanzados estaban abiertos a una Iglesia de gentiles, sin guardar la Ley, y los centristas eran conciliadores. 

El deseo de Dios es que, a pesar de nuestras diferencias, seamos todos de un mismo sentir, estando “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión.” (Romanos 12:16) Lo mismo se enfatiza en los textos a continuación: “Finalmente, sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente, misericordiosos, amigables” (1 Pedro 3:8); “Solamente que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo, para que o sea que vaya a veros, o que esté ausente, oiga de vosotros que estáis firmes en un mismo espíritu, combatiendo unánimes por la fe del evangelio” (Filipenses 1:27) 

Recordemos que todos los cristianos, cualquiera sea nuestra denominación, somos parte de un mismo Cuerpo: “Por lo cual, desechando la mentira, hablad verdad cada uno con su prójimo; porque somos miembros los unos de los otros.” (Efesios 4:25) 

¿Cómo podemos comunicarnos entre los cristianos, sin importar la denominación a la que pertenezcamos? ¿Podemos llegar a tener o descubrir el idioma común? Es imprescindible que cada uno descubra el idioma común del Evangelio de Jesucristo. 

2.      Un idioma sencillo.

Si entre nosotros, los cristianos, muchas veces no podemos comunicarnos ¡Cuánto más será con los no creyentes! si nos separa con ellos la fe en Jesús. Ellos no creen en Dios o a lo menos no le dan importancia ni le obedecen; otros reniegan de la religión cristiana y las iglesias, por diversas razones, plausibles o no, y se declaran ateos o por último agnósticos, es decir incapaces de probar la existencia de Dios. La mayoría desconoce la Biblia y muchas veces se reconocen ignorantes de ella; también están los que tienen prejuicios contra la Escritura: Que es un libro pasado de moda, de otra cultura, invento de hombres, etc. Así es que comunicar nuestra fe a los no creyentes, que es el gran desafío que Jesús nos dejó, comienza por establecer un contacto natural a través del idioma.  

La orden del Señor fue: “19 Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; / 20 enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Amén.” (San Mateo 28:19,20); y en otro texto, “15 Y les dijo: Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura. / 16 El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado.” (San Marcos 16:15,16) 

Cumplir tal orden no es fácil, casi imposible para nosotros que no podemos convencer a todos sobre el Evangelio, pero Jesús nos ha dado Su Espíritu y Su didáctica que dice: He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas.” (San Mateo 10:16). No debemos desesperar en el trabajo evangelizador, ya que el mismo Maestro nos capacitará: “16 Andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. / 17 Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.” (San Marcos 1:16,17)

¿Qué palabras usaremos para comunicar el Evangelio? ¿Entenderán las personas términos tales como salvación, justificación, ley, gracia, expiación, etc.? Evidentemente no las entenderán, salvo si se las explicamos o utilizamos equivalentes a esas palabras. Sabido es que la transmisión de la Verdad del Evangelio no es sólo una cuestión de comunicar conceptos, sino además comunicar vida; por tanto yo mismo debo ser una encarnación del Evangelio. La transmisión del mensaje cristiano es la suma de Logos + Rema, Palabra Escrita + Palabra Vivida. Así como nuestro Maestro, también nosotros debemos ser encarnación del Verbo: Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.” (San Juan 1:14); “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20) 

Es necesario que con una vida coherente y palabras sencillas podamos transmitir la Verdad de Jesucristo. 

3.      El idioma del amor.

En último término ¿Cuál es el idioma que hablamos? ¿Es el catolicismo, el idioma bautista, el pentecostalismo, el de los testigos, el idioma mormón, el adventista o el idioma de nuestra iglesia particular? Hemos nacido de nuevo, “del agua y del Espíritu” ha dicho Jesús; ahora somos nuevas criaturas, ya no somos lo que éramos antes de conocer al Señor y convertirnos a Él; ahora tenemos claridad acerca del sentido de la vida, sabemos de dónde somos y hacia dónde vamos, además de entender quiénes somos, hijos y amigos de Dios. Llevamos dentro al Espíritu Santo que nos habita, regenera, convence, guía, enseña,  da poder y santifica.  

Antes nuestro idioma eran las groserías, los insultos, las herejías, las bravatas, las mentiras, las burlas, las palabras hirientes, la murmuración, las quejas contra todo, era el idioma de las tinieblas. Como hijos de luz nuestro lenguaje ha cambiado y se ha tornado positivo: 29 Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. / 30 Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. / 31 Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia.” (Efesios 4:29-31) 

Tanto lo que hablamos como nuestra actuación ahora es para edificación del prójimo: 3 Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; / 4 ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias.” (Efesios 5:3,4) 

Idioma y acción expresan a quien llevamos dentro: el Espíritu de Jesucristo. Por ello decimos que nuestra lengua es Cristo. Una de las primeras señales que dio el Espíritu Santo cuando se derramó sobre los apóstoles en Pentecostés, cuando se inició la Iglesia, fue el hablar en otras lenguas; ellos hablaban en diversos idiomas para que el mensaje evangélico fuese entendido por todos: 4 Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. / 5 Moraban entonces en Jerusalén judíos, varones piadosos, de todas las naciones bajo el cielo. / 6 Y hecho este estruendo, se juntó la multitud; y estaban confusos, porque cada uno les oía hablar en su propia lengua. / 7 Y estaban atónitos y maravillados, diciendo: Mirad, ¿no son galileos todos estos que hablan? / 8 ¿Cómo, pues, les oímos nosotros hablar cada uno en nuestra lengua en la que hemos nacido? / 9 Partos, medos, elamitas, y los que habitamos en Mesopotamia, en Judea, en Capadocia, en el Ponto y en Asia, / 10 en Frigia y Panfilia, en Egipto y en las regiones de África más allá de Cirene, y romanos aquí residentes, tanto judíos como prosélitos, / 11 cretenses y árabes, les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.” (Hechos 2:4-11) 

Si antes de conocer a Jesús hablábamos un idioma ajeno a Dios hoy hablamos el lenguaje de Jesucristo que es el amor. Este idioma nos hace pacientes, bondadosos, humildes, delicados, altruistas, serenos, joviales, compasivos y magnánimos con nuestro prójimo. 

Es impostergable la necesidad que tenemos todos los cristianos de comprender que nuestro idioma no es otro que la Persona de Jesucristo viviendo en nosotros. 

CONCLUSIÓN.

Dios nos llama a tener los cristianos un idioma diferente al que posee el mundo, que es de quejas, groserías, agresividad, etc. lo cual no edifica sino que destruye. Puesto que habitamos en lugares celestiales y pertenecemos a un Reino de Luz, que tenemos la grave misión de transmitir Su mensaje, el Evangelio, Dios desea que hablemos: 1) Un idioma común; 2) Un idioma sencillo; y 3) El idioma del amor.

 

 

PARA TRABAJAR EN EL CENÁCULO:

1)      ¿Cuál es su experiencia con hermanos de otras denominaciones?

2)      ¿Qué aspecto le resulta más difícil al relacionarse con hermanos de otras iglesias?

3)      ¿Qué doctrinas considera usted irrenunciables?

4)      ¿Se considera un cristiano/a conservador, centrista o avanzado?

5)      ¿Qué indicaciones daría usted a alguien que desee evangelizar?

6)      ¿Cuál es el idioma que el Señor desea que hablemos?

7)      ¿Cómo debemos reaccionar ante doctrinas que chocan con la nuestra?

8)      ¿Cómo podemos comunicarnos entre los cristianos, sin importar la denominación a la que pertenezcamos?

9)      ¿Cuál es, a su juicio, el idioma común del Evangelio de Jesucristo y cómo vivirlo?

10)  ¿Cómo puedo acercar al Evangelio a una persona que no cree en Dios?

11)  ¿Qué se puede hacer con aquellas personas que reniegan de la religión cristiana y las iglesias?

12)  ¿Cómo podemos transmitir una mejor valoración de la Biblia?

13)  ¿Evangelizar es sólo comunicar conceptos?

14)  ¿Qué significa la fórmula Evangelización= Logos + Rema?

15)  ¿Cuál es la gran diferencia entre lo que éramos antes de conocer a Cristo y ahora?

16)  ¿Es en todo tiempo mi lenguaje positivo?

17)  ¿Por qué decimos que nuestra lengua es Cristo?

18)  ¿De qué otra forma se puede entender el milagro de las lenguas en Pentecostés?

19)  ¿De qué pecados de la lengua necesitamos arrepentirnos?

 

 

BIBLIOLINKOGRAFÍA.


 

 

sábado, mayo 05, 2018

EL AMOR ES DELICADO.

AMIGOS DE JESÚS
Enseñanza 23

 
 

© Maestra Elena Montaner
 

“El amor.../ 5 no hace nada indebido,...”
1 Corintios 13:5
 

La versión Dios Habla Hoy (DHH) dice:Tener amor es saber soportar; es ser bondadoso; es no tener envidia, ni ser presumido, ni orgulloso, ni grosero, ni egoísta; es no enojarse ni guardar rencor; es no alegrarse de las injusticias, sino de la verdad. Tener amor es sufrirlo todo, creerlo todo, esperarlo todo, soportarlo todo.” (1 Corintios 13:4-7) 

Identificamos la delicadeza del amor cuando no somos presumidos, ni groseros, ni egoístas, este amor que proviene de Dios para  colocarnos una corona con varias perlas: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. (Gálatas 5:22-23)

Tengamos presentes estos frutos del Espíritu que nos permiten ser personas delicadas como Jesús.  

Jesús nos plantea un gran desafío: el amor es delicado. ¿Cómo nosotros podemos ser delicados con nuestros prójimos? Especialmente cuando no recibimos delicadeza de su parte. El Señor nos dice claramente que amemos a nuestro enemigo, pero ¿cómo podemos hacerlo realmente si algún prójimo se comporta poco delicado con nosotros?  

  • El comportamiento de una persona grosera es la que carece de cortesía, delicadeza o respeto hacia los demás.
  • La delicadeza se asocia a la suavidad y a la ternura.
  •  Una persona delicada, en este sentido, evita la brusquedad y la violencia, y trata de conducirse con afecto y respeto.
  • La delicadeza implica hablar en voz baja y apacible, evitar los gritos y manejarse con calma.
  • La persona actúa con delicadeza y trata a los demás con ella, es alguien que viene a dejar patente también que es sencilla, respetuosa, afable, serena, con capacidad de autodominio y tolerante en lo que respecta al trato con el resto de las personas.
  • La persona que tiene delicadeza lo demuestra por su paciencia, por su manera respetuosa en el trato con los demás, porque espera a que terminen de expresarse para poder exponer sus ideas, porque se muestra relajada en todo momento y porque nunca eleva la voz.
  • Jesús, modelo de Hombre y modelo del amor, es sensible y delicado en el trato. Cuando estuvo en la Tierra, como hombre fue delicado en el trato. 

Veamos algunos aspectos de la delicadeza de Dios: 

1)      El trato delicado de Jesús con las mujeres:

“Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?/ Ella dijo: Ninguno,  Señor. Entonces Jesús le dijo: Ni yo te condeno; vete, y no peques más.” (San Juan 8:10,11) 

Ella era una adúltera, al igual que  nosotros cuando decimos que lo amamos y nos vamos con nuestro propio pensamiento, cuando amamos nuestras propias decisiones y no lo tomamos en cuenta. No consideramos a nuestro Esposo. Tomamos decisiones sabiendo que a Él no le agrada.  No agradamos al esposo, somos adúlteros. Sin embargo Jesús nos trata con su delicado amor y nos tiene paciencia, nos espera a que recapacitemos. Entonces nos perdona y nos dice que no pequemos  más. No lo consideramos pero Él nos defiende de nuestra propia equivocación y nos  libera. Eso es delicadeza, eso es la  manifestación de su delicado amor. 

El amor del Señor hacia nosotros es tierno, delicado y cuidadoso:

“Yo soy la rosa de Sarón, y el lirio de los valles. / Como el lirio entre los espinos, así es mi amiga entre las doncellas. / Como el manzano entre los árboles silvestres, así es mi amado entre los jóvenes; bajo la sombra del deseado me senté, y su fruto fue dulce a mi paladar. /Me llevó a la casa del banquete, y su bandera sobre mí fue amor.” (Cantar de los Cantares 2:1-4 

2)      Jesús nos pastorea con delicadeza:

La ternura con que el Señor Jesucristo nos pastorea, se compara a la forma en que un pastor atiende, cuida y anima a sus ovejas a seguir adelante, a pesar de sus tropiezos, enfermedades y heridas, situaciones trágicas que ocurran en el camino, etc. que podemos experimentar en la vida, y nos  cura, nos alivia, nos mantiene cerca, nos busca si nos apartamos y nos trae a Él si estamos perdidos, perdonándonos y amándonos con ternura.

Cuando vemos nuestro pasado, nos damos cuenta de todo lo que el Señor Jesús hizo para traernos a Él. Como nuestro buen Pastor, Él nos encontró a nosotros los perdidos, nos llevó en Sus hombros delicadamente y nos trajo a Su hogar. Cuando creímos en Él, Él nos perdonó, nos lavó y entró en nosotros como el Espíritu vivificante para estar con nosotros para siempre. Ahora Él es el Pastor que mora en nosotros, cuidándonos tanto interna como externamente. ¡Qué gran demostración de su delicado amor hacia nosotros sus ovejas!  

Y cuando nos desesperamos, nos frustramos y nos amargamos por las dificultades de la vida, Él nuestro Buen Pastor nos levanta en sus brazos y nos trae de regreso al hogar, junto a Él:  

En lugares de delicados pastos me hará descansar; junto a aguas de reposo me pastoreará. / Confortará mi alma; me guiará por sendas de justicia por amor de su nombre. /Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento.” (Salmos 23:2-4)
 

3)      El Espíritu Santo de Dios es delicado:

·         El Espíritu Santo es la delicadeza y ternura de Dios, que todo lo mueve y da vida sin que lo advirtamos. El Espíritu Santo del Señor nos guía hacia toda verdad, lo hace con suavidad, con ternura, con paciencia, con bondad, con delicadeza porque nos respeta y nos deja libres, sin embargo está atento cuando nos descarriamos y con suave voz, nos llama a terreno. 

Una vez que el Señor Jesús resucitó, estando con los discípulos, sopló sobre ellos y les dijo: “…Recibid el Espíritu Santo” (San Juan 20:22).

Como  el soplo de Dios en el Jardín del Edén,  Dios tomó a Adán y sopló en su nariz: Entonces Jehová Dios formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente” (Génesis 2:7)

Así mismo, Jesús sopló en sus discípulos, esta vez fue aliento de vida para  fortaleza que requerirían para la gran comisión. En el Jardín del Edén fue aliento para la vida, en los discípulos fue aliento de su Gracia.

Es tanta la delicadeza de Jesús en este gesto pues el aliento que sopló en sus discípulos era aliento de vida para sus espíritus. 

·         El Espíritu de Dios es como el viento, puede ser recio o puede ser suave y delicado como la brisa.  

Así como en Pentecostés el Espíritu Santo se comportó como un viento recio que llenó toda la casa donde estaban reunidos: “Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; /y se les aparecieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de ellos. /Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2:2-4) 

Pero fue como una brisa cuando Jesús sopló en sus discípulos. El Salvador fue tierno, suave, apacible, cortés y atento con ellos.
 

CONCLUSIONES

·         Dios siempre ha sido delicado en su amor hacia nosotros.  Esta ternura se evidencia en la ternura con que nos ha tratado, en su amor incondicional hacia nosotros.  Esa misma ternura, Dios desea que cada uno de los creyentes, hagamos visible, mediante el trato fino y amable con todos los hermanos y también con todas las personas que nos rodean. 

La ternura es una evidencia grande, de que Cristo mora en nosotros. La dulzura de Cristo se ve manifestada, mediante las palabras, la disposición para ayudar al prójimo, y el deseo ferviente para trabajar en la iglesia de Dios. 

·         Amar también es obrar con tacto y delicadeza. Jesús nos ama de esta manera, en la vida que tuvo en la Tierra, en la cruz del Calvario y luego en su resurrección. Es mucho más que la sencilla cortesía humana, a menudo muy cercana a la hipocresía.  La delicadeza del amor se interesa verdaderamente por el otro; es sensible a sus aspiraciones. El amor no busca su propio interés.   

Si no se ve claramente en nosotros la mansedumbre y ternura de Cristo (2 Corintios 10:1), ¿Quién escuchará el mensaje que queremos entregar? ¿Cómo será el testimonio que mostraremos a nuestros hermanos, familia, amigos y donde quiera que vayamos? 

·         Seguir a Jesús nos asegura que Él sana nuestra alma y venda nuestras heridas. Nos infunde rasgos como la delicadeza, la sinceridad, la humildad y calibra nuestra mente para que funciones a base de fe, esperanza y amor, incluso hacia aquellos que no nos comprenden, que no nos respetan, que nos insultan o acusan injustamente.